Miguel Ferrari, director venezolano acreedor de un Premio Goya, presentó el año pasado en Venezuela “La noche de las dos lunas”, su segundo largometraje. En el Día Nacional del Cine, El Pitazo presenta una entrevista donde el galardonado cineasta explica las vicisitudes de rodar su film en Venezuela, el escaso apoyo económico obtenido por las instituciones cinematográficas nacionales, y cómo la industria puede potencializarse a pesar de la crisis

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“Definir es limitar”, decía Oscar Wilde. Existen personas cuya influencia e integralidad es de tal importancia que definirlas sencillamente con un sustantivo sería injusto. Algo parecido ocurre con Miguel Ferrari. ¿Puede definirse como director? No, pues su carrera como actor le antecede y es un poco más longeva. ¿Cómo venezolano? Ha vivido durante dos décadas en España y en su acento se mezclan verbos como “coger”, que en nuestro país alertarían los oídos de los más finos cantadores de “chinazos”.

En su carrera como director, Ferrari se define simple y llanamente como persona. Ni siquiera se observa (o divide) a su entorno en hombres o mujeres. Los considera y se considera como persona, una persona interesada en conflictos relacionados con la familia en todas sus formas, clases y condiciones como célula de la sociedad.

El primer largometraje de Ferrari, “Azul y no tan rosa”, se posicionó como el primer film venezolano en ganar un Premio Goya a la mejor película hispanoamericana de 2013. En aquella oportunidad, el tema medular fue la paternidad homosexual. El año pasado estrenó en Venezuela “La noche de las dos lunas”, que explica los avances de la ciencia para ayudar a quienes tienen dificultad para ser padres, y los conflictos que puede traer la fecundación in vitro cuando un accidente clínico intercambia los embriones de dos madres. Uno de ellos muere, y los padres del sobreviviente entablan una disputa legal con la mujer que lo lleva en su vientre para recuperarlo como hijo.

–¿Cómo recibió el público venezolano una historia como La noche de las dos lunas?

–Increíble. La película tuvo una premier muy emocionante. El público se conectó muy bien con la historia, salió muy emocionado de las salas de cine, y se generó un debate sumamente interesante en torno a la fertilización in-vitro y los nuevos tipos de familia, que es precisamente lo que yo planteo.

–Fuera de la premier, ¿cree usted al público venezolano lo suficientemente maduro como para generar un debate de este tipo?

–¿Por qué no? Creo que no debemos subestimar al público, en absoluto. Lo que sí pienso es que después de tantos años imbuidos en los mismos temas, muchas veces no quedan espacios para otros temas que es necesario debatir. En Venezuela aún nos dividimos en ciudadanos de primera y de segunda; estamos muy atrás con respecto a los demás países de Latinoamérica. Toma por ejemplo el tema de mi película. La maternidad subrogada es un tema muy amplio que impacta en lo social, en lo económico y hasta en lo filosófico. Hay quienes dicen que incurre en la explotación de la mujer, al utilizarla únicamente para concebir y dar a luz. Y es un tema sobre el que es necesario hablar, porque tampoco se le puede dar la espalda y no regularlo. Existen padres que no pueden tener hijos, y si la ciencia ha avanzado lo suficiente para darles la oportunidad de concebir, ¿por qué no utilizarla?


De las crisis uno saca experiencias. Se agudiza la creatividad. La mejor forma de resistir es la formación. Hay que seguirse formando porque esto no va a ser eterno, esto tiene que terminar en algún momento

Miguel Ferrari, director venezolano

–¿Qué temas le llaman la atención?

–Todo lo relativo a lo emocional. Si es algo que causa emociones, lo exploro y lo desarrollo. También todo lo que tenga que ver con la esencia. Por ejemplo, “La noche” la rodé en Caracas pero no hace referencia a Caracas porque podría ocurrir en cualquier lugar del mundo. El contexto socio-económico de nuestro país no aparece porque me centro en lo fundamental, en las emociones y lo que pasa con los personajes que están involucrados en una situación como esta, que está basada por completo en una historia real.

–La noche de las dos lunas comenzó su rodaje en 2015, casi a la par de la entrada de la economía venezolana en hiperinflación. ¿Cómo se resolvió el rodaje?

–Fue terrible. La verdad es que el proceso de “Azul y no tan rosa” fue complejo. En cualquier lugar del mundo rodar una película es complicado. Pero en Venezuela debes agregar las dificultades de hacer una película que mantenga ciertos estándares, porque debemos recordar que estamos haciendo una película que no solo vea el mercado interno sino que pueda competir con el internacional. En el caso de “La noche de las dos lunas” teníamos dificultades surrealistas, como alimentar a un equipo de 60 personas por ocho semanas con un presupuesto devaluado. O por la falta de repuestos de la planta eléctrica, que debía pararse una o dos horas cada día por falta de repuestos que evitarían su recalentamiento. Gran parte de presupuesto también se fue en seguridad, ya que grabamos en exteriores con equipos que no eran nuestros.

–¿Cómo logró el financiamiento?

–Cuando se hizo “Azul y no tan rosa” en 2012, el Cnac otorgaba un porcentaje mínimo que equivalía en aquel momento al 10% del presupuesto total de la película.

“La noche de las dos lunas” fue seleccionada para ser financiada por el programa Ibermedia pero Venezuela, que forma parte de ese programa de cooperación, no ha pagado su cuota desde 2016. Los proyectos seleccionados han sido mantenidos al margen hasta que el país no pague su deuda. En ese limbo cayó mi película, así como “Dirección opuesta” de Alejandro Bellame. Después de insistir y movilizarnos, los otros países se solidarizaron y finalmente dispusieron de un fondo de reserva que posee este acuerdo internacional para contribuir con la finalización de nuestras películas, que ya habían sido rodadas y su postproducción estaba paralizada.

–Usted afirmó en una entrevista que el cine tenía resistir a la crisis económica, pero ¿cómo resiste una industria ante todas estas adversidades? ¿Cómo se puede sobreponer?

–De las crisis uno saca experiencias. Se agudiza la creatividad. La mejor forma de resistir es la formación. Hay que seguirse formando porque esto no va a ser eterno, esto tiene que terminar en algún momento. Lo importante es que este momento el talento que exista se siga formando y preparando para cuando toque cimentar las bases de la industria que actualmente no tenemos. Siempre le digo a las nuevas generaciones que hay que agudizar nuestra creatividad, incluso en la búsqueda de financiamientos privados y fuera del país. Tenemos contenidos interesantes para ofrecer pero no tenemos los recursos para llevarlos a cabo, y muchas veces no sabemos venderlo. Esta industria va muy rápido y la rapidez con la que crece hace necesario que, como cineastas, nos mantengamos al tanto de lo que se está haciendo al nivel mundial.


Después de tantos años imbuidos en los mismos temas, muchas veces no quedan espacios para otros temas que es necesario debatir

Miguel Ferrari, director venezolano

–¿Qué valoración hace de las escuelas de cine y los equipos que poseen?

–Hay unas escuelas muy interesantes. La Escuela Nacional de Cine y la Universidad de Los Andes, que han dado muy buenos e interesantes ejemplos de cineastas. Además, mantienen la ética mística y el rigor necesario en esta industria. En líneas generales vamos bien, pero los pocos recursos que hay son insuficientes para tener grandes escuelas de cine. El cine venezolano tiene que perfeccionar la escritura y el guion, que es la base de toda buena película. Al saber estructurar bien los guiones, hacerlos de manera original y potente es la única manera de plasmar las ideas de manera creativa.

–¿Cree que aún quedan tabúes en el cine venezolano?

–Seguimos siendo una sociedad conservadora y hay que romper un poco con esta norma. Venezuela sigue siendo una sociedad muy machista y de doble moral. Nuestro cine puede ser más atrevido, más valiente. Hay además un poquito de pacatería en el cine, incluso en los personajes que se muestran. Lo que es normal en el cine español, como un desnudo o una escena de relaciones homosexuales o lésbicas, es aún tabú en el cine venezolano. Y la industria sigue siendo machista y dominada por el hombre. En mi empeño por visibilizar a la mujer, “La noche de las dos lunas” es una película cuyas protagonistas son mujeres. Es una película muy femenina, pero muy fuerte. Su equipo técnico estuvo conformado en su mayoría por mujeres.