«Al salir por la puerta hacia mi libertad supe que sino dejaba atrás toda la ira, el odio y el resentimiento, seguiría siendo un prisionero»
Nelson Mandela
Las carreteras de Colombia se han llenado de migrantes venezolanos, pero contrariamente a lo que sucedía en meses pasados, no para huir del régimen de Nicolás Maduro, sino para volver a su país, acosados por la tragedia del coronavirus y por la indiferencia de los gobiernos que los acogieron, de los organismos internacionales y del propio gobierno interino de Juan Guaidó.
Los medios de los países del continente se han llenado de la sangre de los venezolanos, que lamentablemente han perdido sus vidas en ese peregrinaje hacia sus hogares. En Perú dos venezolanos mueren arrollados por una gandola mientras dormían en la carretera. En Colombia, dos venezolanos fallecen al volcarse autobús que los traslada hacía Cúcuta.
Los que se quedan por no arriesgarse a la aventura que significan esos viajes, sufren lo peor de la xenofobia y la indolencia. Viven en la calle, sin trabajo y alimentos. Condenados a morir contagiados por el letal virus que causa estragos en estos países.
Lo que no entienden los venezolanos, es ¿dónde están los millones de dólares que han donado para atender a los migrantes, que ni siquiera pueden contratar autobuses para trasladarlos a las fronteras de Colombia con nuestro país?
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Pero el sufrimiento de los venezolanos no se detiene en esta nueva tragedia, ni en el hecho de tener el peor gobierno del mundo, sino en el desprecio de la clase política, que ante la hambruna que se avecina en la patria de Bolívar son incapaces de entablar una negociación seria que lleve a una salida pacífica a la crisis del país.
Imposible pasar la página de la polarización y el odio que construyó Hugo Chávez como fórmula de consolidar su poder. Esta vía le permite a Maduro mantenerse en Miraflores pese a la tragedia que causa al país y a la oposición como un cogobierno, que en la práctica no existe, pero con la botija llena de dólares para mantener su propia burocracia.
En este escenario ha provocado que por 20 años se mantenga el mismo status quo. La corrupción chavista en el poder y los mismos personajes, que tienen el mismo tiempo tratando de despojarlos de los privilegios del poder, pero conviviendo con ellos e impidiendo que se de la unión de todos los factores que adversan a Maduro.
El odio es el elemento medular que alimenta al régimen de Maduro y destruye a la oposición. La oposición, que por sí sola no ha generado una opción válida para poner fin a la cúpula chavista, pretende ser la impoluta, la inmaculada. Los sectores que en un momento apoyaron al chavismo o fueron funcionarios, son todos unos corruptos, asesinos y que deben estar presos.
Hay personajes de la oposición, que se creen los influencers de las redes sociales, que utilizan estos medios para atacar a valientes ex funcionarios, que estando en Venezuela han desafiado al régimen de Maduro, algunos pagan su valentía con la muerte como Oscar Pérez o con la prisión en el caso Raúl Isaías Baduel y Miguel Rodríguez Torres.
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En el caso de Miguel Rodríguez Torres, quien tuvo una destacada labor al frente del Ministerio de Relaciones Interiores Justicia y Paz, donde en apenas en un año de gestión redujo en 37% la tasa de homicidio en el país y después de romper con Nicolás Maduro y crear el Movimiento: Desafío de Todos, fue encarcelado, sin que ninguna organización de derechos humanos vigile que no le sean violados sus derechos, al igual que el G/J Raúl Baduel.
Contra Rodríguez Torres hay ensañamiento en las redes sociales, especialmente por una activista llamada Tamara Sujú, que actúa más por rencillas personales que por cuestiones políticas. En todo caso la inmolación del exMinistro tiene más valentía de quienes se van del país y en su cómodo exilio se atreven a criticar y desprestigiar a quienes se desprendieron de sus familias y bienes materiales por aportar a la lucha por la libertad del país.
Lo mismo sucede con la Fiscal Luisa Ortega, víctima de las redes sociales sin justificación alguna. Ignoran que en el ejercicio de sus funciones fue la primera que cuestionó las masacres perpetuadas por la OLP. Que desenmascaró al gobierno en el caso Valenilla, y tuvo que salir clandestinamente de Venezuela con todos sus bienes confiscado.
Ningún régimen dictatorial ha caído sin que se produzcan fracturas internas, pero el odio de la posición y su desespero por tomar revancha, lo único que logra es amalgamar al chavismo entorno al causante de tanto sufrimiento le causa a los venezolanos.
Marco Hernández es periodista y fundador de la ONG Periodistas por la Verdad. @hmarcovalor
