La Guaira. En Carmen de Uria puede escucharse el silencio. Los zumbidos del viento entre la rocas, las ruinas y los árboles se sienten como leves murmullos. En ocasiones parecen quejidos, arropados por el mar.
Carmen de Uria no es una señora que necesite vivienda tras la tragedia de Vargas ocurrida en 1.999. Carmen de Uria, es un lugar arrasado en el mapa. Es un dolor. El pueblo famoso por sus heladitos de vaso con los sabores más pintorescos, por los pozos en la montaña y las olas para los surfistas, donde habitaban poco más de 2.500 personas es 17 años después, un destacamento militar, una zona que da cobijo a unas 20 familias y a los restos de una iglesia recuperada por los vecinos en 2009, a una fábrica de lanchas y lo más relevante, a un botadero de escombros de cuanta obra se desarrolle en el litoral central.
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“Tras la tragedia y una fuerte lucha por volver, entendimos que nuestra realidad, la realidad de Uria, nunca sería la misma y que por razones de seguridad no podíamos regresar. Entonces surgió la idea de convertirlo en camposanto, en un lugar de reflexión, en un gran parque verde, que atrajera otra vez la vida. Aquí sigo esperando por ese proyecto.
De Uria se acordaron para volverlo un basurero, pero nunca para hacer un homenaje a los sobrevivientes”, explica Julio Díaz, de la organización “El Corazón de Uria aún palpita”, quien es custodio y vigilante de la capilla del Cristo del brazo partido, imagen que según los sobrevivientes del poblado costeño, los protegió de la furia de las aguas con ese brazo fracturado.
Díaz indica que muchos lugareños soñaron con ver los restos de su pueblo transformado en un parque, una propuesta que borrará el amargo de la memoria. “A Vargas le hace falta un espacio de recreación. Este es idóneo. Parece que no han querido darse cuenta. Prefieren condenar el espacio con estos promontorios de desechos y la instalación de una arenera cerca de la playa”, indicó.
La propuesta de parque que menciona Díaz fue ofertada para Carmen de Uria dentro del Plan Vargas y Plan Vargas II. También lo dijo el entonces presidente Chávez en la primera alocución de febrero del año 2.000, cuando desde el aeropuerto de Maiquetía presentó el Plan Genatios de rescate para la golpeada entidad costera.
De acuerdo con quienes residen en lo que queda de Uria, un promedio de 80 camiones o camionetas ingresan a diario, para dejar allí los escombros de construcción. Lo más peligroso es que muchos de los escombros caen al cauce y se convierten en una obstrucción para el caudal.
“El Plan de Ordenamiento Territorial de Vargas en el Decreto 3414 de Corpovargas indica la necesidad de darle uso no residencial a Carmen de Uria y aprueba la construcción de un Parque Recreacional Conmemorativo. La misma propuesta fue respaldada por el gobierno regional de Vargas, que en Gaceta Regional de fecha 15 de febrero 2005 publicó el decreto 059.2005.
Allí está escrito. Eso es lo que queremos y apoyamos. No este botadero de escombro, que además es un riesgo porque nunca se terminaron las obras de canalización y si llueve duro, entonces no sólo arrastrará la tierra y las piedras, sino los escombros con que se ha obstaculizado el cauce”, refiere mientras muestra las copias de las Gacetas Oficiales, María Gagliardi Duarte, integrante de una de las 20 familias que aún viven en el sector, porque no lograron acuerdos de indemnización para que desalojaran la zona.
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En Carmen de Uria puede escucharse el silencio. Pero es interrumpido por el ruido de los camiones de carga pesada, que no llegan para reconstruir ni levantar el parque soñado, sino para dejar nuevas montañas de escombros.
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