Defensas en tiempos turbulentos

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Por: Karina Monsalve

Desde hace ya muchos años los ciudadanos venezolanos han sufrido las vicisitudes de una profunda crisis política, económica y social cuyas consecuencias a nivel de la salud psíquica ya se empieza a manifestar.

Sujetos desbordados emocionalmente, con sus capacidades defensivas disminuidas habitan en todos los espacios. Hoy, la demanda en las consultas de los especialistas en salud mental es el alivio rápido a sus síntomas, casi enmarcado en un contexto mágico e inmediato en el deseo de la resolución de sus problemas.

El mundo se encuentra transitando nuevas realidades sociales que exigen cambios y por tanto adaptaciones en las personas. Hay un nuevo accesorio para salir a la calle, una nueva manera de saludar, una nueva manera de generar ingresos económicos, de vincularnos con el otro, una nueva manera de comunicarnos y aprender de manera virtual, entre tantos otros. Estos cambios, sumados a tantos otros, generan estrés, tensión y malestar en las personas.

Todas estas nuevas situaciones requieren del individuo la capacidad de poner en práctica los distintos modos de afrontamiento pero también, emplear sus mecanismos de defensa, los cuales, independientemente de que operen de manera inconsciente o no, proporcionan un medio para enfrentar el estrés que otra forma sería insoportable. Este sistema de ajuste tiene una función protectora sobre las causas de la situación estresante de tal forma que se reduzca la presión, la frustración, el conflicto y la ansiedad.

Los mecanismos de defensa tratan de reducir al máximo las consecuencias internas que puede tener en un individuo una situación de estrés intenso y de esta manera proteger el equilibrio emocional y facilitar la adaptación de la persona a la situación específica.

Así por ejemplo, algunos de estos mecanismos de defensa que solemos utilizar son:

La negación es el rechazo a reconocer una realidad como amenazadora o dolorosa, entonces el individuo tiende a creer que no existe o a minimizar  tal situación.

La represión es, tal vez, el mecanismo más común para bloquear nuestros sentimientos y pensamientos que nos generen dolor. Excluimos los pensamientos desagradables.

La proyección consiste en atribuir nuestras propias ideas, motivos o sentimientos reprimidos a otras personas o situaciones. De tal manera que si una situación no se puede negar o reprimir es posible que se distorsione su naturaleza de tal manera que se pueda manejar con mayor facilidad.

La identificación suele ser una forma de autodefensa en situaciones en las que el individuo se siente desamparado. Adoptando o copiando características de otra persona para evitar sentirse incompetente. 

Intelectualización es una forma sutil de negación en la que nos desprendemos de lo que sentimos por nuestros problemas, los analizamos racionalmente quitándole las emociones.

Evitación, se trata de evitar el contacto con una emoción, sensación o idea de algo que vivimos como doloroso, que nos desborda y sentimos amenazante. 

Vemos entonces que existen formas diferentes de enfrentar de manera defensiva el estrés. ¿El enfrentamiento defensivo es un signo de que la persona es inestable, inmadura o está a punto de sufrir un colapso? La respuesta es NO. El enfrentamiento defensivo no solo contribuye a nuestra capacidad global para adaptarnos y ajustarnos, sino que llega a ser esencial para la sobrevivencia.

Solo cuando un mecanismo de defensa interfiere con la capacidad de funcionar del individuo se le puede considerar desadaptativo. Las defensas internas son esenciales para aliviar la tensión y la ansiedad, mitigar el fracaso, reparar el dolor emocional y mantener nuestros sentimientos de adecuación y valor en tiempos turbulentos.


KARINA MONSALVE | @karinakarinammq

Psicólogo clínico del Centro Médico Docente de la Trinidad