Caracas.- Freddy Villavicencio tiene 12 años ayudando a perros y gatos en situación de calle en los alrededores de la avenida Panteón de Caracas, lugar al que acude todos los días para alimentar y atender a los peluditos de cuatro patas.
Su agenda es apretada, pues sale muy temprano en la mañana para atender a un grupo antes de irse a trabajar como encargado de un restaurante y al volver se alista para asistir a la otra parte de una manada de al menos 70 perros y gatos.
La tarde del sábado 13 de noviembre, cuando alimentaba a parte del grupo, se topó con dos hombres, uno de ellos lo golpeó en el pecho y cuando Freddy se volteó para reclamarle, este le respondió “¿estás rebotado, viejo?”, razón por la que el otro sujeto se devolvió con una pistola en la mano y le disparó en el estómago.
La acción quedó grabada en un video en donde, además, se le ve al proteccionista levantándose luego de recibir el impacto de bala y revisándose el cuerpo sin entender muy bien lo que estaba ocurriendo. Solo encontró “un huequito” en su estómago y poca sangre, por lo que decidió seguir su rumbo, pero las piernas se le desmayaron cuando llegó a la acera e intentó recoger las bolsas con la comida de sus protegidos.
Intentó nuevamente ponerse de pie con el respaldo de los animalitos que fueron los únicos testigos presenciales del hecho. Al llegar a la esquina de la Iglesia Santísima Trinidad sintió que perdía el control de sus piernas y se volvió a revisar para hallar que tenía mucha sangre en la espalda -sitio por donde salió la bala-, y el pantalón manchado.
“Me regresé para la casa a buscar la cartera e ir al hospital, porque yo siempre salgo sin nada”, comentó a El Pitazo, al tiempo que recordó que cuando sus familiares lo vieron llegar herido “se alborotaron, se asustaron, lloraron. Pero yo les dije que estaba bien y tranquilo, que sentía el dolor local, pero no sentía más nada. Mi hijo desesperado sacó su carro, me llevó al hospital y ahí comenzó mi viacrucis”.
La primera parada del hombre herido de bala fue en el hospital Vargas, donde afirma que lo atendieron “de maravilla”; sin embargo, la doctora que estaba a cargo -y cuyo nombre no le fue revelado-, le dijo que debían operarlo, a lo que él extrañado preguntó “¿Por qué?”, si se sentía bien. Cuando le explicó que era necesario ver si la bala afectó algún órgano y le pidieron firmar un papel, él se negó y solicitó que le hicieran estudios, por lo que le practicaron una radiografía, pero no el eco, pues no los hacían allí.
Fue remitido al Hospital Miguel Pérez Carreño, donde “no hay camillas, no hay nada”, comentó el hombre. El médico de guardia le pidió que se desnudara y se tirara al piso, aunque intentó negarse porque el suelo podría estar infectado y tenía una herida en su cuerpo, el doctor le aseguró que, si no lo hacía, no lo atendería: “Lo tuve que hacer, me examinó y lo mismo, pero allá está peor, no había ni siquiera radiografía. Me dio una orden para tomarme una nueva radiografía y un eco”.
“Me fui para la Clínica Caracas (a hacerse los exámenes), me regresé para el Pérez Carreño, pero el doctor no estaba allí, me enviaron para el Vargas, allí no me quisieron examinar”, afirmó Villavicencio, que, agotado y decepcionado por no haber sido bien atendido, decidió volver a casa, aún en contra de la voluntad de su familia.
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Catalogó la situación como “desidia médica”; sin embargo, no se atrevió a criticar a los galenos, pues a su parecer “trabajan con las uñas”.
Debió gastar 400 bolívares digitales, -que equivale a 89,28 dólares- en suero, inyectadoras, guantes, gasas, que no pudo usar en su situación y que prevé usar en sus perros.
Reflexionó sobre el dolor que siente por la situación de los hospitales de Venezuela y lo que tienen que vivir las personas que llegan allí en busca de atención médica, reiteró que en el Pérez Carreño “hay miles de casos horripilantes”.
Labor proteccionista
Freddy Villavicencio y su esposa son conocidos por la comunidad que frecuenta la avenida Panteón, pues son 12 años de sus vidas dedicados a proteger a estos seres desamparados; su obra es para muchos lo que le abrirá las puertas al cielo.
Destina el 85 % de su sueldo para sostener a la manada y se queda solo con 15 % para cubrir sus gastos personales, pero esto no es para él una carga, ya que es lo que lo llena como ser humano: “alimentarlos, verlos comiendo con hambre, satisfacerse y luego ver cómo ese mismo perrito te acaricia, te besa, te da aquel cariño. Son seres maravillosos. A mí me da mucha paz y tranquilidad”, afirma.
En todo el tiempo que se ha dedicado a esta loable labor, nunca había vivido ninguna situación como la de aquella noche del sábado, aún confundido por las intenciones de sus agresores, resuelve ponerlos en manos de Dios.
“Nunca había tenido un incidente con nadie, más bien la gente me apoya, me conoce y me saluda preguntando por los perritos … si los muchachos son de la zona, ellos tienen que saber quién soy yo, por lo menos yo no los conozco, no sé quiénes son. Arriba hay un Dios que sabe lo que hace, de verdad cero rencores, sin desearle el mal a ninguno, que Dios los cuide y más nada”, comentó.
Si deseas comunicarte con el señor Freddy Villavicencio para apoyarlo, accede a este link.