La independencia de Brasil en perspectiva sudamericana

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Por: Alejandro Mendible

La confrontación política por el control sudamericano se agiganta de manera peligrosa en Brasil. La efeméride de los 199 años de la independencia de ese país, este 7 de septiembre, llega cuando existe un álgido momento controversial de la política nacional, en extremo polarizada. Además, origina preocupaciones entre los analistas brasileños sobre una eventual alteración de la marcha democrática y, en consecuencia, el viraje del gobierno de Jair Bolsonaro hacia el autoritarismo.

Esto sucede cuando el país se encuentra enrumbado hacia unas cruciales elecciones pautadas para finales del próximo año. Por los momentos, en ellas aparecen dos mitos: el del emblemático presidente ultra derechista antes mencionado, que representa la vigencia del modelo neoliberal vinculado a la corriente occidental del mundo, asociada al modelo de la democracia liberal; y la contraria, representada por el expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, asociada con la controversial propuesta del Socialismo del Siglo XXI y que ,de manera sorprendente, logra recuperar sus derechos políticos después de haber sido defenestrado por corrupción en 2016.

En tal sentido, de no presentarse otro aspirante que pueda  abrir una tercera vía, los candidatos antes señalados representarían los dos modelos antitéticos que se disputan el control del futuro del país  y cuyos resultados serán de enorme importancia para la suerte del continente.

Las condiciones presentes en esta área del mundo son muy diferentes a las existentes hace dos siglos  atrás cuando se produjo la ruptura con el colonialismo ibérico, un asunto que si presentamos en una rápida visión, nos ayuda  a comprender mejor el controversial presente en el cual nos encontramos.

Empecemos por decir que Brasil se destaca por su original independencia dentro de los países americanos, que le permite conservar toda la herencia y espacio colonial portugués, y en la actualidad, controlar la mitad del continente sudamericano al mantener fronteras con todos los países del área con excepción de Ecuador y Chile.

En  Latinoamérica, la independencia  se produjo mediante dos procesos diferentes, gestados  dentro los imperios ibéricos de España y Portugal cuando fueron  severamente desestabilizados por la intervención de las fuerzas francesas de ocupación, dirigidas por Napoleón Bonaparte.

Mientras en España la invasión motiva la abdicación del rey Carlos IV, en favor de su hijo, y Bonaparte nombra a su hermano creando una ruptura con sus súbditos americanos y dando la oportunidad a los mantuanos de dirigir el desconocimiento de la metrópoli, en Portugal se fortalece el colonialismo cuando  el rey Joao VI logra huir  hacia Brasil y restablece allí su reino europeo.

En este contexto, la independencia brasileña del 7 de septiembre de 1822 es muy diferente al de las repúblicas hispanoamericana gestadas  desde 1810, cuando se dan los primeros gritos de independencias en los cabildos de Caracas y Buenos Aires, seguidos de diferentes guerras que terminan en Perú con la batalla de Ayacucho, en diciembre de 1824.

Por el contrario, en Brasil, sin violencia, surge un imperio independiente con Pedro I: el príncipe regente portugués en el histórico “Grito de Ipiranga”  rompe  las ataduras coloniales con simplemente negarse a acatar la orden de las cortes de  Portugal de regresar a Lisboa, donde ya  se encontraba su padre, como lo exigía las demandas de la Revolución de Oporto de 1820.  

El anticolonialismo conservador brasileño preserva la unidad territorial mediante un pacto de gobernabilidad entre el Emperador, que tiene el poder político, y los hacendados esclavistas que mantienen el poder económico en las provincias distantes. Posteriormente surge la nacionalidad, cuando la población acepta al monarca y, más tarde, se registra una serie de hechos que conllevan a que primero aparezca el Estado antes de  la nación.

Lo contrario ocurre en Hispanoamérica, donde el surgimiento del nacionalismo condujo a la formación de pueblos diferentes representados, a lo largo del siglo XIX, en diferentes repúblicas que se disputaron  la disgregación del espacio colonial español. 

Consecuentemente, durante los dos últimos siglos de la evolución independiente de Sur América, sus pobladores no tomaron conciencia de la importancia de la unificación de sus nacionalidades afines: vivieron en países diferentes con desarrollo desiguales y cuyos objetivos eran diversos y, en muchos casos, contrarios. No obstante, existirá una herencia colonial sustentadora de bases socioculturales análogas.

Esta situación, no sólo los define como latinoamericanos, sino que también establece el contraste con la cultura anglosajona de los Estados Unidos, impulsora del mito, a partir de 1845, de que sus ciudadanos son los llamados a cumplir un destino manifiesto tendiente a extenderse por todo el continente americano en nombre de la libertad.  

Sin embargo, Brasil, a diferencia de los países hispanoamericanos, no se sintió amenazado por la doctrina expansionista del norte y, por el contrario, a principio del siglo XX, durante la gestión del canciller Rio Branco ­ ꟷquien para algunos representa un visionario de las posibilidades  geopolíticas  de la colonización  luso-brasileña  en el siglo  XXIꟷ  establece una alianza tácita que le permite convalidar la situación de los límites del Brasil de manera satisfactoria en Sur América.

Esta situación, en la cual Brasil pone su interés geoestratégico a depender de una alianza con EUA por encima del resto de América Latina, se repite en 1964, cuando la influencia de la revolución cubana  alteraba el curso regional de la guerra fría y  el ejército brasileño, esgrimiendo la doctrina de seguridad nacional, toma el poder e implanta un régimen autoritario para asumir una amenazante posición protagónica de un subimperialismo regional.

El estudio de este periodo es fundamental para comprender la reformulación política de Sudamérica en la actualidad. El futuro inmediato se refleja en la confrontación electoral brasileña del próximo año, en la cual los dos candidatos principales representan las dos tesis establecidas durante el periodo creado por el golpe militar de 1964. Así, por una parte, Bolsonaro fundamenta su posición actual, de buscar perpetuarse en la presidencia como un führer (líder) de los trópicos sudamericanos, en asumir los valores y principios surgidos del agresivo Estado militarista fortalecido en 1964, y que se impuso por la fuerza sobre la nación para defender el capitalismo regido por los Estados Unidos. Mientras Lula, por el contrario, podría representar a la sociedad civil que, en su lucha por reconquistar sus derechos democráticos, comprende que para lograrlo era necesario, como objetivo,  compenetrarse con los otros pueblos sudamericanos para hacer una causa común, democratizadora a escala regional. De esta manera, se podría superar los graves errores del pasado que mantenían la disgregación.

Esta estrategia, desde la última década del pasado siglo, pasa a ser controlada por los sectores de izquierda y, a principios del nuevo siglo, logra aprovechar la coyuntura internacional para crear Unasur, una plataforma de convergencia de sectores disimiles entre  los planos nacionales e internacionales unidos en la lucha contra el capitalismo y privilegiando el aspecto social hasta el 2016. 

El 31 de agosto de ese año se produce en el Senado del Brasil el impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff, cuya conjura saca al proyecto Lulismo del gobierno, para algunos, mediante un golpe blando. Otros hablaron de una rectificación de las desviaciones del gasto social del estado que restituía su rol de garante de “Orden y Progreso”.   

Más aún, el hecho histórico representa un golpe mortal a la estabilidad de Unasur que, de manera soterrada, representaba los intereses de la corriente del Socialismo del Siglo XXI creada por Fidel Castro y Lula, en 1990. En los últimos cinco años impera una grieta entre los propósitos ideológicos relacionado con los fines del continente, y pudiera profundizarse mucho más según los resultados de las elecciones brasileñas del próximo año.


ALEJANDRO MENDIBLE | [email protected]

Historiador, profesor de la Universidad Central de Venezuela.