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miércoles, 15 mayo, 2024
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Un botín de plata reúnen militares con cobro de vacunas a transportistas en la frontera con Brasil

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El derecho a trabajar de taxistas y transportistas de Santa Elena de Uairén cuesta dependiendo del tamaño de su unidad y se le cancela a funcionarios de la Guardia Nacional que desde el pasado 23 de febrero mantienen cerrada la frontera que comunica Venezuela con Brasil.

La disminución del turismo en la Gran Sabana obligó a muchos guías turísticos a usar sus rústicos para transportar indígenas a sus comunidades, hoy en día algunos de ellos se encargan de atravesar las trochas para que los de este lado puedan comprar comida y medicinas en la localidad brasileña de Pacaraima.


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Sin embargo, para ejercer su labor deben pagar una multa a militares, que tienen una tarifa dependiendo de la cantidad de pasajeros que transporten. A las camionetas que trasladan a 7 personas les piden 100 reales brasileños ( 25 dólares), ellos a su vez cobran el pasaje a 40 reales (10 dólares) es decir de los 280 reales de ganancia les quedan 180.

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Pasajeros asiduos catalogan la jornada como un «show», pues militares que están en la primera alcabala mandan «a la derecha» a las camionetas. Mientras un grupo les pide la cédula a los tripulantes, uno de los dos chóferes camina hacia el monte se monta en un carro para entregar los primeros 50 reales al teniente encargado de ese punto de control. Está situación fue constatada por un equipo de El Pitazo que hizo el recorrido.

En ocasiones, transportistas comentan el hecho con pasajeros porque estos los cuestionan. «No tenemos la culpa, fue la condición que nos pusieron para trabajar y si no la aceptamos nos morimos de hambre», dijo en esta oportunidad uno de los chóferes.

El segundo obstáculo se presenta en el fuerte Eskamoto dónde está la alcabala principal, allí los conductores deben desviarse del camino, excusarse con los pasajeros y correr hacia el grupo de militares para dejar los otros 50 reales a los que trabajan directamente con el coronel a cargo.

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«Entre ellos se roban, a veces uno dice que hay que pagarle es a él, y resulta que es a otro y nosotros dejamos esa mecha encendida y seguimos de largo», comentó el mismo chófer mientras el otro le hacía señas para que no hablara de más.

Prohibido tomar fotos

Antes de tomar el desvío hacia la trocha de San Antonio, conductores advierten a los presentes que no se les ocurra sacar su teléfono, que está prohibido tomar fotos y que quien se atreva lo dejarán tirado en el camino.

La vía está custodiada por un grupo de indígenas que atraviesan un mecate y solo lo desatan cuando reciben «colaboraciones» de parte de transportistas.

En media trocha se repite el procedimiento con otro grupo de nativos que se asoman a ver si alguien está grabando, también los amenazan. Todos están encapuchados, dicen ellos que es para protegerse del polvo.

Transcurrida media hora ya se avista territorio brasileño, el Ejército de ese país recibe a la gente. «Últimamente han sido condecendientes con quienes conducen vehículos destartalados y con gente que viene en la parte de atrás de los camiones porque saben que vienen a comprar comida y otras cosas, antes los devolvían», dijo una de las pasajeras que cruzaba la frontera junto a su hijo para abastecerse.

De regreso, chóferes deben cancelar el mismo monto a los militares venezolanos, en ocasiones los obligan a llevarles refrescos o chucherías a parte de la vacuna.

Quiénes atraviesan está odisea para poder abastecerse alegan que ven lejana la normalidad en la frontera debido al «negocio redondo» en el que se convirtió permitir el ingreso a Brasil para militares venezolanos.

Mototaxistas que se ubican delante de la primera alcabala también trabajan hacia la trocha, ellos cobran 100 reales. El chófer de un dos ruedas dijo a El Pitazo que este «negocio» lo manejaba el cuñado de un sargento de la Guardia Nacional y que ellos se quedaban con la mitad de lo que trabajan, antes del cierre de la frontera el pasaje para La Línea era de 5 reales (1 dólar con 50 centavos).

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