Hace algunos días, a finales de octubre, la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab) nos sorprendió con datos de otro de sus estudios; en este caso sobre juventud. Entre esos aportes está la preocupante cifra de un 37% de jóvenes entre 16 y 24 años que no están ni estudiando ni trabajando (El Ucabista, Enjuve 2021, 26/10/21. Anitza Freites y Luis Pedro España, investigadores de la Ucab, fueron los voceros de Enjuve 2021).
Quisiera detenerme en esta población en el limbo: ni estudia ni trabaja. Además, si uno ve otras cifras, tenemos muchos jóvenes que no ven ni presente ni futuro en nuestro país. Y me detengo en esta información porque entre tanta noticia de estos días, unida al arranque de la campaña electoral con miles de candidatos, es posible que la encuesta juventud haya pasado desapercibida por muchos de nosotros.
Ya Encovi, esa encuesta sobre condiciones de vida liderizada por la misma universidad, nos había alertado que la matrícula en educación universitaria había bajado considerablemente. También sabemos que en el bachillerato, los últimos años, los que corresponden al ciclo diversificado, está teniendo deserción, ya sea porque los chicos se ponen a trabajar y/o porque no le ven incentivos al estudio, entre otras razones porque en este país pareciera que da lo mismo estudiar o no para conseguir trabajos con sueldos decentes. También por toda una realidad que grita: un ejemplo es la situación de profesionales universitarios con salarios de hambre, como sucede con los docentes, los médicos y enfermeras.
Pero volvamos a la juventud venezolana en el limbo. Se supone que esa es la etapa de vida de las ilusiones, de fijarse metas, de prepararse, de estudiar. Se supone que hay energías de sobra, que hay capacidad para adaptarse a nuevas realidades. Detallemos algunos números comparados con el 2013, cuando la universidad mencionada hizo el otro estudio sobre juventud: hace 8 años la doble exclusión, es decir, ni estudio ni trabajo, afectaba al 23% de los consultados, pero hoy al 37%, como ya apuntamos.
El estudio se hizo entre febrero y agosto del 2021, y el número de encuestados fue de 10.765 jóvenes. Hace 8 años, el 30% de los consultados respondió que había alcanzado el nivel de técnico superior universitario. Hoy, en el 2021, solo el 19% dice haber llegado a ese nivel. Es como para preocuparse y ocuparse de tanto joven sin presente y con triste futuro. Para completar las dificultades de los jóvenes, el 44% dice que no se iría del país —pues también los que se van enfrentan muchos problemas —; 28% dice que se marcharía, y 24% no sabe. Incertidumbre, pues.
No ven un país con opciones y en cambio ven muchos problemas. El principal, según Enjuve, es el económico (lo dice el 47,1%), seguido de los problemas sociales (un 18,6%), que incluye pobreza y servicios de educación y salud; luego los problemas políticos (12,3%), que incluyen corrupción, malos gobiernos y violación de derechos humanos; finalmente, infraestructura (11,7%).
Tal vez estos otros datos sean más preocupantes todavía: solo un 50% afirmó que ve la democracia como el sistema preferible, 22% cree que sería mejor un sistema autoritario y un 27,5% opina que le da lo mismo democracia o autoritarismo. ¡Imagínense! Jóvenes prefiriendo autoritarismos o que les da igual uno que otro sistema. Para que vean cómo se ha deteriorado la percepción de la política en los jóvenes: en el 2013 el 68% consideraba la democracia como el mejor sistema. Añadamos que la mayoría no tiene interés en participar en organizaciones políticas y solo un 30,3% dice confiar en los partidos políticos.
¡Mucho joven en el limbo! No estudia, no trabaja, no tiene interés en la participación política y solo la mitad ve como buena la democracia.
¿Qué se puede hacer?
Creo que lo primero es asimilar estos datos y ver la importancia en socializar alternativas, aunque no sean masivas. Así como la urgencia en difundir la existencia de referentes positivos. En nuestra limitada experiencia, en Fe y Alegría y organizaciones aliadas, sabemos que en comunidades populares, muy pobres y asediadas por delincuencia organizada, los adolescentes y jóvenes son capaces de anotarse en iniciativas que parten de sus intereses. Como el Proyecto Madiwa, en la periferia de Barquisimeto, por medio del cual Esperanza Activa organizó a los estudiantes “difíciles”, problemáticos, de una escuela de Fe y Alegría y los entrena en rugby los sábados. Los “chicos malos” se vuelven líderes positivos y se alejan del riesgo de la deserción y de terminar en una banda.
Quienes no han terminado su bachillerato tienen que saber, por ejemplo, que lo pueden hacer en el Instituto Radiofónico de Fe y Alegría (Irfa). Es verdad que ha bajado mucho la matrícula, pero en estos momentos hay 4.256 inscritos, el 65% de estos entre 16 y 24 años, y pueden terminar su bachillerato en menos tiempo que en el liceo común. Adicionalmente, hay cerca de 500 centros de orientación que los ayudan a estudiar. Además, egresan con un oficio, como las menciones de mantenimiento mecánico, agroecología, servicios de salud, educomunicación, contabilidad, telecomunicaciones e informática…
También puede ayudar la socialización de organizaciones juveniles, que los orientan desde adolescentes para que tengan un proyecto de vida. Entre aquellas están el Movimiento Juvenil Huellas, @Huellas, que hoy está en 58 lugares del país: 48 centros de Fe y Alegría, 5 parroquias, 2 universidades, 2 comunidades, entre otros. Atiende a 7.609 adolescentes y jóvenes, lo que significa que es un trabajo que previene la deserción escolar y los ayuda a tener un proyecto de vida. Un gran apoyo y una manera de evitar que los muchachos terminen en la nada.
Ni usted ni yo somos ministros y tal vez no tenemos mucho poder para tomar decisiones en el país, pero podemos ayudar a abrir ventanas para prevenir que aumente la juventud en el limbo, sin presente y sin futuro.
LUISA PERNALETE | @luisaconpaz
Educadora en zonas populares por más de 40 años. Utiliza el sentido del humor como herramienta pedagógica.
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