Se ciernen sobre la universidad venezolana sombras de grandes proporciones. La ofensiva de la dictadura para cercenar aún más la menguada autonomía, se expresa en nuevas iniciativas. Aparte de lo cual se suceden situaciones que pueden contribuir con el objetivo gubernamental, independientemente de que su origen sea honesto.
Así, además de la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia número 324 del 27 de agosto de 2019, que busca obligar a la realización de elecciones con base en una interpretación que desconoce lo establecido en la Constitución respecto de la definición de la comunidad universitaria, se vienen tomando medidas que, poco a poco, sin mayores aspavientos, van cercenando su autonomía.
El doctor Luis Holder fue designado vicerrector académico en la Universidad Simón Bolívar por el Consejo Nacional de Universidades (CNU), en julio de 2017, ante la renuncia del titular, Rafael Escalona. Ahora producto del permiso por razones de salud del rector Enrique Planchart, Holder es ascendido a rector temporal. De quedar como titular ante falta absoluta del rector por razones indicadas, puede designar decanos y coordinadores ya que en esta universidad no se eligen, por no ser autónoma de manera plena.
En la Universidad del Zulia, la cosa se expresa de manera más clara. El CNU, en este caso, sí viola flagrantemente el artículo 109 de la Constitución, toda vez que designa como vicerrector administrativo interino al profesor Clotilde Navarro. Ya el Consejo Universitario de LUZ, con base en sus atribuciones autonómicas, había designado a la profesora María Artigas. Luego del fallecimiento de la doctora María Guadalupe Núnez de Parra, en julio del año 2019, es al CU a quien compete tal designación hasta la realización de elecciones. Como sabemos, es la dictadura la que se ha encargado de impedir los procesos electorales para designar nuevas autoridades.
Pero la tiranía ha jugado al desgaste. Las cuestiones dichas así lo reflejan. Pero no solamente de las autoridades. También ha jugado al desgaste de los profesores, estudiantes y empleados y obreros. Con salarios de hambre, la deserción no se deja esperar. Así, en términos reales la planta profesoral se reduce de manera alarmante. No solamente se trata de profesores que buscan nuevos rumbos fuera de nuestras fronteras, sino que también, reducen al mínimo su carga académica para laborar fuera de las aulas. La población estudiantil se ha visto aún más reducida. Menos del 50% es la matrícula, aunque en realidad es todavía mayor a la que refleja la plantilla. Vivimos la mengua de la universidad venezolana.
Eso ha debilitado a las casas máximas casas de estudio. Además, a la debilidad que suponen los pasillos vacíos de estudiantes y profesores, se unen las corrientes ideológicas y políticas que la hacen más endeble. Décadas de dominio de las corrientes metafísicas han hecho lo suyo. Eso ha sido lo dominante luego de la derrota de la renovación universitaria.
La cuestión interna
Ahora se suma la renuncia del vicerrector administrativo de la Universidad Central de Venezuela, Bernardo Méndez. Sin tomar partido acerca de las denuncias contra la rectora Cecilia García Arocha, se trata de un hecho que de entrada crea mucha confusión y controversia. Es natural. Está reciente la evidencia de que estamos frente a un régimen que no se detiene en norma ética que no sea aquella que los guía a preservar el poder a toda costa, dejando a un lado cualquier escrúpulo.
La superposición de principios es algo concreto. Es el aspecto a manejar en esta circunstancia. Quien denuncia, automáticamente es señalado de estar en favor de la dictadura. Es sospechoso de formar parte de una componenda al estilo del fraguado en la Asamblea Nacional. La gente se guía, en términos generales, por la necesidad de preservar la autonomía a toda costa. De allí que deje a un lado principios que en las actuales circunstancias resultan subalternos.
Y es que, así como la dictadura es capaz de mostrar su talante inescrupuloso y produce un arrebatón en la Asamblea Nacional con base en el soborno abierto de pequeños personajes de la política, puede estar preparando una celada similar para las universidades. Eso hace que, de antemano, todo aquello que suene a ayuda a esa estrategia es visto con malos ojos. Sin embargo, por la naturaleza de la universidad, es difícil que esta circunstancia pueda operar y que no podamos atender nuestros asuntos de manera más amplia y clara.
Pero estamos entrampados. Si decimos cosas arrimamos la brasa en favor del gobierno. Si no lo hacemos nos convertimos en cómplices de actos innobles. La universidad tiene serios problemas que deben ser atendidos, precisamente para estar en mejores condiciones para asumir una política para su recuperación.
Por ejemplo, dirigentes gremiales de la Apucv doblan largamente el ingreso de los profesores afiliados. No pedimos que se siga el ejemplo de Rodolfo Quintero en sus tiempos de dirigente obrero de los petroleros. Luego gran académico, creador del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela, que lleva su nombre. Pero al menos debe de existir cierto recato a la hora de la ostentación, frente a las menguadas condiciones de los afiliados.
Por razones distintas, las autoridades universitarias a distinto nivel, cuentan con ingresos muy superiores al resto del profesorado. Se premia el cargo directivo, no la cuestión académica y de investigación. Así, un director de Escuela, aun siendo instructor, puede ganar mucho más que un profesor titular, por supuesto, con doctorado.
La universidad mengua en investigación. En publicaciones la cosa es igual. La extensión se ha reducido al mínimo. El centro de la cultura de otrora, que brindaba conciertos semanales de la sinfónica, de la filarmónica, de Joan Manuel Serrat, ya no abre sus puertas salvo para algún evento comercial.
Se viene distorsionando la academia. Se viene deteriorando aquella percepción que ha existido de que la universidad venezolana era el mejor ejemplo a seguir. Centro del saber y la cultura. De la sapiencia vinculada a la probidad. Por eso era la institución mejor vista por los venezolanos. De allí que, aun estando entrampados, debemos propiciar el debate acerca del rescate para la defensa de la universidad pública autónoma y popular.
Por el rescate de la universidad
Deben renovarse las autoridades. Aunque, más que eso, debe renovarse la universidad toda en sus aspectos sustanciales, reivindicando el espíritu de la renovación. Como en esa época, pero en su espíritu, contando con la presencia de Carlos Raúl Villanueva, el arquitecto de la UCV.
De la universidad debe emanar el ejemplo. La universidad debe convertirse en referencia de probidad. De vida en correspondencia con los tiempos. Debe rescatar el apostolado docente. Mismo que debe expresarse en lo gremial y en lo institucional.
Debe presentarse la universidad como el espacio en el cual Prometeo pueda escapar del castigo de ese Dios de pocos escrúpulos…
Es tiempo como para que se adelanten nuevos compromisos de la dirección gremial para asumir la dirección política, sin descuidar las reivindicaciones propias de los afiliados.
Es tiempo como para que se adelante una política de rescate del espíritu autonómico basado en la búsqueda de la verdad. Que la universidad vuelva a ser un centro para el desarrollo y realización plena de la crítica a lo establecido. Debe rescatar el espíritu de la renovación de 1968, el más profundo y hermoso proceso por cambiar radicalmente la universidad venezolana para colocarla al servicio del interés de la humanidad de la nación venezolana y de su pueblo.
Carlos Hermoso es economista y doctor en ciencias sociales, profesor asociado de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político. @HermosoCarlosD