La reaparición del empresario Wilmer Ruperti es apenas un ejemplo de los malabares que ha hecho Pdvsa para sortear la complicada situación de la flota de tanqueros y de embarcaciones menores y auxiliares de la petrolera, según la investigación realizada por la Alianza Rebelde Investiga (ARI) en unión con la plataforma latinoamericana de periodismo Connectas.
Este año, el magnate naviero volvió a ponerse bajo el alcance de los radares cuando admitió a una agencia de noticias que había despachado, como un gesto humanitario, 300 mil barriles de gasolina a Venezuela para paliar la escasez generada por la parálisis de la corporación petrolera estatal, el colapso de las finanzas públicas y las sanciones de Estados Unidos, que le impiden al gobierno de Maduro autoabastecer a un país petrolero o importar combustible libremente.
Ruperti dijo que había notificado a las autoridades estadounidenses de la operación y prometió otro millón de barriles, mientras sigue bajo la mira de los norteamericanos.
No es la primera vez que el contratista aparece como salvavidas para acudir al rescate de la revolución. Fue la figura clave que ayudó a romper entre finales de 2002 e inicios de 2003 una huelga petrolera contra Chávez que paralizó los barcos de Pdvsa, neurálgicos para las exportaciones y el traslado interno de combustible.
Un tercio de la flota de buques propios de Pdvsa se encuentra inoperativa
En 2016, el declive de sus operaciones tuvo un rebote luego de que consiguió un contrato de 136 millones de dólares para la extracción de coque, un residuo sólido del proceso de refinación petrolera, del Complejo Industrial de Jose, en Anzoátegui. Buscó prolongar ese segundo aire con la asistencia a Maduro en los despachos de combustible a Venezuela en nombre de la causa de los ciudadanos venezolanos que padecen la asfixia de la escasez de carburante.
Las tácticas aplicadas en las operaciones han cambiado en el nuevo entorno de las sanciones. Se ha hecho costumbre el trasiego de combustible entre embarcaciones; los pagos en efectivo por fletes y la contratación de nuevos aliados dispuestos a arriesgarse para burlar controles. A todo ello se ha sumado la desactivación de los rastreadores satelitales (AIS) para evitar el seguimiento de los barcos en determinados trayectos.
Para conocer otras tácticas, lee la investigación Pdvsa navega en un mar de irregularidades.