Por: César Mogollón
En la historia de la humanidad, en distintas épocas, ocurrieron guerras, masacres y genocidios que marcaron el ascenso o caídas de grandes imperios, intercambiando el dominio de ciertas sociedades sobre otras. La biografía de un pueblo es parte de su memoria colectiva, donde se recogen tragedias, infortunios y proezas. El pasado es una forma para entender el presente y construir un futuro diferente.
En días recientes se conmemoró el Día de la Resistencia Indígena, fecha que dio inicio al mestizaje social que actualmente existe en el continente americano. Discusiones polémicas se realizan por tal evento entre hispanistas que vanaglorian la colonización española y otras posturas que reivindican la lucha de las comunidades precolombinas, y que denuncian el genocidio cometido por los conquistadores españoles.
Cambiar el pasado es imposible, es una hoja escrita para la eternidad, mas el presente puede resolver los problemas de otros tiempos con el motivo de superar conflictos, escribiendo una nueva historia. Las potencias económicas que hegemonizan al mundo tienen un historial de dominio y colonización sobre otros territorios, que se manifestó en violencia social y saqueo de recursos. El paso de las últimas décadas ha hecho una revisión autocrítica de esos acontecimientos, porque representa heridas sin cicatrizar para muchos pueblos.
La universalización de la defensa de los derechos humanos nos otorga una perspectiva militante por la vida de los ciudadanos, en contra de pensamientos políticos antiguos que empleaban la opresión al otro como modo de gobernabilidad. Hay naciones que no pueden deshacer barbaridades del pasado, pero sí pueden ofrecer perdón que regenere lazos de confianza entre sociedades enemistadas.
Países como Bélgica, Francia, Inglaterra, Alemania, a través de sus gobiernos, han ofrecido perdón a los pueblos que sus antepasados subyugaron, sumando políticas de integración diplomática, económica y cultural, que destina a emprender un mundo en convivencia, cerrando las puertas de la opresión para siempre.
La universalización de la defensa de los derechos humanos nos otorga una perspectiva militante por la vida de los ciudadanos, en contra de pensamientos políticos antiguos que empleaban la opresión al otro como modo de gobernabilidad
Paulino Betancourt
Venezuela en sus 200 años de independencia, todavía cuenta con una gran deuda social con nuestros pueblos indígenas, que a pesar del reconocimiento de la constitución de 1999 sobre sus tierras ancestrales, se continúa esperando por el fiel cumplimiento de la demarcación de sus territorios por mandato constitucional.
Al día de hoy la precariedad económica y social de los indígenas venezolanos ha resultado en una migración importante a los países fronterizos como Colombia y Brasil, un proceso de desarraigo que golpea la cultura nacional. Asimismo, intervenciones económicas en sus territorios por actividades mineras (como el Arco Minero) son denunciadas por organizaciones indígenas como una violencia a su hábitat, obligando el desplazamiento social.
Conmemorar el día de la Resistencia Indígena es más que recordar nuestro pasado, es valorar a las civilizaciones originarias del país, garantizando su bienestar y derechos humanos, de igual modo preservando su cultura y tradiciones que enriquecen la diversidad de la nación.
CÉSAR MOGOLLÓN | @CESARMOGOLLONG
Dirigente político del Movimiento Político Nacional Alianza Centro