La Iglesia Católica dicta que los difuntos deben tener un descanso digno. Esparcir las cenizas o repartirlas entre familiares no garantiza un descanso en paz

Por: Lorena Bornacelli y Sheyla Urdaneta

La noche en la que al papá de Fernanda le dio un ahogo estaban todos sentados en la sala de su casa. Tuvo fiebre, tos seca y dolor en el cuerpo. Eso fue lo que les dijo desde el primer día en el que les contó que había estado en la casa de su compadre y que se enteró que el hijo de ellos había tenido coronavirus. El papá de Fernanda estuvo tres días con los síntomas y la noche del ahogo se murió.

Al papá de Fernanda lo cremaron y ahora ella y su hermana tienen sus cenizas en una caja pequeña en la sala de su casa, iluminada con una vela que prenden algunas noches y una foto de su papá con una botella de cerveza en la mano, que le tomó el hijo de Fernanda con un celular el día de su cumpleaños número 78, el pasado 17 de febrero.

Tiene miedo de decir su apellido, tiene miedo de decir el nombre de su papá y tiene miedo de que en su casa alguna otra persona tenga COVID-19. No lo saben, porque no se han hecho las pruebas, pero dice que sus vecinos son malintencionados. Su papá murió hace dos meses y lo responsabilizan de haber contagiado a tres vecinos más. Uno de ellos está en el hospital con la gravedad propia de los síntomas del virus, los otros dos en casa con oxígeno.

De acuerdo con lo que dicta la Iglesia Católica, hay siete reglas que el Vaticano estableció para la cremación y conservación de las cenizas de los muertos. Incluso, una de las Obras de la Misericordia, la séptima, dice que hay que enterrar a los muertos.


LAS CENIZAS DE LOS DIFUNTOS DEBEN REPOSAR EN SITIOS SAGRADOS DE ACUERDO CON LA DIGNIDAD DE LA MUERTE, DICE LA IGLESIA CATÓLICA


“Las cenizas del difunto deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente», dice el documento del Vaticano y los sacerdotes lo destacan, porque luego del coronavirus, la cremación se volvió la opción para los que murieron como consecuencia del COVID-19.

En Zulia, el gobierno regional y municipal dieron esta opción a las personas y luego les entregaron las cenizas a los familiares.

En Maracaibo, hay parroquias eclesiásticas que tienen columbarios, que es ese lugar sagrado en el que reposan los restos de los difuntos y es una opción que les permite a los familiares tener a sus difuntos en un templo.

Fernanda comenta, entre lágrimas que no sabía nada de eso, que quiere ir hasta el templo que le corresponde a la zona donde vive, en el norte de Maracaibo, para llevar las cenizas de su papá y que tenga lo que ella llama «un descanso digno”.

En Táchira ya es opción

El uso de columbarios se ha hecho cada vez más común, especialmente por la pandemia por COVID-19, donde se limitaron las inhumaciones solo para aquellos que murieran sin familiares o sin recursos para la cremación.

Los columbarios son espacios en las iglesias donde hay distribuidos nichos en los que son guardadas las cenizas de quienes murieron y fueron cremados. Cada nicho es una especie de casillero, en el que pudiesen guardarse tres cofres con cenizas, dependiendo del tamaño de cada una de las cajitas.

La Iglesia Católica ha dispuesto de estos nichos para que las familias puedan dejar las cenizas de sus seres queridos, incluso si murieron a causa de la enfermedad por coronavirus, pues con las directrices de las autoridades civiles sobre el uso de los cementerios, las cremaciones fueron la única opción.

El 12 de junio de este año, Freddy Bernal, representante de Nicolás Maduro en Táchira, anunció que estaban prohibidos los funerales y los entierros por COVID-19. Desde entonces, aunque hay reportados oficialmente 120 fallecidos por la enfermedad, solo 50 fueron inhumados y el resto cremados. También fueron incinerados quienes murieron con sospecha de tener el virus.

Las normas sobre las cenizas de quienes mueren por COVID-19 y son cremados variaron durante la cuarentena, es el caso la Iglesia Santísima Trinidad, en San Cristóbal, uno de los tres templos con columbario del estado Táchira. Allí, antes de la pandemia, se realizaba el préstamo del ataúd para los velorios y tras las cremaciones, eran lavados y utilizados nuevamente por quien lo necesitara de la comunidad.

Por razones sanitarias, este acto de solidaridad se suspendió y cada familia debía disponer de su propia urna. La iglesia no aceptó la desinfección con hipoclorito de sodio, utilizado por Protección Civil para la limpieza de espacios.

Aunque por temor al COVID-19 suspendieron el uso comunitario del ataúd, desde la iglesia se estipuló que las cenizas de quienes murieran a causa del virus podrían ser guardadas en el columbario, pues concluyeron que al pasar por las temperaturas de los hornos, se eliminaba por completo el riesgo de contagio.

Cenizas esparcidas no garantizan descanso eterno

“No tenemos problema con que reposen las cenizas en los nichos, si las personas murieron por COVID-19, este sitio sagrado está hecho justamente para que las personas puedan darle descanso en paz a sus seres queridos, así evitamos que sean utilizadas para otros fines que van en contra de lo estipulado en la Congregación para Doctrina de fe católica”, dijo el párroco Miguel Duque.

La razón de esto es porque hay quienes al cremar a sus seres queridos deciden esparcir las cenizas en un lugar simbólico; sin embargo, según explicó Duque, es una práctica que va en contra de las creencias católicas.

“Estamos convencidos de la resurrección después de la muerte, de allí la importancia de que reposen juntos los restos de las personas, sea en un cementerio o en cenizas dentro de lugares establecidos por la iglesia, como los columbarios. Al estar juntas y en un lugar sagrado y de paz, no solo garantizamos la resurrección, sino que evitamos que puedan ser robadas y usadas para rituales que no son propios de la iglesia; evitamos sacrilegio”, detalló.

Para garantizar que las cenizas puedan ser guardadas en los columbarios fue que determinaron que recibirían las de quienes murieron por COVID-19; sin embargo, mantienen la normativa con respecto a quienes son asesinados o se suicidan.

Según precisó Duque, quienes mueren por causas violentas o se determina que se quitaron la vida no pueden ser cremados y, por ende, sus cenizas no son aceptadas, pues son decesos de los que años después pudiesen abrirse investigaciones.


EN VENEZUELA HAY TEMPLOS CON COLUMBARIOS O CINERARIOS DONDE REPOSAN LAS CENIZAS DE LOS DIFUNTOS. LA CREMACIÓN DE LOS MUERTOS POR COVID HIZO QUE ESTA PRÁCTICA FUERA LA OPCIÓN COMÚN, EN VEZ DE ENTERRAR A LOS DIFUNTOS EN URNAS


Pago de nichos limitan su uso

Si bien el uso de los columbarios resulta una opción para el reposo de las cenizas, la realidad económica es otra. Para tener un nicho es necesario pagar 250 mil pesos colombianos (equivalentes a 73 dólares) cada año. Estos recursos tienen como finalidad permitir a la parroquia ser autosustentable, pues no solo realizan el mantenimiento del templo, sino que tienen un ancianato con más de 30 abuelos.

De allí que exista el conflicto entre garantizar el descanso de los difuntos cremados en un sitio de paz o sagrado, como lo establecen las normas católicas, y el que las familias cuenten con el dinero que deben cancelar anualmente por los nichos.

A ello se suma el precio de la cremación, que en el estado Táchira varía entre 300 y 360 mil pesos colombianos, equivalentes a 88 y 105 dólares, respectivamente. Esto es cobrado en la moneda de Colombia, debido a la cercanía del estado Táchira con Colombia.

En Táchira, tres iglesias tienen columbarios y la Diócesis mantiene dos proyectos más para, en unos meses, iniciar la construcción en otros templos y así ampliar la cantidad de nichos en el estado.