Caracas .- Cada domingo un grupo de venezolanos amantes del softbol se reúnen en el Parque Tres de Febrero del barrio de Palermo, en Buenos Aires, Argentina, a las 8 de la mañana para jugar una caimanera junto a sus familias, reseñó el diario Clarín el domingo 21 de febrero.
Desde hace tres meses, ese rincón verde de Palermo se ha convertido en el sitio de práctica, entrenamiento y diversión de casi 40 venezolanos y sus familias provenientes de Caracas, Maracaibo y Barquisimeto. Todos se reúnen para disfrutar de uno de los deportes más populares de su país natal.
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En el tiempo que llevan practicando, los venezolanos consolidaron un equipo que lleva por nombre “Los Emilia”. Se presentaron en un torneo de La Plata y salieron campeones. Raynier Bracho, uno de los venezolanos aficionados al softbol, destacó que los argentinos son muy buenos en este deporte pese a que suelen ser más amantes del fútbol. Contó que su meta es incentivar a los porteños a practicar este deporte y entrenar a niños en un futuro.
“Argentina es muy buena en el softbol. Ganó el mundial de 2019. Pero el argentino está muy enfocado en el fútbol. Tal vez el softbol es más fuerte en el interior del país. Por eso, más allá de que para nosotros se trata de juntarnos a pasar el rato y compartir lo que amamos, tenemos la meta de incentivar a los porteños a jugar softbol. El lugar es ideal, porque Palermo es bien céntrico. Hasta nos gustaría entrenar niños”, contó a Clarín.
La nota del diario argentino señala que el lugar se convierte en un sitio familiar, en donde los niños comienzan a jugar a los lados de la cancha de juego y las mujeres comienzan a socializar mientras sus esposos se concentran en el softbol. A su vez, venden empanadas que pueden disfrutarse mientras suenan canciones llaneras y salsa.
La migración venezolana ha supuesto un aumento de jugadores en los equipos de softbol de otros países, puesto que muchos llegaban con ganas de continuar practicando este deporte. Los cerca de 40 jugadores venezolanos que se reúnen en Palermo son ejemplo de ello. Llegaron a jugar en distintas ligas o clubes de la ciudad, pero su pasión fue frenada por la pandemia, por lo que decidieron independizarse.
La magia del softbol criollo no solo aparece los domingos, puesto que en la semana algunos de los venezolanos se ponen de acuerdo para acudir a entrenar y disputar partidos cortos entre los tres equipos que hay.
Deporte lleno de oportunidades
Además de ser una manera de pasar tiempo con la familia y compartir entre venezolanos, los jugadores también han encontrado oportunidades mientras batean, pichan y corren. Miguel Calderón, administrador del grupo, llegó a Argentina procedente de los Altos Mirandinos, estado Miranda, y se dedica a labores de reparación de manera independiente para sustentarse en el país. «Muchos de mis trabajos salen por el softbol. Argentinos que conocí jugando y que al enterarse de lo que hago, me contratan«, dijo a Clarín.
El caraqueño Raynier Bracho logró conseguir su trabajo en la metalúrgica gracias a la gestión del dueño de uno de los equipos para los que juega. «Todo lo que tengo en Buenos Aires se lo agradezco a las personas que conocí jugando softbol. Tengo compañeros que me prestaron su tarjeta de crédito para comprar los muebles de la casa. A otros compatriotas los ayudan a alquilar departamentos. Y en los equipos de jugadores argentinos y venezolanos, ustedes nos ponen el dinero que nos falta para los viáticos. También colaboramos con los jugadores que peor la pasaron durante la pandemia», destacó.
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