El naufragio de una embarcación venezolana, que dejó 34 muertos y 7 desaparecidos, en las costas del estado Sucre, ocupa el primer lugar como la tragedia migratoria con más víctimas en América en 2020. A tres meses del incidente, ARI analiza con expertos las características del peñero venezolano y la posibilidad de que el exceso de peso hubiera hecho zozobrar la lancha

La muerte de 34 personas y la desaparición de, al menos, siete más, ubica el llamado naufragio de Güiria –en las costas del oriente de Venezuela– como la tragedia migratoria con más víctimas ocurrida en América en 2020, según datos del proyecto Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Aunque el incidente parece ocultar delitos de tráfico y trata de migrantes, a tres meses del hecho no se conocen nuevos detalles de la investigación y no hay información sobre los posibles responsables.

Las 41 víctimas eran venezolanos que intentaban huir de la grave crisis humanitaria desde el estado Sucre hacia Trinidad y Tobago. Según la versión del Gobierno la embarcación tipo peñero, como se conoce en Venezuela a los pequeños botes usados por los pescadores, zozobró el 6 de diciembre de 2020, luego de salir de manera ilegal de las costas de Güiria.

“La principal causa del naufragio fue la sobrecarga de la embarcación tipo peñero de fibra de vidrio, que teniendo una capacidad para 8 personas y un peso máximo de 2 toneladas, trasladaba 41 personas y un peso aproximado de 4 toneladas”, decía la nota de prensa oficial difundida por la ministra de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Carmén Meléndez.

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Sin embargo, han surgido una serie de dudas sobre el hecho de que una sola embarcación, en este caso identificada con el nombre de Mi Recuerdo, pudiera llevar a 41 pasajeros. Familiares de algunas víctimas han asegurado que los migrantes llegaron a las costas de Trinidad y Tobago en dos o tres embarcaciones, y fueron devueltos de forma arbitraria por las autoridades trinitenses en un solo bote.

Algunos expertos consultados por el equipo de la Alianza Rebelde Investiga (ARI) también expresaron su escepticismo acerca de que experimentados pescadores y capitanes, acostumbrados a recorrer ese ruta, arriesgaran a sus propios familiares sobrecargando las embarcaciones.

Incluso el propio fiscal general Tarek William Saab declaró que se trató de un hecho inédito en la historia del país. “Se trata de un accidente ocurrido en una ruta que ha sido habitual entre el estado Sucre y la República de Trinidad y Tobago”.

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Por otra parte, un capitán de veleros entrevistado para este trabajo (quien pidió no revelar su identidad por razones de seguridad) aseguró que el día 6 de diciembre, cuando supuestamente zozobró el peñero -según la versión oficial- no había novedades, ni alertas de navegación relacionadas con el clima, que hubieran podido ocasionar el naufragio.

En su momento, Saab también informó sobre la responsabilidad del propietario de la embarcación Mi Recuerdo, Luis Martínez, por presunto tráfico de personas y de algunos funcionarios de la Guardia Nacional (GN), señalados por haber recibido dinero a cambio de permitir el zarpe ilegal de la embarcación.

El jueves 11 de marzo, un día antes de que se cumplieran tres meses de la localización del primer cadáver del supuesto naufragio, la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, se refirió al caso de Güiria, durante la actualización oral de su informe sobre Venezuela.

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“La muerte trágica de al menos 28 migrantes (cifra oficial del Ministerio Público, que finalmente ascendió a 34) en el mar Caribe, en diciembre de 2020 fue un recordatorio de las decisiones que algunos se ven forzados a tomar, así como su vulnerabilidad ante las redes tráfico y trata de migrantes”, dijo Bachelet, en clara alusión a Güiria, una de las siete tragedias de migrantes más graves sucedidas en el mundo en 2020.

El peñero oriental

Pese a lo común que es ver peñeros en las costas venezolanas trasladando pasajeros y vacacionistas, esta emblemática embarcación no fue diseñada para el cabotaje sino para la pesca. “El peñero oriental no es un vehículo de recreación, ni siquiera de transporte sino un vehículo de pesca. Esa es su función. Cuando uno ve en oriente este tipo de embarcaciones llevando a 20 o 30 personas a uno le da un poco de temor”, dijo de entrada Emilio Lovera, quien además de ser un reconocido humorista venezolano, es un apasionado por la construcción y uso del peñero oriental, tal como deja claro en el documental Érase una vez un barco.

“El peñero es una embarcación que está muy adaptada a nuestros mares. Son construidos con gran maestría por carpinteros de ribera en Río Caribe, estado Sucre. Es la embarcación más perfecta que conozco para esa navegación por su forma de cortar el agua, es impresionantemente eficiente”, explicó Lovera.

Según información oficial los 34 cuerpos hallados entre el 12 y el 20 de diciembre en las costas de Güiria, corresponden a 41 pasajeros que viajaban en el peñero Mi Refugio.

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“Hay peñeros de cuatro metros y medio en adelante, pero su capacidad no guarda relación con el número de personas que lleven a bordo, sino con el tipo de oficio que van a desempeñar. Su función original es la de contener redes de pesca y eso es lo primero que piensa quien contrata los servicios de un carpintero de ribera para que le fabrique una embarcación antes de calcular su eslora (largo que va de proa a popa). Claro, hay gente que adapta su embarcación y le pone asientos, pero estas alteraciones no están supervisadas por ningún ingeniero naval, son adaptaciones hechas por los carpinteros o por el dueño que decide poner unas tablas atravesadas y ahí se sienta la gente”, explicó Lovera.

Aunque es una realidad normalizada en las costas venezolanas, el uso del peñero oriental para el traslado de pasajeros y carga pesada, son dos elementos que ponen en riesgo la navegación segura y la vida de los tripulantes.

Si al uso inadecuado de la embarcación y al transporte de carga excesiva, se le suma un mar adverso, los resultados pueden ser catastróficos. Lovera ha navegado en numerosas ocasiones ese estrecho de mar entre la Península de Paria y Trinidad y Tobago y conoce en detalle sus características.

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“Se trata de un mar muy extraño porque ahí confluyen tres fuerzas: el Atlántico, el Caribe y el delta del Orinoco. Ese paso es cíclico, no sabría cómo describir bien las olas pues son como una especie de pirámides que vienen de abajo, de hecho, el fenómeno está tan focalizado que si uso está en la costa norte de la Península, rumbo a Macuro, uno pudiera asomarse en el punta del peñero para ver cómo está el mar y devolverse si hay presencia de ese fenómeno. Hay que esperar a que se calme el mar para poder cruzar con tranquilidad”, relató Lovera.

Hasta que una investigación confirme con exactitud las razones que llevaron a la embarcación Mi Refugio a zozobrar, solo se puede especular. “Ese peñero habrá cruzado innumerables veces ese trayecto, pero quizás nunca con 30 o más personas arriba, esa para mí es la condición especial pues con la borda mucho más cerca del agua, y si se da el fenómeno del oleaje que describí, definitivamente el peñero pudo haberse “enterrado” debajo de una ola y, al llenarse el interior, todo el mundo fue al agua. Incluso con chalecos salvavidas había riesgo pues hay que pensar cuánto tiempo pasarían en el agua y cuáles eran las condiciones del mar”, explicó Lovera.