Cuidando al que cuida

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Por: Karina Monsalve

Un cuidador es todo aquel que asiste o cuida a otra persona afectada por una discapacidad o minusvalía que interfiera en su funcionamiento cotidiano. Cuidar a un adulto mayor o a cualquier persona que afronte una  enfermedad crónica o limitación significativa conlleva esfuerzo, dedicación, en muchos casos implica renuncias, a dedicar más tiempo al otro que a sí mismo, a un trabajo o promoción laboral, a continuar formándose, etc. En estos tiempos de COVID-19 implica estar abnegados a ese cuido sin la posibilidad de tener espacios de esparcimiento o recreación. 

La red de apoyo más importante que tiene una persona con limitaciones está constituida por su familia. Sabemos que en nuestra cultura el familiar cuida con dedicación y afecto y trata de responder a las necesidades. Sin embargo, quienes cuidan no siempre están preparados para responder ante las tareas, tensiones y esfuerzos que supone el cuidado. El desconocimiento especializado de alguna tarea, la falta de un equipo de apoyo y los conflictos familiares empiezan a desencadenarse por la sobrecarga del cuidador principal. En la mayoría de los casos representa un impacto emocional.

El ser un cuidador significa también tener los sentimientos de satisfacción por contribuir al bienestar del ser querido, pero dependiendo de cuál sea el parentesco o la relación entre el cuidador y la persona cuidada, existen diferencias en la forma en que se vive y se acepta la situación de cuidado. El parentesco es un factor muy importante para comprender y entender los sentimientos y experiencias que viven los cuidadores. Si es esposa o esposo, hermana o hija, el cuidado es aceptado más fácilmente: hay un vínculo natural de amor que favorece la disposición del cuidado.

Las condiciones y consecuencias de cuidar a una persona dependiente varían de una situación a otra, de acuerdo con las circunstancias económicas, sociales y a la propia limitación, que puede determinar un mejor o peor ajuste y adaptación de las personas implicadas en las tareas propias del cuidado.

La sobrecarga del cuidador está basada en: horas de tiempo invertido, preocupación constante, la tensión que implica cuidar de alguien, el esfuerzo físico, la restricción de la vida social entre otros. Como consecuencia llega el conocido término Burnout, que no es más que el agotamiento final del trabajo realizado expresado en cansancio físico, falta de apetito, descuido de sí mismo (en vestimenta, higiene, alimentación), alteraciones del sueño, tristeza, disminución en su autoestima, sentimiento de culpa, irritabilidad, desmotivación, sentimientos ambivalentes de amor y rechazo.

A nivel físico, la sobrecarga de un cuidador aparece cuando hay un constante cansancio excesivo, un aumento o disminución del apetito, somatizaciones, dolores musculares, cervicales, dorsalgias, lumbalgias y si la dedicación es intensa el cuidador termina por abandonar el cuido de sí mismo. 

A nivel psicológico, puede presentarse en el cuidador una sensación de estar atado a algo, no sentirse libre. Este estrés continuo puede generar una disminución en la autoestima, producir apatía, inestabilidad emocional incluso sentimientos de culpa.

A nivel familiar, lo más frecuente es que aparezcan conflictos interfamiliares porque cada quien tiene su punto de vista sobre cómo afrontar el cuido, lo que termina en el distanciamiento entre los involucrados y un desgaste en la relación. 

A nivel social lo primero que suele sacrificar el cuidador es su vida social, el tiempo que solía pasar con amigos, vecinos o visitando a otros familiares se ve afectado porque terminan saliendo de casa exclusivamente para cuestiones imprescindibles (médico, farmacia o mercado). Este estilo de vida con el tiempo afecta a la propia personalidad del cuidador.

Para quienes tienen la enorme responsabilidad de cuidar a otros les dejo algunas recomendaciones para evitar el agotamiento total:

  • Planificarse para tener tiempo para sí mismos. El cuidador no puede anularse, debe tener tiempo para sus necesidades y su entretenimiento.
  • Poner límites a las demandas que sean excesivas por parte de la persona a la que cuida. Deberá decir que No ante dichas demandas sin sentirse culpable por ello.
  • Plantearse objetivos a corto plazo. No pretender hacer todo en un solo día.
  • Tomarse descansos semanales,  es muy positivo. Reservarse unas horas fuera del contacto directo con el dependiente oxigena la relación.
  • Ocuparse de sí mismo, de su alimentación, procurar algo de actividad física eliminará las tensiones.
  • Pedir ayuda, cuando se ha llegado al límite personal de cansancio físico o mental. 

KARINA MONSALVE | TW: @karinakarinammq IG: @psic.ka.monsalve

Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.