Por: Paulino Betancourt
“Mientras (el Espíritu de la Navidad pasada) pronunciaba las palabras, atravesaron el muro y se detuvieron en un camino rural, con campos a cada lado. La ciudad se había desvanecido por completo. No se veía ni un vestigio de ella. La oscuridad y la niebla se habían desvanecido con él, porque era un día de invierno claro y frío, con nieve en el suelo”. No había máquina del tiempo, ni ciencia sofisticada, pero Scrooge dio el primer salto en el tiempo en la ficción moderna. En el Cuento de Navidad (1843), Scrooge es guiado por los fantasmas de la Navidad pasada, presente y futura en un viaje de redención para salvar su propia alma. Esta historia navideña todavía resuena en nuestra era, donde las teorías físicas que sustentan el viaje en el tiempo se mezclan con la reflexión tanto personal como social: al desplazarse por el tiempo Ebenezer Scrooge se humaniza.
Lo crea o no, viajar en el tiempo es posible. De hecho, lo estamos haciendo ahora mismo. Cada segundo de cada día, avanzamos hacia nuestro propio futuro. Literalmente, nos estamos moviendo a través del tiempo, la cuarta dimensión. En septiembre de 2015, el cosmonauta Gennady Padalka lo hizo al regresó a la Tierra luego de completar su sexta misión en el espacio, batiendo el récord de más tiempo acumulado más allá de la atmósfera terrestre: 879 días. Y debido a las altas velocidades en estos dos años y medio que pasó orbitando el planeta, Padalka experimentó la teoría de la relatividad general de Einstein en acción. “Cuando el Sr. Padalka regresó de sus aventuras, descubrió que estaba a 1/4 de segundo en el futuro con respecto al resto de nosotros en la Tierra”, tal como lo explica Richard Gott en su libro Time Travel in Einstein’s Universe, ¡él literalmente viajó… al futuro! Si bien ser una fracción de segundo más joven no es algo alucinante, esto le dio a Padalka la distinción del primer viajero en el tiempo. Aunque la estación espacial no es exactamente un DeLorean cargado de plutonio (Volver al Futuro), el viaje en el tiempo es todo menos ficción. Los astrofísicos están bastante seguros de saber cómo construir una máquina del tiempo y la velocidad a la que se debe viajar, siendo mucho, mucho más rápida que la excursión orbital de Padalka, este es el ingrediente clave.
Hasta el siglo XX, se creía que el tiempo era completamente inmutable y que viajar en él era una imposibilidad científica. Hasta que en 1905 apareció Albert Einstein revelando sus ideas sobre la relatividad. Los cálculos de Einstein introdujeron algunos conceptos relacionados con el tiempo. Lo más importante fue que el tiempo era elástico “frenando” o acelerando según la velocidad con la que se mueva un objeto o una persona.
Volviendo a nuestro cosmonauta Padalka, su salto de 1/4 de segundo hacia el futuro fue tan minúsculo porque solo viajaba a 27.000 kilómetros por hora. Eso no es muy rápido, al menos en comparación con la velocidad de la luz que es de 300.000 kilómetros por segundo. Pero, ¿qué pasaría si creáramos algo que pudiera ir mucho más rápido que la órbita geoestacionaria? No estamos hablando de un avión comercial (965 km/h) o un cohete del siglo XXI a la ISS (40.000 km/h), sino de algo que podría acercarse a esos 300.000 kilómetros por segundo. Imaginemos que uno de nosotros es puesto en una nave espacial y enviado a un planeta que está a 500 años luz de distancia (por ejemplo, Kepler 186f), lo que significa que si viajáramos al 99,995% de la velocidad de la luz, tomaría unos 500 años llegar allí. Después de un refrigerio rápido y un descanso para ir al baño, damos la vuelta y regresamos a la Tierra, lo que llevaría otros 500 años. Entonces, en total, tomaría alrededor de mil años llegar sanos y salvos a casa. Y, en la Tierra, sería el año 3020. Sin embargo, dado que nos movíamos tan rápido, sólo vamos a envejecer unos 10 años, mientras que para el resto en la Tierra transcurriría un milenio. A nivel subatómico, se ha hecho. Un ejemplo es el Gran Colisionador de Hadrones que envía partículas subatómicas al futuro de forma rutinaria. El acelerador de partículas tiene la capacidad de propulsar protones a un 99,999999% de la velocidad de la luz. Entonces, si hemos estado enviando átomos al futuro y lo hemos estado haciendo durante la última década, ¿podemos enviar seres humanos?
Volviendo a nuestro cosmonauta Padalka, su salto de 1/4 de segundo hacia el futuro fue tan minúsculo porque solo viajaba a 27.000 kilómetros por hora. Eso no es muy rápido, al menos en comparación con la velocidad de la luz que es de 300.000 kilómetros por segundo. Pero, ¿qué pasaría si creáramos algo que pudiera ir mucho más rápido que la órbita geoestacionaria?
Paulino Betancourt
Existe un abismo enorme entre lo teórico y lo práctico. La construcción de una nave espacial que viaje en el tiempo puede ser el mejor lugar para comenzar, pero los obstáculos de ingeniería, al menos por ahora, son enormes. Por un lado, ni siquiera estamos cerca de tener una nave espacial que pueda viajar a la velocidad de la luz. Garantizar la seguridad de la carga humana en una misión tan futurista también sería complicado. En primer lugar, la nave necesitaría transportar suficientes suministros, como alimentos, agua, medicinas y ser autosuficiente durante todo el viaje. Luego está todo el asunto de la aceleración para asegurarse de que nuestros viajeros hipotéticos no se vean aniquilados por fuerzas g abrumadoras.
A pesar de todo ello, la teoría del tiempo de Einstein con la cuarta dimensión transformó por completo nuestra relación con el pasado y el futuro, desafiando el concepto del destino en línea recta, al igual que Scrooge en el Cuento de Navidad: “Honraré la Navidad en mi corazón y trataré de guardarla todo el año. Viviré en el pasado, el presente y el futuro. Los Espíritus de los Tres estarán dentro de mí”. El viaje en el tiempo puede parecer una fantasía, pero en el mejor de los casos, es una reflexión sobre lo que hacemos mientras nos desplazamos por esta dimensión, como confirmación de que el futuro está en nuestras propias manos. ¡Feliz Navidad!
PAULINO BETANCOURT | @p_betanco
Investigador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat.