El Observatorio de Gestión Pública estima que ocho de cada diez familias sufren serios problemas por las fallas en la distribución del gas doméstico, que desde febrero de 2019 quedó en manos de los consejos comunales a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap). Mientras esto ocurre, al oeste del estado se queman 1.700 millones de pies cúbicos de este combustible diariamente, según trabajadores de Pdvsa
Es la mañana del 27 de enero de 2020 y Maritza Rondón espera que alguien le compre alguna de las bolsitas de café y azúcar que tiene sobre la mesa. Mientras el tiempo pasa, medita sobre lo que va a cocinar; son las diez de la mañana y ya se queja por tener que encender la leña. En noviembre de 2019 se le acabó el gas doméstico y desde entonces, César Villahermosa, su esposo, camina tres kilómetros a la semana para buscar la madera que utilizan en el fogón.
Maritza vive en el sector 4 de Febrero de Maturín, donde la población estimada por el consejo comunal es de 1.050 habitantes, distribuidos en 370 familias; 320 de ellas no tienen gas y cocinan al aire libre tres veces al día, si es que el dinero alcanza para ello. Lo que ocurre en esta comunidad de la parroquia Las Cocuizas es el reflejo de toda Monagas, donde ocho de cada diez hogares tienen fallas en la distribución del gas doméstico, según el Observatorio de Gestión Pública.
Luis Díaz, director de esta organización, afirma que la situación es crítica en las zonas urbanas, donde las autoridades gubernamentales no están en la capacidad de garantizar los servicios básicos. Sostiene que aunque la ausencia de gas doméstico se extiende en los 13 municipios del estado, es en las áreas rurales donde menos se percibe porque la gente está acostumbrada a improvisar cocinas, “y esto es algo de vieja data”, acota sin querer justificar el hecho.
Un exgerente de Pdvsa Gas al oriente del país, quien prefirió no identificarse por temor a represalias del gobierno de Nicolás Maduro, explica que aunque existen las maneras, la estatal petrolera no tiene la capacidad para responder a la demanda interna a pesar de contar con el recurso, que en el caso de Monagas abunda y se pierde: en 2013, Rafael Ramírez, ministro de Petróleo en el aquel entonces, dijo que 60% del gas producido en Venezuela era de este estado y que además se aportaba 50% del que se consumía internamente.
El exgerente oriental estima que desde 2009 se está importando el Gas Licuado de Petróleo (GLP), compuesto en gran parte de propano y butano, para abastecer el consumo de gas doméstico en los hogares venezolanos, que para 2017 era de 47.000 barriles diarios, según un comunicado publicado por Pdvsa en junio de ese año en el que además se afirma que la producción superaba la demanda, pero sin precisar más datos.
En mayo de 2019, el diario Tal Cual publicó que la producción de GLP al norte de Monagas era de 39.000 barriles de los 60.000 que se necesitan al día y que Petróleos de Venezuela importaba 6.000 para completar la demanda. A esto, el exgerente agrega que en 2013 el gobierno paralizó la fabricación de bombonas de gas doméstico que ya en 2009 era deficiente, ubicándose en 5.000 cilindros diarios. Para 2012, el sector privado producía entre 12.000 y 15.000 bombonas al día.
El gas se pierde
Juan Carlos Rodríguez es ingeniero químico y extrabajador de la industria petrolera. Es conservador al decir que al oeste de Monagas se queman 800 millones de pies cúbicos de gas natural al día en los 30 mechurrios que se observan entre El Tejero y Punta de Mata, ambos en el municipio Ezequiel Zamora. Pero quienes sí trabajan en Petróleos de Venezuela afirman que es el doble de eso lo que se pierde porque no hay compresores que reinyecten el gas al petróleo.
Rodríguez hizo un cálculo basado en la cifra que ofrece: “Suponiendo que de esos ochocientos millones de pies cúbicos de gas sólo cuarenta millones corresponden a gas propano, se podrían envasar doscientas mil bombonas de gas doméstico al día o seis millones al mes, suficientes para abastecer la demanda nacional e incluso podríamos exportarlas”. Esa cantidad corresponde a bombonas de 10 kilogramos que tienen un volumen de 45 litros y que dependiendo de su uso, una rinde 21 días.
El exgerente de Pdvsa Gas en el Oriente afirma que procesar ese gas aliviaría la carga de los venezolanos, pero además considera que el Gobierno no lo hace porque no tiene interés real en invertir en ello, como pasó con el Plan Nacional de Gasificación prometido en 2005 por el fallecido Hugo Chávez Frías y que daba cuenta de que para 2015 habría alcanzado a 3,2 millones de familias en 23 estados del país, incluyendo al Distrito Capital.
“Eso es otro elefante blanco del Gobierno que demuestra el poco interés que tienen en invertir en el pueblo. Eso fue pura publicidad, más nada. Ellos pretendían hacer creer que el gasoducto que va desde Sucre, Nueva Esparta y Monagas había llegado a Coche y no fue así”, afirma.
Del Plan Nacional de Gasificación solo se benefició la zona norte del sector La Cruz; ese gas directo que llega a los hogares es el mismo que se quema al oeste del estado y que también beneficiaría a los habitantes de Paramaconi, donde no hay acometidas. En 2006, Pdvsa y el exalcalde oficialista Numa Rojas firmaron un proyecto para beneficiar a 7.000 familias y que la inversión sería de 12 millardos de bolívares, en aquella época.
El 1° de abril de 2017, Nelson Martínez, ministro de Petróleo para esa fecha, dijo que la gasificación del 100% de Maturín formaba parte de un proyecto bandera del Gobierno de Calle que estaría listo en cuatro años, pero a la fecha en la capital de Monagas no se han iniciado los trabajos. Dos meses después, la gobernadora Yelitze Santaella informó en su programa radial 144, desde Jusepín, que se habían invertido 13 mil millones de bolívares, del cono monetario vigente en ese año, para gasificar Los Godos, San Simón y La Cruz, tres de las cinco parroquias más grandes de la ciudad.
La gente no lo ve
Desde hace 20 años Carmen Martínez vive en el sector uno de Los Godos y asegura que no ha visto algún movimiento de tierra que indiquen el primer paso de la gasificación de la zona: la acometida de tuberías. Ella solo sabe que debe ahorrar el gas para que la bombona de 18 kilogramos le dure dos meses; así que cocina en leña los tubérculos, los granos y en ocasiones ablanda la carne mechada.
Aunque quisiera, José Díaz no puede usar un fogón porque vive en un apartamento de la avenida Juncal, parroquia San Simón, así que ya tiene calculado cuándo se le va a acabar la bombona y con antelación se planta en el llenadero de la avenida Alirio Ugarte Pelayo, al norte de Maturín, a esperar que le vendan por lo legal, porque no tiene los 5 dólares que le piden en la planta para entregársela sin hacer cola. “El gas directo serviría de mucho, pero de aquí a que eso llegue al sector seré abuelo de los hijos que tenga el mío, que ahora tiene 2 años de edad”, expresa.
Juan Salas de Santa Inés III no tiene gas doméstico desde hace tres meses y está convencido de que la culpa de la falla en la distribución de los cilindros la tiene el gobierno tras nacionalizar, en 2007, el despacho y luego otorgarle en febrero de 2019 el poder a los consejos comunales de distribuirlos. “Aquí el negocio lo tiene la gobernadora que primero nos puso la bombona pequeña en cinco mil bolívares, luego en quince mil y ahora en treinta y cinco mil bolívares”, afirma.
Para este reportaje, El Pitazo intentó establecer comunicación con Luisana Betancourt, presidenta de Gasmaca -empresa estatal de distribución de bombonas de gas doméstico- para conocer las causas del retraso en la entrega de cilindros presurizados en Maturín. Sin embargo, después de establecer contacto a través de mensajes de texto en los que se mostraba dispuesta a conversar, dijo que la vocería oficial la tenía la gobernadora Yelitze Santaella.
En Gasmaca faltan camiones para llevar los artefactos. En 2018, el sindicato de trabajadores denunció a El Pitazo que faltaban 12 vehículos, que desde octubre de 2017 no habían cilindros de 18 y 43 kilogramos, obligando a trabajar con la recarga de los que entregaban lo clientes, y que solo 14 de 38 picos de llenado estaban funcionando.
Un paso atrás
En Maturín la gente se siente como en el pasado cuando cocina con leña. “Pero ¿Qué más? Hay que comer. Lo malo es que este olor a humo no se me sale del cabello, que la tizna es difícil de quitar de las ollas y que la leña ya se está acabando en el sitio que la buscamos, porque todos por aquí van al mismo sitio”, dice Maritza Rondón, quien destina tres horas al día para preparar el almuerzo, dos si es algo de cocción rápida, como el pollo, o si la leña es buena.
Aunque a simple vista no sabe diferenciarla, explica que cuando la madera es de mejor calidad el humo es distinto y que no pica en los ojos. “Algunas ramas echan puro humo y uno gasta más tiempo y palos tratando de prender el fogón”, agrega. Lo que no sabe Maritza es que está expuesta a contraer fibrosis o cáncer pulmonar de exponerse constantemente al humo, como explica la neumonóloga Marisol De Soussa en una entrevista otorgada a El Periódico de Monagas.
Luis González usa una carretilla para cargar la leña desde un caño hasta su casa en Santa Inés, parroquia San Simón de Maturín. Camina dos kilómetros aunque cuando regresa cargado le parecen el doble; prefiere hacerlo para no comprarle el cilindro a los conductores de Gas Comunal, quienes imponen un costo de entre 80.000 y 120.000 bolívares, según el tamaño de cada bombona.
Luis también se sacrifica porque comprar leña todos los días significa dejar de comer, porque el paquete de cinco trozos de madera tiene un precio de 50.000 bolívares y solo alcanza para hacer un sancocho y después unas arepas.
Pero en esto hay gente caritativa, como Luis Rivero que tiene un vivero en la avenida Cruz Peraza y le permite el paso a otros para que busquen leña. “Un día me dediqué a contar a las personas que me pedían permiso para entrar y sacar las ramas o cortar los troncos, entonces me sorprendí al ver que entre las ocho de la mañana y las doce del mediodía habían pasado cuarenta personas”, señala.