¿Otro borrón a la hispanidad?

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ENTRE VOS Y YO


Por: Marlene Nava Oquendo

Ya vos no sois la loca ciudad de atriles a los vientos. Y ahora medio respiráis sembrada de espaldas al puerto que te fuera vida. Ya vos no sois la Maracaibo sibarita, desordenada y feliz, como una quinceañera de cabellos sueltos, que fue nodriza de infinitas nacionalidades, marullo cierto de incontables peregrinos. 

Hoy lloráis, Maracaibo, y nos acariciáis con estas pringuitas sobre tus enlosaos. Porque estáis herida. O muerta. Y lloramos por vos. Te apagaron hasta la luz del puerto y la sirena secular del buque nómada en tu orilla. Y la canción del gaitero y la voz de tus campanas mañaneras. Calláis, mi ciudad, en un silencio que es pesar de marullo quieto. Y pretenden borrarte las memorias, todos tus recuerdos…

¡Va pues! Ahora el Willy Casanova y que quiere cambiarnos el escudo. Pa’ que sepáis. Y eso que fue un rey el que se lo entregó a Maracaibo. Ya acabaron con todo. Nos quieren quitar hasta el modo de caminar. Cambiaron los nombres de las calles. Dígame, usted, ¿cómo vamos a empezar después de viejos a llamar Urdaneta a la avenida Padilla? 

Echaron al suelo la plaza Sucre, que la construyeron hace dos siglos. Y en vez de la estatua del mariscal, mariscal, ¿no?, ajá, de Ayacucho, han construido un parapeto en homenaje a Alí Primera, que ni siquiera es maracucho. 

Secuestraron la estatua de Baralt. Hace meses que el pedestal frente al Convento está vacío. Dicen que está en un dizque museo de Maracaibo en la calle Carabobo, donde se amontona un bojote de corotos viejos. Hey, y no es la única desaparecida. No se sabe qué pasó con la de Miranda, ni con la del doctor d’Empaire, frente al Hospital de Niños.

El centro lo desbarataron. Yo leí en Panorama Viejo que en esos tiempos que llaman de la Colonia, los colores eran de tierra, de arcilla, de piedra de ojo. Y ahora parece que le hubieran vaciado a los edificios potes de pintura sin ton ni son desde un helicóptero. 

Luisa, la empanadera, expresa este lamento. Que es vox populi.

Fue justamente el día de Maracaibo, durante los actos conmemorativos de los 491 años de su fundación, cuando el alcalde Casanova solicitó a la Cámara Municipal cambiar el escudo de armas de Maracaibo “por uno que rinda homenaje a la resistencia indígena”.  

Según él, “no es correcto para la historia venezolana ni para la memoria de los mártires que se resistieron ni para nuestros héroes Urdaneta, Miranda y el Libertador Simón Bolívar, que todavía Maracaibo conserve el título que le dio la Corona española”. El combustible para tan fogosa decisión fue una disertación presentada a comienzos de año por Ildefonso Finol, un economista psuvista hasta el tuétano que ocupa de manera ilícita el cargo de cronista de la ciudad.

Bajo el título de Argumentación fundamental para derogar el oprobioso escudo de Maracaibo, Finol compendia en un solo párrafo sus motivaciones: y en un lenguaje colorido califica el escudo de Maracaibo como una afrenta a la dignidad patriótica del gentilicio venezolano, zuliano y maracaibero. Este —dice—, es un símbolo colonialista del imperio genocida que diezmó la población originaria, imponiendo, a través de la guerra injusta, desigual y sorpresiva, prácticas atroces, como la esclavitud, la trata de personas, el racismo, el saqueo y el sojuzgamiento de nuestras naciones…

La solicitud del burgomaestre, así concebida, levantó ronchas. Y generó reacciones inmediatas. La Academia de Historia del Estado Zulia se lanzó, docta, a pronunciarse. La supresión o cambio de cualquiera de sus elementos es la negación del pasado histórico de Maracaibo. Y tiene como fin erosionar la conciencia histórica del pueblo, su identidad y los sentidos de pertenencia, procedencia y permanencia como sociedad en el tiempo.

Fue el rey Felipe IV quien, a través de una Real Cédula, cedió a la Provincia de Maracaibo el privilegio —porque entonces era un privilegio— de usar un escudo de armas. Entonces apenas dos columnas escoltaban una nave sobre el mar. Años más tarde, las Cortes de Cádiz le otorgaron el título de La Muy Noble y Leal por petición de su diputado José Domingo Rus, identificado como el primer regionalista.

Maracaibo fue leal a la Corona y permaneció ligada a España hasta 1821 porque, secularmente, cabalgó la vida entre tres cadenas montañosas y una salida al mar. Lo que impuso una cercana y permanente relación de su puerto con las costas y quehaceres hispanos. Y ha sido tarea sistemática y permanente la de este régimen el desconocimiento de la presencia y enorme influencia de la hispanidad en nuestras vidas y nuestras culturas. Con la intención de eliminar los recuerdos-hilos que sustentan el tejido social.

El 21 de febrero de cada año se celebra el Día Internacional de la Lengua Materna. En los actos oficiales regionales se exalta la lengua wayú. Y ni Unamuno ni Cervantes ni García Lorca, ninguna producción literaria hispana ni el libro de Mantilla estuvieron nunca presentes en los homenajes, conferencias y exposiciones.

Ildefonso Finol ha expuesto su filosofía incendiaria en supuesta defensa de los pueblos aborígenes y la necesidad de honrarlos. Quizás una extraordinaria manera hubiera sido la inauguración del puente sobre el Lago que llevaría su nombre. Y cuyas ruinas —dos madejas de cabillas que se oxidan a los cuatro vientos, bajo el sol— deben representar una vergüenza para su memoria. O quizás desarrollando un programa de Estado para rescatar las comunidades indígenas. El boletín del mes de agosto de la Comisión de Derechos Humanos denuncia el estado de abandono, de miseria y de ruinas que, entre derechos humanos convertidos en amasijos, padecen los habitantes de la Guajira. Acosados por la inseguridad, el hambre, la desnutrición, las carencias todas, las enfermedades y el olvido.

En su texto, Finol deja manifiesto el trabajo de investigación que ha venido sustentando por años. Y, sin embargo, ha obviado un pequeño detalle: cuando afirma que el pueblo añú está presente en toda la estirpe maracaibera que escribe y canta décimas y gaitas, se equivoca. Ni la décima ni la gaita son creaciones propias del pueblo indígena.

La décima es una antigua estructura poética, usada ya, aproximadamente, en el  siglo XII, que deriva de la copla real. Sufrió muchas transformaciones hasta que, finalmente, en el siglo XV Vicente Espinel, murciano de nacimiento, la concibió tal como es hoy: 10 versos octosílabos con rima consonante.

Esta estructura, que se conoce como la espinela, fue utilizada por grandes escritores españoles, como el Arcipreste de Hita, Alfonso El Sabio y López de Ayala.

En  su obra Las décimas de los paraujanos, premiada en el certamen de musicología Alberto Calzavera, sus autores, Ernesto Mora Queipo y otros, establecen que los añú o paraujanos asumieron esta forma poética de los españoles y actualmente interpretan la décima espinela a la manera de los antiguos juglares y trovadores medievales.

Respecto a la gaita, percibimos más la heredad africana o afrozuliana. 

Víctor Hugo Márquez, académico de la historia, estudioso y promotor de la cultura musical zuliana, resume todo este galimatías en una pícara décima o espinela:

¿Con qué mosaico se integra
nuestra población mestiza?
¿No es con la España castiza,
la aborigen y la negra?
¿O al Cronista no le alegra
nada que sepa a español?
¿Es Ildefonso un tortol
que hay que cambiar por Nigale?
¿O es que tampoco le vale
el apellido Finol?


MARLENE NAVA OQUENDO | @marlenava

Individuo Número de la Academia de la Historia del Estado Zulia, fue directora de Cultura de la región, profesora de LUZ y ha realizado un denso trabajo en pro del rescate de la cultura e historia mínima de la ciudad.