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sábado, 4 mayo, 2024
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La contienda electoral

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Por Heysel Rodríguez 

Si la política en democracia es, entre otras cosas, discutir ideas, podríamos decir que el poder es la capacidad de acortar la distancia entre manifestar la voluntad y la acción.

El protagonismo opositor que logró avanzar en la esfera internacional con la estrategia de presión por sanciones y reconocimiento, resquebrajó profundamente la imagen “democrática” del gobierno de Nicolás Maduro y mermó su capacidad de acción frente a interlocutores que, ante la confirmación de una compleja emergencia humanitaria en el país, terminaron por exigir salidas al conflicto.

Preparando el terreno

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El gobierno de Nicolás Maduro decidió avanzar hacia unas elecciones parlamentarias conociendo a su contrincante: partidos de naturaleza electoral con liderazgos ávidos de poder.  

La intención de Maduro y el Psuv es consolidar una estrategia de hegemonía partidista, construir una oposición a la medida mediante la coexistencia con partidos políticos que le funcionen como satélites y les permitan lucir una escena más “democrática”.  

Desde esa perspectiva, la opción electoral da la posibilidad de neutralizar el liderazgo de buena parte de la oposición que puede resultar incómoda: una nueva Asamblea Nacional le quitaría el soporte a la investidura asumida por Juan Guaido; un proceso electoral distraería los esfuerzos de los partidos políticos, obligándolos a centrarse es estrategias de captación de votos;  ahondar la fractura opositora entorpecería la acción unitaria y contrarrestaría la posibilidad de consolidar capacidades; lograr buena participación reperfilaría el talante “democrático” a Maduro  y otorgaría tiempo para maniobrar en el poder.

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Sopesando estos posibles resultados, entre los que también se incluyen la retoma del legislativo, el madurismo –amparado en el calendario electoral– comenzó a afinar la maquinaria para no dejar cabos sueltos: el TSJ interviene con el tema de omisión legislativa y el descuido de los diputados en no avanzar en el proceso de renovación del CNE. También aprovecha para entregar los partidos políticos a juntas ad hoc conformadas por militantes inclinados a la contienda electoral sin miramientos a las condiciones de las mismas. Por otra parte, la Asamblea Nacional Constituyente levanta la aplicación del decreto que obligaba al proceso de renovación de partidos políticos y desde su seno sentencia que hay convertir la pandemia en una fiesta electoral.

Visto esto, tenemos que aparte de crear las condiciones idóneas para su participación, el madurismo está adelantándose a barnizar las condiciones de competitividad para confrontar los argumentos opositores.

Sin embargo está la cuestión de los detalles, la legitimidad e imparcialidad de las nuevas autoridades del ente rector siguen en entredicho; la intervención de los partidos opaca el canal de articulación con el electorado; la criminalización de las organizaciones, desviste el sesgo autoritario, circunstancias que hacen predecir que en un eventual proceso electoral, para generar confianza, credibilidad y estimular la participación de los electores, tendremos que preguntarnos si bastará con activar dádivas,  pues la precaria situación económica es una variable que influye en el estado de indiferencia de la ciudadanía. 

No obstante, del madurismo hemos avistado su capacidad de coordinación y movilización mediante la milicia y los Clap. Las misiones volverán a su rol protagónico; la sobrecarga cognitiva que aviva el sesgo de información en el ciudadano es otra ventaja del madurismo, que teniendo el control de los medios, tiene mayor posibilidad de insertar su mensaje; se suma el contexto pandémico y las medidas de distanciamiento que aunadas a la precaria situación de internet en el país, cercenan las maniobras en una eventual campaña electoral para la oposición. 

Pese a los esfuerzos por no mostrar las costuras, aun no se habla de la depuración del Registro Electoral, de los veedores, las auditorias y el software, y demás está decir que es cuesta arriba la invitación a la participación a un “pueblo” que pretende sobrevivir al COVID-19 con salario de 4$ al mes.

Sin insultos, trascienda

Al liderazgo opositor le queda definir claramente si van por inercia a la contienda o si se deciden a innovar en opciones tácticas, pues a estas alturas se trata de trascender entendiendo que vamos a la aniquilación del espacio público donde convergen, se reconocen y se discuten las ideas que permiten contener las extralimitaciones del poder. 

Hoy la importancia radica en impedir que gane la indiferencia: banalizar el mal se trata de normalizar situaciones que permiten expropiar a la ciudadanía de sus reclamos y exigencias, la normalización induce a actuar en inercia y así definitivamente no avanzamos.

Heysel Rodríguez es politóloga y consultora política | @BonaOpinio

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