Buscar opciones gratuitas para distraerse se ha convertido en un objetivo para muchos venezolanos durante el asueto de Carnaval. La hiperinflación y la pandemia del COVID-19 han resultado una combinación terrible, y sus consecuencias son tangibles tanto para los negocios dedicados a la recreación como para los caraqueños.
En la capital, este domingo 14 de febrero distó mucho de la víspera de Carnavales de otrora. Las calles no estaban tan concurridas como en años anteriores. Los caraqueños priorizaron la economía familiar. Algunos prefirieron acudir a plazas públicas y bulevares como Sabana Grande, el parque Los Caobos, el paseo Los Próceres y la plaza Candelaria, entre otros lugares donde hubo actividades organizadas por instituciones gubernamentales.
Sin embargo, la lucha entre la economía y la necesidad de distraerse fue palpable. Las señoras Carmen Torres e Isabel Rojas son amigas y vecinas. Las dos decidieron salir con sus hijos pequeños este domingo y llevarlos a la plaza Candelaria, y además aprovecharon para visitar a la Virgen.
“Decidimos venir aquí porque los niños pueden correr y distraerse. Tratamos de mantener todas las medidas de seguridad por la pandemia, pero es necesario distraerse”, dice la señora Carmen, para quien el ambiente es muy distinto a otros años. “No estamos para grandes eventos”, agrega.
Vargas | No hubo distanciamiento ni control de aforo en las playas
Su amiga Isabel sostiene que tal y como están las cosas en el país, no hay muchas opciones. “Los altos precios y la limitante del transporte público hacen que uno no tenga muchas posibilidades. Venir a la plaza y que los niños corran por aquí es lo más accesible para uno en estos momentos”, reflexiona, mientras busca hacer contacto visual con su hijo, que juega en unos aparatos dispuestos a un lado de la plaza.
En otro sector de la plaza, la música y el baile se hicieron presentes cortesía del grupo cultural Nueva Dimensión del Calipso, conformado por dos generaciones de familias de El Callao. Félix Báez es el coordinador y relata que es el segundo año que realizan estas actividades en La Candelaria.
Tanto el año pasado como este salieron a cantar y bailar el domingo previo al Carnaval después de la misa. La diferencia es que en 2020 pudieron recorrer gran parte de la zona, pero ahora acortaron el trayecto por las restricciones en cuanto al número de personas durante la misa, una exigencia del párroco debido a la pandemia.
Aun cuando hubo menos personas participando, para Félix y su grupo es importante preservar las tradiciones.
Otro panorama
En el parque Los Caobos había un escenario parecido. Distintas actividades, como las de pintadedos, mantenían a los niños distraídos.
Los Próceres fue quizás el lugar donde algunas de las medidas de bioseguridad eran obligatorias. Para ingresar al paseo, las personas debían pasar por un único punto donde dos funcionarios de la Guardia Nacional les ponían alcohol en las manos.
Aunque no presentaba la misma afluencia de personas que en otras ocasiones, fue también el lugar donde más niños acudieron disfrazados. Princesas y superhéroes como Iron Man o Superman eran los más populares y repetidos.
Del centro al este, el escenario fue cambiando. La plaza Brión de Chacaíto estaba casi vacía aún cuando cerca de una de las estaciones del Metro se dispuso una feria de comida o food truck, como se les conoce.
La feria, que se instaló el viernes y estará hasta el martes, cuenta con castillos inflables, los cuales, como los sitios de comida, estaban solos. ¿La razón? Los precios. Media hora en los inflables cuesta un dólar.
Andreína Betancourt, la joven encargada de estas distracciones infantiles, cuenta que el movimiento ha estado lento. Desde su instalación en el lugar, el sábado fue el mejor día, pero coincide con muchos entrevistados en que tampoco se compara con años anteriores.
“Viene gente, pero no consume. Prefieren usar ese dinero con mesura y no para comer en los camiones, porque dicen que también es caro, así que se van a los perrocalenteros”, dice la joven, que estudió Comunicación Social, pero que no ejerce porque asegura que gana más en este tipo de actividades.
Andreína agrega que mantienen medidas de bioseguridad, desinfectando dos veces al día los inflables y que solo se permiten cinco niños dentro de estos.
En la plaza Los Palos Grandes la situación es similar. Desde el viernes y hasta el martes, se instaló una feria de comida y puestos que venden desde artesanía, perfumes y accesorios hasta zapatos y ropa.
Carmen Landaeta es la dueña de un puesto donde vende artesanías de madera. Relata preocupada que el movimiento no ha sido el esperado, tomando en cuenta la flexibilización de la cuarentena.
Confía en que el lunes y el martes el escenario pueda mejorar, porque “las cosas no están nada bien” y esas piezas son su sustento. Tiene una hija pequeña y trabaja en el sector informal, aunque es administradora profesional. “Atarse a un trabajo formal no es rentable. Quizás el único beneficio es que trabajas de lunes a viernes y con un horario establecido. De resto, es morir de hambre”, sostiene.
En el este, específicamente en el municipio Chacao, las plazas no estuvieron tan concurridas, aun cuando se instalaron ferias con distintas opciones, pero no gratuitas.
Celebraron San Valentín
Muchos restaurantes del sector, por el contrario, sí registraron una considerable cantidad de personas. En el centro comercial Las Cúpulas, en el que hay varios locales de comida, el encargado de uno de ellos señaló que este fin de semana ha sido uno de los de mayor movimiento en lo que va de año.
Una pareja que comía en uno de los locales comentaba que decidieron hacer un esfuerzo y salir a comer para festejar el Día de los Enamorados porque es una de las actividades que menos riesgo presentan ante la pandemia. Confiesan que aunque es un sacrificio, han sido meses muy duros, por lo que decidieron darse un “lujo”.
En general, en todas las plazas y lugares públicos la mayoría de las personas y niños portaban sus tapabocas; sin embargo, como en todo, también hubo una que otra excepción a esta nueva norma social.