¿Dónde está la plata de los jubilados petroleros?

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LOS PITAZOS DEL DIRECTOR


Por: César Batiz

Ellos, nuestros jubilados petroleros, son como el coronel que no tiene quien le escriba del genio de Gabriel García Márquez. Ese veterano de la última guerra civil colombiana que aguarda la ratificación de su pensión mientras pasan los años y crecen sus penurias más rápido que sus arrugas.

La novela El coronel no tiene quien le escriba es la segunda obra de García Márquez, publicada en 1961. La leí por primera vez cuando tenía 13 años. Estudiaba segundo año en una institución administrada entonces por Lagoven, la escuela Caracciolo Parra León, de Tía Juana, estado Zulia.

No recuerdo si así era la tarea del profesor Pedro Zapata en la cátedra Lengua y Castellano, pero presenté un análisis en el cual hacía un paralelismo entre el veterano de la guerra y los jubilados petroleros, a quienes veía todos los días sentados siempre en el mismo lugar, con sus alegres chácharas bajo un sol de 40 grados, pero lamentando, ya a finales de la década de los ochenta, que la pensión no alcanzaba.

La mayoría de esos jubilados de Tía Juana ya murieron, pero el relevo de esa otoñal generación la pasa en peores condiciones que sus antecesores. Como nieto, hijo, sobrino, cuñado, primo y alumno de trabajadores petroleros lo he visto y escuchado de boca de las propias víctimas.

Ellos padecen las consecuencias de la ausencia de una seguridad social que recompense los años de esfuerzo en cabrias, tanques, lanchas, barcos, puertos y aeropuertos, salones de clases u oficinas donde se llevaban con pulcritud las operaciones de la principal industria del país. Claro, ese fue el pasado.

¿Qué ocurrió? La gran opción para una vejez tranquila, el Fondo de Pensiones de Trabajadores y Jubilados de Pdvsa, fue objeto de un robo de cerca de 500.000.000 de dólares de manos del financiero venezolano-estadounidense Francisco Illarramendi, en complicidad con miembros de la administración de Rafael Ramírez, en Pdvsa, como el vicepresidente de Finanzas, Eudomario Carruyo, y su supervisado, Juan Montes. Eso ocurrió durante la primera década de este siglo.

Ciertamente, Illarramendi fue condenado en Estados Unidos por armar un esquema Ponzi. Pero aunque pagó con cárcel y con dinero su delito, los veteranos petroleros aún siguen sin recibir lo que merecen por ayudar a construir un país que el chavismo-madurismo se ha encargado de destruir.

Protesta en La Campiña: el bastón contra el garrote

La semana pasada vimos un nuevo episodio de protesta de uno de los sectores de la población venezolana que no ha dejado de manifestarse, pese al temor que genera el aparato represivo de Nicolás Maduro. Los jubilados petroleros fueron hasta La Campiña, sede principal de Pdvsa, a reclamar su dinero. La concentración no fue mayor porque desde el Zulia no pudieron salir los jubilados y activos que querían manifestarse. Habían alquilado un autobús para unirse a la protesta en la capital, pero la Guardia Nacional los detuvo en el puente sobre el Lago y, sin ninguna razón válida, les impidió continuar el viaje hasta Caracas.

Una imagen de la deshonra de los organismos de seguridad quedará presente. En La Campiña, unos ancianos, uno de ellos con bastón, se enfrentan a policías con escudos que tratan de impedir la protesta. Entonces recuerdo una frase que me decía mi mamá bajo el techo de una casa de un campo petrolero: “Porque tú no vas a llegar a viejo”.

El 7 de junio de este año, de acuerdo con una minuta firmada por el vicepresidente de Finanzas de Pdvsa, Oswaldo Pérez; el director de Tesorería, Saúl López; la gerente corporativa de Administración de Fondos de Pdvsa, Milagros Madriz, y con la presencia de los jubilados Héctor Villalobos y Calixto Rodríguez, la directiva aprobó pagar cuatro petros mensuales para 31.896 jubilados y sobrevivientes (esposas o esposos).

Esos cuatro petros fue la forma que encontró la gerencia de Pdvsa de reconocer la deuda en pagarés de 2.707.000.000 de dólares al 9,5% de interés anual, que tiene la estatal petrolera con el fondo de pensiones de trabajadores activos y jubilados.

La cantidad de petros acordada no es mucho más de 200 dólares, suma que resulta insuficiente para una vida acorde con las necesidades que plantea la inflacionaria Venezuela, donde una familia necesita 300 dólares para acceder a la canasta alimentaria, sin incluir gastos médicos. Ahora los trabajadores piden un incremento a 8 petros para alcanzar un mejor estatus.

Mientras exigen mejores pensiones y reclaman lo que perdieron en el asalto al fondo de pensiones, los jubilados petroleros siguen a la espera, como el coronel al que nunca le llegó la carta con el anuncio del reconocimiento de su pensión. Entre penurias se extinguen vidas de quienes, con sus manos manchadas de petróleo, construyeron un país.

Al cierre: el exdirector de la Dgcim traidor

Hace más de un año conté que en la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) retiraron la foto de Hugo “el Pollo” Carvajal de la pared en la cual se encuentran los retratos de quienes han dirigido ese organismo. La razón: la traición. Diosdado Cabello señaló por traidor al “Pollo” y este le replica recordándole que traicionó a Chávez y al país. ¿Quién será más traidor? En todo caso, ya parece inevitable la extradición de Carvajal y su segura negociación para rebajar su pena en Estados Unidos.

CÉSAR BATIZ | @CBatiz

Periodista egresado de la Universidad del Zulia, especializado en Periodismo de Investigación. Director de El Pitazo.