Por: Marcos Hernández López
El filósofo, escritor, periodista, gastrónomo, miembro de la academia francesa y político Jean François Revel escribió en muchas de sus narraciones que “la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”. Goebbels, el genio nazi de la propaganda, popularizó que “una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en verdad”. La frase, en realidad, es de Lenin. La significación de populismo es tan compleja, que los especialistas del tema lo han visto como una especie de nacionalismo puro cuyo rasgo característico es la equiparación del país con el pueblo, pareciendo este último al universo social integrado por la gente.
En el mundo político se considera como una verdad el populismo; tiene particularidades muy especiales, ya que es odiado y querido paralelamente con la misma contundencia. Esta realidad convoca la atención en tiempos tan turbulentos socialmente. El populismo es propio de la demagogia, la simulación, hipocresía política más conflictiva, muchos ciudadanos solamente quieren que les digan lo que desean escuchar. El populismo también es querido, tanto en el lado de las ideologías de derecha e izquierda, ya que los que lo utilizan son conscientes de que, en el caso de ser aceptadas sus propuestas, tendrán éxito en el campo electoral, que es lo fundamental para los dirigentes o líderes políticos, traducido en poder. El populismo en su especificidad tiene toda una intención revelada: manipular al pueblo con palabras básicas para enfrentar situaciones económicas y sociales, menospreciando el intelecto humano. Lee Kuan Yew, el “padre de Singapur”, decía: “Nosotros decidimos lo que es correcto, no importa lo que la gente piense”.
El populismo es propio de la demagogia, la simulación, hipocresía política más conflictiva, muchos ciudadanos solamente quieren que les digan lo que desean escuchar. El populismo también es querido, tanto en el lado de las ideologías de derecha e izquierda
Marcos Hernández López
Indudablemente, las estrategias políticas se mueven en función de logros. En las democracias las crisis son aprovechadas por partidarios de la oposición para debilitar al gobierno de turno, eso tiene una lógica racional para alcanzar los objetivos trazados, la victoria. Como decía el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz: “Ningún pueblo termina creyendo en su gobierno”. Tengo visión compartida con algunos analistas y especialistas en temas sociohistóricos en la época de la independencia cuando afirman que “Simón Bolívar, antes de morir, escribía una carta al general José Flores, su lugarteniente. Le decía: ‘La única cosa que se puede hacer en América Latina es emigrar’. Bolívar, que terminó su vida frustrado y deprimido, finalmente comprendió que Latinoamérica tenía un futuro incierto, la dirigente clase política irrespetan las instituciones, y violentaban el marco legal cuando obstaculiza sus caudillajes mesiánicos”. Lamentablemente, las palabras del Padre de la Patria aún siguen vigente en pensamiento y acción.
Desde su inicio en el poder la revolución bolivariana también utiliza como bandera el nacionalismo de manera estratégica y táctica, para dar la sensación de unión con el pueblo, teniendo como los protagonistas a los más pobres, excluidos, no visibilizados. Es decir, en nombre de estas personas es que Nicolás Maduro se erige en su imaginación como el supremo líder defensor de los intereses nacionales frente a las agresiones e inevitable invasión del imperio norteamericano y sus aliados a nuestro país.
El populismo en su especificidad tiene toda una intención revelada: manipular al pueblo con palabras básicas para enfrentar situaciones económicas y sociales, menospreciando el intelecto humano
Marcos Hernández López
En nuestro contexto, el populismo del Siglo XXI moviéndose dentro de una comprensión pragmática, se atrevió a construir neopolíticas socioeconómicas que apuntaban al beneficio coyuntural de los más vulnerables, los estratos sociales D y E. En la gestión Maduro la práctica del populismo es un subterfugio “salvador”, esta solución que, al principio se aceptaba a través de sus misiones como políticas de buena voluntad e imponiendo la justicia social hacia los más desposeídos con sustancia redentora. Sin embargo, la crisis económica conspira con las prácticas populistas que solo queda en nivel efectista, sin solucionar el todo de los problemas sino algunas pequeñas partes, el populismo revolucionario quedó sin la magia necesaria para hechizar un pueblo sufriente.
La realidad actual de Venezuela es una advertencia a todos los ciudadanos del mundo, situación que convoca a una reflexión final, para darle paso a la razón el populismo es un tránsito complejo y hasta contradictorio que, al principio, puede resplandecer como una democracia. No obstante, cuando se analiza llegamos a la conclusión lógica, el populismo puede provocar que la democracia se debilite o incluso se convierta en autoritarismo… caso Venezuela.
En síntesis, “Música que suena en flautas de populistas es como en la leyenda urbana alemana de la fábula de Hamelin, conducen al pueblo hacia su sacrificio para ellos poder reivindicarse”.
MARCOS HERNÁNDEZ LÓPEZ | @Hercon44
Sociólogo, docente universitario | PhD Gestión de Procesos | CEO Consultora Estudios de Opinión.