República Bolivariana de Venezuela: lo que fuimos, lo que somos

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Freddy Bogady Flores

País premiado. Con grandes riquezas naturales, como agua, tierras fértiles, mares y ríos con bancos de pesca, petróleo, bauxita, zinc, oro, hierro y otros minerales preciosos. Sin duda, premiado por Dios en la naturaleza.

Por esas riquezas y en ejercicio de su poder, en tiempos pasados el Estado venezolano adoptó mecanismos para la constitución, estructuración y creación de las empresas básicas para el crecimiento económico del país. Así impulsó una economía generadora de ingresos patrimoniales, lo cual le permitió la consolidación de fondos públicos que destinó a políticas sociales para generar un estado de bienestar, el bien común colectivo.

Ese bienestar implicaba salarios acordes con la cesta básica alimentaria, construcción de hospitales, vías de penetración, autopistas, universidades… Eran otros tiempos. Tiempos lejanos, cuando las empresas básicas funcionaban en su máximo potencial, con producción nacional y para exportación, todo lo cual le confería a nuestro país un señorío de producción de bienes y servicios y, como consecuencia, lo convertía en un generador de empleos.

En las décadas de los años sesenta y setenta, el Estado venezolano estaba construyendo monumentales obras en Ciudad Guayana, estado Bolivar, ¡Tierra de Gracia! Desde allá venía gente autorizada en autobuses a Güiria y Yoco, municipio Valdez del estado Sucre, y a otras comunidades a contratar personal obrero para trabajar en esas obras, pues había pleno empleo tanto en el sector público como en el sector privado.

Los salarios devengados en diferentes escalas le permitían al venezolano acceder a la cesta básica alimentaria familiar, adquirir viviendas, atenderse la salud. Con ese salario compraba enseres, cama, cocina, lavadora, nevera… Cubría los gastos de educación de los hijos, gastos funerarios, gozaba de seguros, créditos y hasta adquiría vehículos. En fin…, tenía mejoras en la calidad de vida.

El Estado protegía a los trabajadores con una pensión de jubilación que permitía, a quienes habían dado su juventud al servicio de aquel, sufragar en su vejez sus gastos de existencia. Tiempos lejanos, repetimos, cuando los jóvenes se esforzaban, con especial cuidado, atención y entusiasmo, en estudiar una carrera técnica, o universitaria en las diferentes almae matres. Universidades, casas que vencen la sombra, con la esperanza de profesionalizarse para mejorar su calidad de vida.

Eran tiempos de gracia, de abundancia, muy distantes del momento en el cual hablamos. Décadas atrás Venezuela contaba con el programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho para formar profesionales de gran utilidad. Esa era la Venezuela de entonces, que con bondad daba la bienvenida a ciudadanos de diferentes nacionalidades que emigraban a nuestro suelo, huyendo de la mala economía y falta de oportunidades en sus países de origen. Venían, llegaban aquí, en busca de trabajo para mejorar su condición de vida. No eran los venezolanos los que emigrábamos de nuestro país, porque teníamos trabajo, pan y abrigo.

Este, que fue un país prometedor, hoy tiene una economía devastada que coloca a sus habitantes en condiciones dolorosas de vida. ¿Qué hay? Un salario que no alcanza para el sustento familiar y un mal funcionamiento de los servicios públicos en general. Tal situación ha obligado a una importante cantidad de venezolanos a emigrar a otros países en busca del pan nuestro de cada día para sí y su familia.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela encomienda al Estado venezolano en ejercicio de sus poderes, la protección de la familia. Así las cosas, para bien de la república y la recuperación de los derechos sociales, en beneficio del bien común, del fortalecimiento de la creencia popular y de la vuelta a la patria, es urgente, señor presidente de la República Bolivariana de Venezuela, que cambie la situación. Es urgente que, tal como usted lo dijo en alocución pública, ponga el dedo en la llaga de las mafias de la gasolina, de la distribución del gas y del gasoil; restituya el salario, la cesta básica, el poder adquisitivo; cure los servicios públicos, como el agua, la electricidad, la salud, todos. Es necesario para recuperar los derechos sociales. Señor presidente, usted públicamente le pidió apoyo a la Fiscalía General de la República para quitarles el disfraz a las mafias señaladas.

Señor presidente, el poeta Andrés Eloy Blanco, nativo de Cumaná estado Sucre, en su poema Coplas del amor viajero, formula la pregunta: “¿Para qué quiere una estrella quien tiene el cielo en los brazos?”. Usted, señor presidente, tiene no solo el apoyo de la Fiscalía General de la República, sino el de todos los poderes constituidos. Ponga usted, pues, el dedo en la llaga. Use el «aprobado, cúmplase y ejecútese».

Nos preguntamos en gran mayoría los venezolanos: ¿quién salvará al pueblo de Venezuela? ¡La Constitución, señores! ¡La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela!

Freddy Bogady Flores | Abogada güireña, estado Sucre | Facebook: Freddy Bogady Flores

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