A 269 años de su declaración como parroquia, muchas cosas se mantienen: las anécdotas sobre los nombres de las esquinas, las tradiciones familiares de las tascas y la bulla constante en la plaza central, pero la mayoría de estos lugares fueron abandonados durante la última década, algunos como consecuencia de la crisis económica y otros a causa de la inseguridad, producto de la falta de vigilancia y alumbrado público