El peso de la obesidad

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Por: Karina Monsalve

Con motivo de celebrarse el día Mundial de la Obesidad en el mes octubre, dedicaré este artículo a la descripción de esta problemática con el fin de aportar en la concientización y la prevención de las múltiples patologías asociadas.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la obesidad y el sobrepeso se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Una forma simple de medir la obesidad es el índice de masa corporal (IMC), esto es el peso de una persona en kilogramos, dividido por el cuadrado de la talla en metros. Una persona con un IMC igual o superior a 30 es considerada obesa y con un IMC igual o superior a 25 es considerada con sobrepeso.

Como es bien sabido por todos, la obesidad afecta negativamente varios aspectos de la salud e incrementa el riesgo de muchas enfermedades crónicas, tales como diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardíacas, síndrome metabólico, artrosis, insuficiencia renal crónica, apnea del sueño, depresión y otros trastornos psiquiátricos. Además, un dato novedoso es que existe evidencia reciente que apunta a una relación entre la obesidad y la disfunción cognitiva, especialmente cuando aparece el aumento de peso en personas de edad intermedia.

Desde el punto de vista psicológico, se ha relacionado a la obesidad con la presencia de trastornos del estado de ánimo, de ansiedad, depresión, baja autoestima, trastornos de la conducta alimentaria y problemas emocionales. Estudios científicos han demostrado que la depresión es mucho más frecuente en los sujetos obesos en comparación con personas de peso normal. Y más marcada en mujeres que en hombres. Sin embargo, hasta ahora ningún estudio ha podido demostrar de manera concluyente una relación de causalidad en ningún sentido: la obesidad no precede a la depresión ni la depresión predispone al aumento de peso. 


Como es bien sabido por todos, la obesidad afecta negativamente varios aspectos de la salud e incrementa el riesgo de muchas enfermedades crónicas, tales como diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardíacas, síndrome metabólico, artrosis, insuficiencia renal crónica, apnea del sueño, depresión y otros trastornos psiquiátricos

Karina Monsalve

Generalmente, hemos visto que la narrativa sobre las causas y naturaleza de la obesidad recaen en su mayoría en una cuestión de responsabilidad individual, dejando por fuera otros factores (genéticos, hormonales, sociales y culturales) que sumados constituyen una mejor explicación al respecto. Un paso para abordar el tema es eliminar la creencia común de que estas condiciones son el resultado de factores controlables por el individuo, como el exceso de comida y la falta de ejercicio. Durante años se ha  culpado al individuo de ser el único responsable de su obesidad, se estigmatiza, se penaliza su falta de voluntad  y se discrimina en muchos contextos.

Las personas con sobrepeso viven hoy en día en una sociedad “obeso-fóbica” que estigmatiza al obeso. Esto golpea su autoestima, trae consecuencias en sus relaciones interpersonales, en las posibilidades de acceso a los mejores trabajos, en la escogencia de parejas y hasta en las asignaciones de puestos en un avión. Los obesos viven sentimientos de desvalorización cotidianos, todos se enfrentan a la misma presión social, lo que no quiere decir que todos la elaboren y afronten de la misma manera. 

Existen razones que llevan a una persona a ingerir más alimento de los que necesita, aún sabiendo sobradamente la teoría, y que este comportamiento acabará, antes o después, en unos kilos que perjudicarán su salud y su estética personal. Muchas personas, en pleno régimen o tras haberlo terminado, experimentan tanta ansiedad o depresión, que ponen fin a la dieta y vuelven a su antigua forma de alimentarse, con lo que vuelven a aumentar de peso. Hay un auto saboteo y un efecto rebote.

Por lo general, los aspectos psicológicos que influyen en que una persona esté obesa y/o que no pueda adelgazar eficazmente se abordan por separado, sin embargo, nada impide que en la realidad de muchas personas, estas causas se entremezclen. Las causas psicológicas e interpersonales no son aspectos distantes y desconectados unos de otros, se funden y hasta se confunden entre sí.  De hecho, hay algunos factores psicológicos y familiares que aunque se presentan en menor frecuencia pueden socavar el tratamiento, por ejemplo: el valor simbólico de los alimentos, la obesidad como forma de castigo, el miedo a estar delgado, la obesidad como forma de evitar situaciones, el rol de los padres o de la pareja frente a la obesidad, entre otras.

Parte de reconocer que la causa de la obesidad es multifactorial, es aceptar que se trata de una enfermedad crónica, posición que asumió la Organización Mundial de la Salud en 1997. De allí que el manejo y tratamiento del mismo debe pasar entonces por un equipo multidisciplinario para su adecuado abordaje.

El tratamiento aunque multisciplinario debe ser específico para cada paciente, tomando en cuenta sus condiciones metabólicas, nutricionales,  la personalidad de éste y del sistema ambiental en el que se desenvuelve. El tratamiento debe ser integral (nutricionista, internista, endocrinólogo, cirujano bariatra, preparador físico y psicólogo, entre otros) para facilitar no sólo herramientas que le permitan un cambio de hábitos alimentarios y de estilo de vida, sino también debe proveerles herramientas básicas para lograr un fortalecimiento interno básico.

El éxito de este abordaje consistirá, no solo en la reducción del peso como criterio final, sino en el resultado a largo plazo de la calidad de vida del paciente, hábitos alimentarios adecuados, su estilo de vida, autoimagen,  valoración de sí mismo y conciencia de enfermedad.


KARINA MONSALVE | @karinakarinammq

Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad