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viernes, 3 mayo, 2024
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Peluche, el perrito que llora a su dueño fallecido y busca un nuevo hogar

El señor Jesús Montilla falleció el pasado 21 de noviembre y, desde entonces, Peluche pasa los días en la puerta del apartamento en el que convivió con este hombre por siete años. Ahora los vecinos se ocupan de él e intentan buscarle una nueva familia

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Caracas.- Desde el pasado 21 de noviembre el pequeño perro mestizo se sienta frente a la puerta de ese apartamento, ubicado en el piso más alto del Centro Parque Carabobo, en Caracas, a llorar la ausencia del señor Jesús Montilla, de su papá, que ese día murió y
dejó solo al hermoso rubio.

Nada le advirtió a Peluche que su padre lo dejaría algún día. Es que ni siquiera la enfermedad que lo afectó los últimos meses, impidió que el Montilla saliera junto a él todas las mañanas, tomaran el ascensor y bajaran a dar un paseo matutino hasta la última semana de vida del señor, cuando las fuerzas no fueron suficientes para cumplir con esa rutina.

El cáncer que atacó la garganta y acabó con la vida del señor Montilla, también le robó a Peluche la alegría de saberse amado y la paz de tener un hogar. Ahora, el perrito deambula por el edificio gracias a la atención de los vecinos y con esa mirada expectante que solo tienen los canes que esperan a su amo.

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Montilla cuidaba de Peluche desde hace unos siete años. El animal se convirtió en su única compañía cuando su madre murió, hace año y medio, y fue su apoyo en los días difíciles en que el cáncer lo consumía.

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Una compañía para siempre

Montilla era abogado e ingeniero y sus vecinos lo recuerdan como una persona amable, considerada y, por sobre todas las cosas, enamorado de su mascota: Peluche. Tanto que cuando la enfermedad tocó su puerta todos los residentes del Centro Parque Carabobo pudieron medir el avance de su padecimiento cada mañana cuando llevaba a caminar al can, sin importar lo pálido, desmejorado y quebrantado que luciera.

Rubén Sánchez, vecino del señor Jesús, recuerda que hace tres años Montilla comenzó a mostrarse más delgado en las áreas comunes del conjunto. “¿Por qué tú estás tan flaco?”, le preguntó Sánchez en una ocasión y su respuesta fue: “Es que la comida del perro está cara y no me alcanza para los dos”.

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Otra residente muy cercana, Ana María Falcón, confirma esto al recordar que el padecimiento del señor Montilla se agravó en menos de un año y que pedía a los vecinos que, como ella,
asumieron la tarea de apoyarlo en sus malestares, que no prepararan alimentos para él, sino para su Peluche.

Ella se ocupó incluso de pasear al perrito mestizo en los días de mayor malestar para el señor Montilla. Falcón cuenta que una mañana lo encontró en el ascensor con Peluche, y al preguntarle a dónde iba supo que había perdido el habla por el cáncer en parte de su boca y garganta.

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Para los vecinos, la muerte de este hombre de unos 61 años no fue responsabilidad directa del cáncer que lo aquejaba, sino de la falta de medicinas o de recursos para costear el tratamiento y de la crisis hospitalaria que generó que no fuese ingresado a ningún centro de
salud para el seguimiento constante de su enfermedad en la etapa final.

Esta fue la causa por la que el pasado 21 de noviembre, los vecinos y el padre de Montilla se vieron obligados a forzar la puerta del apartamento donde residía y lo encontraron tendido en el suelo de su sala, sin más compañía que Peluche, que ladraba sin parar y no permitía que nadie se acercará a su papá humano.

Peluche retribuyó el amor de su amo acompañándolo hasta su último suspiro. La señora Falcón tuvo que sacarlo de casa valiéndose de la confianza que el perrito le tenía para que este
permitiera que los bomberos y Protección Civil, que llegaron casi 12 horas después de haber recibido el llamado de esta comunidad, levantaran el cádaver.

Esa noche el padre de Montilla se llevó a Peluche a su casa, en Petare. Pero la nostalgia y la costumbre que el perrito emprendiera el regreso a su casa. Recorrió unos 13 kilómetros por parajes que jamás había visitado para volver a su hogar.

Desde que volvió, la señora Falcón y el resto de los vecinos lo suben y lo bajan. Lo alimentan, lo bañan y cuidan de él a la espera de alguna persona que pueda darle un nuevo hogar y hacerse responsables de las atenciones que necesita.

Mientras tanto, Peluche pasa los días enteros a los pies de la puerta del apartamento del que salía todas las mañanas junto al señor Jesús. A veces aúlla, llora y ladra para llamarlo, pero él no volverá para darle ese amor que recibió por años y que sigue pagando con fidelidad.

Si usted quiere y puede adoptar a Peluche, puede acercarse al Centro Parque Carabobo y preguntar en la cafetería de planta baja por alguno de los vecinos mencionados en esta nota

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