Caracas. La celebración de la Solemnidad de Pentecotés, fecha escogida en 1928 por el episcopado venezolano para celebrar el Día de los Seminarios, fue la ocasión en la que el arzobispo emérito de Coro, Roberto Lückert León, exhortara a los fieles a vivirla como la nueva Pascua, con esperanza y sin desánimos frente a las adversidades humanas y alimentarse con actos de la piedad popular.
En la parroquia eclesiástica San Juan Pablo II, Montalbán Caracas, los fieles y miembros de los grupos apostólicos que hacen vida en esta comunidad se reunieron para participar de los oficios religiosos, propios del tiempo litúrgico en que cierra la celebración de la Pascua, que comenzó con la vigilia del Domingo de Resurrección el pasado 21 de abril.
En la homilía, monseñor Roberto Lückert hizo memoria de la renovación de la iglesia iniciada por el santo papa Juan XXIII en la década de los ’60 del siglo XX, por lo que exhortó a los jóvenes a mantener viva la llama de la alegría en este nuevo milenio.
«Hay países que se han quedado sin juventud y en Venezuela sigue siendo su mayor población. ¡Más de 70% son jóvenes! Esto es una oportunidad para animarlos a seguir adelante, caminemos en la esperanza», señaló el pastor.
Agregó que se había heredado de la tradición de los abuelos venezolanos las devociones populares que mantienen viva, visible y palpable a la sociedad humana, como extensión de la infusión recibida en el sacramento del bautismo.
La vida del cristiano está asociada al modelo trinitario -Padre, Hijo y Espíritu Santo- que se recuerda al hacerse la señal de la cruz y, en consecuencia, con la promesa de un cielo nuevo y una tierra nueva, donde el prójimo es el más cercano, «sea de la religión que sea, y de esto nos dió la lección Jesús en su paso por la tierra», señaló el episcopal.
«Así como en la figura de la Santísima Trinidad el Espíritu es una especie de nosotros divino, en el que se unen el yo del Padre y el tú del Hijo, del mismo modo en la Iglesia él es el que hace de una multitud de fieles sea una sola persona mística».
«Descubrir el papel del Espíritu Santo como alma de la Iglesia es un misterio», por lo que explicó la importancia de los carismas en la construcción de la institución y, por consiguiente, señaló que son los laicos y fieles los portadores en la práctica de mantenerla viva con la expresión de sus frutos.
«El fruto del Espíritu es la esperanza. No tengan miedo», señaló.
Santiago Lodygo, párroco de la comunidad del oeste caraqueño, agradeció en nombre de los fieles la presencia del arzobispo emérito, quien concelebró la eucaristía con el sacerdote Wilfredo León y asistido por el diácono Luis Grande.
Presentó el trabajo pastoral e imploró una bendición especial a todos los presentes, la cual fue impartida con el misal romano, propio de este tiempo que cierra la cincuentena pascual.