En la avenida donde disfrutaban de sus bebidas en las terrazas libaneses y extranjeros, el bullicio ha pasado del ocio a la emergencia en la decena de carpas levantadas por las ONG para dar atención médica, comida o repartir ropa en ausencia del Gobierno tras la gran explosión que asoló la capital.
Entre las calles de Mar Mikhail y Gemmayze, dos de las más afectadas por la deflagración, cada edificio tiene una herida y la gente se agolpa para acceder a algo de comida, agua o incluso camisetas, mientras que otros acuden a la jaima de la ONG International Network For Aid Relief and Assistance (INARA).
Allí Hassan Saghir atiende voluntariamente a toda aquella persona que llega. Especializado en heridas de guerra, el libanés afirma a Efe que hay “muchos heridos que llegan” desde la explosión de cerca de 3.000 toneladas de nitrato de amonio almacenado en el puerto y “muchos nuevos”, que han sufrido lesiones por los cristales o los escombros por el derrumbe de los edificios.
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Un gobierno “dormido”
Desde las primeras horas de la mañana hasta la noche, los doctores asisten en la tienda a los lesionados -que el Gobierno cifra en más de 6.000, aunque advirtió de que va a dejar de contar- cuyas heridas “están la mayoría infectadas”, dice Saghir.
La médico portuguesa Andreia Castro no dudó en coger un avión hacia Beirut después de la explosión y esta semana, además de tratar a los heridos por la deflagración, asiste a los de las protestas que se suceden desde el sábado en contra del Gobierno, que dimitió en bloque el lunes.
Durante esta semana ha estado colaborando con la ONG, pero no se ha cruzado con ningún oficial del Gobierno libanés o municipalidad de Beirut.
“No los he visto (…) llevo cinco días, la gente necesita ayuda y no vemos a nadie, toda la ayuda que veo es de los libaneses”, afirma la médico del Hospital da Luz de Lisboa, que ha llegado como voluntaria por una semana trayendo consigo medicinas y consiguiendo donaciones que ascienden a 4.000 dólares por el momento, según explica.
Las cinco ONG y grupos de sociedad civil entrevistados por Efe coinciden en que nadie del Gobierno ha acudido a visitarles ni preguntar qué les hace falta.
Ray Abdelbaki, de la organización Arcenciel, asegura que “el Gobierno está dormido” ya que las ONG y sociedad civil hacen todo el trabajo: “esto es básicamente el trabajo del pueblo”.
A unos metros, está Stephanie Jureidini, libanesa de 29 años, que llegó hace tres semanas de Estados Unidos, y asevera que cuentan con las donaciones que se hacen a las ONG, las que van directamente a ellas “y no al Gobierno”.
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Daños que la ciudad no afronta
Una fuente del Ayuntamiento de Beirut, que pidió no ser identificada, dice a Efe que “los daños son tan grandes que la municipalidad no puede afrontarlos». «Son mayores que Beirut”.
Insiste en que el daño es tan grande que “cualquier cosa que se haga no se verá” ya que han desplegado a más del 80% de su personal para asistir en la seguridad de los edificios destruidos.
“La seguridad es nuestra prioridad (…) hubo robos los primeros dos días”, afirma, indicando que son 400 los oficiales que velan por la seguridad, mientras que unos 200 se reparten por 20 áreas, y de ellos unos 20 oficiales están en Mar Mikhail y Gemmayze.
Las autoridades libanesas han informado que la explosión produjo afectaciones a 601 edificios históricos de la capital, algunos de ellos patrimonio nacional, 70 de los cuales están en riesgo actual de derrumbarse.
Además, alrededor de 250.000 personas han quedado sin hogar, una cifra aún no consolidada oficialmente por las autoridades.
“La prioridad son los robos. Ambas cosas son importantes, pero al final, puedes vivir con cristales en el suelo, pero no con robos”, zanja la fuente.