Caracas. “La pandemia ha sido devastadora para la población venezolana migrante”, afirmó el representante especial de la ONU para refugiados y migrantes de Venezuela, Eduardo Stein, el lunes 18 de mayo.
El funcionario dijo al programa Café CNN que numerosos venezolanos han perdido sus medios de vida en muchos de los países receptores debido al confinamiento, y solo les queda la posibilidad de regresar a su país por vías poco seguras.
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El representante especial de la ONU para refugiados y migrantes de Venezuela dijo además que el acceso a la vivienda y a la alimentación de estas personas ha sido “vulnerado severamente”, y ahora enfrentan serias amenazas e inseguridad, al punto de representar “un riesgo de salud pública para todo el hemisferio”.
Trochas: el peligroso camino de regreso a Venezuela
Y es que decenas de venezolanos migrantes llegan a diario al puente internacional de Rumichaca, divisoria ecuatoriano-colombiana, para intentar cruzar una frontera que está blindada después de la emergencia decretada por el COVID-19, refiere EFE el lunes 18 de mayo.
La esperanza de un futuro mejor que hace dos o tres años los empujaba hacia el sur, se ha diluido en los últimos dos meses por el hambre, el temor y la humillación avivadas por una crisis sanitaria que poco a poco hunde el continente en la miseria.
Hoy, la ruta sólo conduce hacia el norte, porque «mejor vivir la miseria de uno con su familia«, es el mantra que repiten los que atraviesan estos pasos ilegales, conocidos como trochas hacia Colombia.
«¿Qué vamos a hacer?«, se pregunta Dealdri José, venezolano que lleva más de 30 días caminando desde Perú y se dispone a cruzar con su mujer embarazada y dos hijos menores un pronunciado desfiladero sobre el río Carchi, frontera natural entre Ecuador y Colombia.
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«No nos dejan pasar por la frontera y tenemos que pasar por estos lados que inventa la gente para poder llegar a Venezuela de nuevo», responde el hombre sin más preámbulos.
Con las barreras bajadas en todo el continente por el coronavirus, muchos migrantes se ven obligados a tirarse al río Carchi o cruzarlo por alguna de las 36 trochas repartidas en la provincia homónima, empleadas por el contrabando y la migración ilegal, por un precio entre 15 y 30 dólares por cabeza.
«Hay trocheros colombianos, venezolanos, que van con cuchillos. La Policía lo sabe, pero no hace nada para que paren», lamenta una vecina que vive en la zona limítrofe y cada día observa cómo los caminantes se juegan su destino.
Con información de EFE