El virus causante de la enfermedad SARS-CoV-2 detectado en China a finales de 2019 marcó un antes y un después en la vida de los miles de millones de personas en el mundo. Aunado a los problemas económicos que desencadenó y la gran cantidad de muertos y afectados, las noticias falsas jugaron un papel fundamental desde ese entonces hasta la fecha. Los denominados «fake news» siguen generando desinformación sobre todo lo relacionado al COVID-19 y es un mal con el que distintas organizaciones siguen batallando.
En Venezuela no escapa a esta realidad, muchos ciudadanos en todas partes del país todavía creen -tras 601 días de pandemia- que el COVID-19 no existe. Una idea que tomó mucha más fuerza debido a la opacidad y falta de datos creíbles por parte del gobierno de Nicolás Maduro acerca del número de casos y fallecidos. Pues no ha habido ocasiones en las que esas cifras hayan sido sometidas a cuestionamiento, mayormente, los datos se publican a través de Twitter, en contactos telefónicos con el canal estatal o en transmisiones televisivas.
Sin embargo, organizaciones no gubernamentales e integrantes de la oposición venezolana han denunciado desde marzo de 2020, cuando se detectaron los primeros casos, que las cifras divulgadas diariamente por el oficialismo no eran las más precisas.
Además, el propio gobernante ha puesto su granito de arena para contribuir con las noticias falsas. En alocuciones en 2020 recomendó a los venezolanos tomar infusiones a base de plantas naturales, como malojillo, para evitar contagiarse de COVID-19. Por este tipo de afirmaciones se le ha suspendido sus cuentas en redes sociales debido a las políticas sobre la publicación de información sobre el virus.
Pero él no ha sido el único mandatario en desestimar el COVID-19. El expresidente de Estados Unidos Donald Trump (2016-2020) y Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, sostuvieron públicamente en diversas ocasiones que dicho virus no era grave y que se esfumaría con el paso del tiempo, aún cuando miles de personas morían producto de las complicaciones de la enfermedad en sus naciones.
Desde que el COVID-19 se detectó en el territorio americano, dos presidentes en ese entonces se dedicaron a desinformar a la población, a pesar de que los expertos en materia de salud de sus gobiernos les llevaban la contraria y desmentían los mensajes de desinformación que en más de una ocasión lanzaron al aire.
Donald Trump llegó a sugerir a sus expertos el 23 de abril de 2020 que investigaran el uso de luz potente y desinfectantes inyectados para tratar el COVID-19; defendió a capa y espada el uso de la hidroxicloroquina para tratar la enfermedad, a pesar de que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) emitiera una advertencia sobre utilizarlo para el COVID-19.
Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que se han estudiado los efectos de la hidroxicloroquina como posibles terapias contra el virus, pero los datos indican que no reducen la mortalidad de los pacientes hospitalizados ni son de ayuda para las personas con síntomas moderados.
En otras ocasiones dijo que los niños eran «virtualmente inmunes» al COVID-19; que el virus se debilitaría cuando llegara el clima más cálido y que era una simple gripe. El entonces mandatario de EE. UU. fue criticado por su «mal manejo» de la pandemia.
El presidente brasileño Jair Bolsonaro no se quedó atrás. También lanzó noticias falsas que generaron el rechazo de los brasileños, que en más de una vez salieron a la calle a protestar por el mal manejo de la pandemia. Asimismo, era común que le hablara a la prensa sin usar una mascarilla y que encabezara actos políticos sin exigir el distanciamiento social sugerido la OMS para evitar contagios.
Una de sus últimas noticias falsas dichas en público fue la aseveración de que las personas que han recibido las dos dosis de las vacunas contra el coronavirus estarían desarrollando el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. La comunidad científica brasileña reaccionó de inmediato a las declaraciones de Bolsonaro, señalando que se trataba de «fake news».
Maduro también vendió a los ciudadanos en muchas ocasiones una cura definitiva contra el COVID-19 como el antiviral Interferón Alfa B2
Esto ocurrió el 21 de octubre de 2021 en una alocución transmitida en su canal de Youtube, posteriormente el 25 de dicho mes la plataforma de videos suspendió por una semana las actividades del canal Bolsonaro y quitó el material en el que mencionaba informaciones falsas que asocian la vacuna con el Sida.
Por estos antecedentes, el Senado de Brasil lo acusó de cometer “crímenes contra la humanidad” en un informe aprobado el 26 de octubre de 2021 y realizado por un grupo de senadores que lo investigaron. Las acusaciones se presentarán en la Fiscalía General, la Corte Suprema, y la Corte Penal Internacional.
En mayo de 2020, cuando solo habían pasado dos meses desde que se detectó el virus en Venezuela, el gobernante Nicolás Maduro aseguró que los migrantes venezolanos que retornaban al país desde Colombia estaban contagiados intencionalmente, acusaciones que lanzó para culpar a su homólogo Iván Duque por el aumento de casos.
El gobierno oficialista tildó de delincuentes e incluso de “bioterroristas” a los migrantes venezolanos que regresaban por los caminos verdes en medio de la pandemia. Aunque posteriormente Maduro se disculpó, no cambió el hecho de que estigmatizó a los migrantes.
Otros hechos resaltan en el manejo del COVID-19, como la recomendación a los ciudadanos de tomar infusiones hechas de plantas para tratar la enfermedad tanto en transmisiones televisivas como a través de las redes sociales.
El 22 de marzo de 2020 el mandatario publicó en un tuit “la cura contra el COVID-19”. Se trataba de un remedio hecho con jengibre, miel, pimienta y saúco avalado por un supuesto médico llamado Siro Quintero. Imágenes de la receta se difundieron por redes sociales. Para ese entonces la OMS aseguraba que no había un tratamiento curativo sino medicamentos paliativos. Tras 600 días de pandemia no existe una cura, pero sí la vacuna que logra la inmunización.
Maduro también vendió a los ciudadanos en muchas ocasiones una cura definitiva contra el COVID-19 como el antiviral Interferón Alfa B2, también con una supuesta molécula DR-10 capaz de neutralizar y eliminar el virus. Hizo lo propio con las gotas llamadas Carvativir, una medicina que calificó de milagrosa por ser 100% segura contra el SARS-CoV-2 y cuyos estudios clínicos no han sido publicados.
Todas estas noticias falsas le pasaron factura. En diversas ocasiones sus mensajes fueron eliminados de sus redes sociales y bloqueadas por difundir noticias sobre el COVID-19 que no están avaladas por la OMS y otros organismos de salud. Además, causaron confusión y desinformación en la población.
Mensajes en las redes sociales, cadenas de WhatsApp, videos en YouTube acerca de remedios milenarios e información en Internet que se ha difundido de manera irresponsable alimentaron la “infodemia” (difusión de información sin validez científica).
Algunos de los fake news más resaltantes son que el coronavirus muere a una temperatura superior a 26°; que el COVID-19 es una bacteria y no un virus, que los vacunados contra el COVID-19 morirían dentro de dos años; que la vacuna puede transformar el material genético de la persona o pueden causar esterilidad y muchos otros que en su mayoría han sido desmentidos por la Organización Mundial de la Salud.
Donald Trump llegó a sugerir a sus expertos el 23 de abril de 2020 que investigaran el uso de luz potente y desinfectantes inyectados para tratar el COVID-19
Aquí recopilamos algunos:
Los “fake news” sobre la vacuna:
El Observatorio de Infodemia sobre COVID-19 de la Fundación Bruno Kessler indica en su portal web oficial el 2 de noviembre de 2021 que, Venezuela tiene un índice de 15,1% de infodemia y una falta de fiabilidad de las noticias de 34,7%.
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