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Migrantes venezolanas cuentan cómo vivieron su embarazo en medio de la pandemia

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Desde Ecuador, Chile y España, tres madres cuentan cómo fueron sus procesos para dar a luz en los países que escogieron para vivir. Hay un punto en común, ellas vivieron la parte final de la gestación en medio de la pandemia mundial del COVID-19, algo que las llenó de miedo pero que las hizo fuertes para establecer un plan con el objetivo traer a sus hijos al mundo sanos y salvos

Redacción: Madelen Simó Sulbarán

Muriel Tremontt, Angélica Martínez y Carla Fernández son mujeres venezolanas que viven en países distantes, pero que tienen algo en común: la gestación en medio de una pandemia.

Contaron a El Pitazo cómo dominaron el miedo para superar las últimas semanas de embarazo en medio de la crisis por la expansión mundial del nuevo coronavirus en los países que las acogieron.

Enfocarse en un parto feliz

Muriel Tremontt, de 36 años, se convirtió en madre por segunda vez el pasado 6 de abril en Guayaquil, Ecuador, un país que hasta el 16 de abril registraba 8.225 casos de contagios de coronavirus y 403 fallecidos, según reportes de www.depor.com.

Llegó a Guayaquil en diciembre de 2018. “Decidimos este destino porque vimos la posibilidad de ejercer profesionalmente la docencia. Además, el trámite de la visa en ese momento era sencillo y teníamos familiares en esta ciudad”, recuerda.

Muriel es licenciada en Teatro, graduada en la Universidad Nacional Experimental de las Artes. En Venezuela trabajó por más de 15 años como actriz, docente y directora teatral, además creó la Compañía Integral de Teatro “Pequeños Actores”. Pero un día decidió migrar por la difícil situación económica y social. Primero se fue su esposo y varios meses después, ella y su primer hijo emprendieron camino a Ecuador.

Al llegar a Guayaquil, Muriel consiguió empleo en una tienda de ropa femenina, luego se convirtió en la profesora de teatro de una academia de danza, donde también trabajó en el área de producción y difusión. En ese país recibió la noticia de su segundo embarazo, un motivo de alegría que se empañó cuando la despidieron de la academia.

Como extranjera, Muriel tuvo el temor de dar a luz en Ecuador, pero la preocupación se minimizó cuando conoció historias de otras madres que habían parido en Guayaquil. Luego renacieron las dudas cuando comenzó a llegar información sobre el coronavirus.

“El coronavirus lo veía como algo lejano, porque estaba en China y era complejo que llegara a Latinoamérica. Pero en febrero me entero que llega el paciente cero a Ecuador y entro en pánico, sobre todo por el desconocimiento”, relata.

En ese momento Muriel tenía siete meses de gestación y un plan de parto organizado. Se controlaba en un centro de salud gratuito y como se quedó sin empleo, renunció a tener un parto en una clínica.

“Un amigo médico me invitó a que conociera el Hospital Guasmo Sur. Me gustó mucho porque estaba dotado de equipos y personal, y la doctora que me atendió fue respetuosa con lo que había decidido tener: plan de parto natural, con una dula (matrona) y con mi esposo entrando a sala de parto”.

Cuando las cifras comenzaron a subir en Guayaquil, Muriel todavía confiaba en su plan de parto, pero el hospital donde pensaba dar a luz era el mejor dotado de la ciudad y por eso comenzó a colapsar con los pacientes de coronavirus.


Hubo momentos en los que lloré, pero no me podía dejar vencer por el dolor, debía esperar lo más posible en casa

Muriel Tremontt, venezolana que tuvo su segundo hijo en Ecuador

“El médico me avisó que su personal de obstetricia había sido trasladado a la maternidad de Guasmo. Todo el plan había cambiado, eso fue a mediados de marzo, ya estaba en la semana 37”.

Muriel evitó programarse en función del miedo para preservar su sistema inmune y adaptó el plan de parto a su nueva realidad, tenía claro que el nacimiento de su bebé sería un “parto feliz”.

“Comencé a asistir a charlas con dulas para el trabajo de parto en el hogar; mucha gente me recomendó parir en casa, pero no me atreví, porque si daba a luz en casa tenía que salir de ella con la bebé y luego el alta médica podía tardar de 3 a 4 días. Lo que sí podía hacer era retrasar lo más posible la llegada al hospital y mi estadía allí, entonces comencé a prepararme para un trabajo de parto casi a término en mi casa”, señala.

Muriel explica que tanto su esposo como ella, tienen meses trabajando a destajo y ahora, con el aislamiento, permanecen en casa. La situación económica se ha complicado y asegura que no han recibido ayuda del gobierno ecuatoriano ni del venezolano. Solo le han tendido la mano sus amigos y su familia.

Esta madre se preparó para reconocer lo que su cuerpo manifestaba y cuando comenzaron las primeras contracciones, dijo: “Llegó el momento, voy a parir. Mi esposo me preparó baños de agua tibia, me hice amiga de la contracción, evité gritar y respiré mucho. Claro que hubo momentos en los que lloré, pero no podía dejarme vencer por el dolor, debía esperar lo más posible en casa, era la 1:00 de la madrugada y aún estaba el toque de queda que terminaba a las 6:00 am”. Muriel llegó a las 7:00 am a la maternidad y a las 7:30 nació su bebé.

El temor de exponerse al contagio

Angélica Martínez, de 38 años, parió a su primer hijo en Viña del Mar, Chile. Tenía 39 semanas de gestación cuando dio a luz a una niña la mañana del 13 de abril. Su temor, como el de muchas mujeres en su condición, era el posible contagio de coronavirus. En Chile, las cifras al 16 de abril alcanzaban los 8.807 contagios y 103 personas habían perdido la vida, según lo reportado en www.dl.cl.

En junio de 2018 llegó a esa ciudad proveniente de Barinas. Se decidió por este destino porque tenía unas amigas que le ofrecieron recibirla cuando llegara a tierra chilena. En Venezuela se desempeñaba como cajera en una entidad bancaria, pero su situación económica se complicaba y decidió aceptar la ayuda de sus amigas. “El sueldo no me alcanza ni para el mercado de un mes”, recuerda.

En Chile ha trabajado en restaurantes y en una fábrica de chocolates. Era cajera en un lugar de comida rápida cuando quedó embarazada. Actualmente está en licencia por maternidad, así que se vio protegida de un despido debido a la emergencia sanitaria por el COVID-19.

Angélica escuchó del coronavirus en enero, pero al igual que Muriel era algo que veía lejano. Cuando salió de licencia prenatal, el 3 de marzo, ella ya escuchaba que el virus había llegado a Latinoamérica, pero en Chile todavía no se había presentado.

Una semana después de estar en licencia le informan que el local donde trabajaba lo iban a cerrar como medida de precaución porque en Chile había muchos contagios. “Despidieron a 6 personas de las 11 que trabajábamos allí. Y así ha sido en la mayoría de las empresas, son muchos los puestos de trabajo que se han perdido”, destaca.

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Angélica declara que no ha recibido ninguna ayuda por parte del gobierno chileno. “Acá debes pertenecer a una clase casi de indigente para optar a beneficios del Estado, si no, no recibes nada”, revela.


Tuve una cuarentena autoimpuesta porque acá (Chile) no se ha decretado cuarentena obligatoria

Angélica Martínez, partudienta madre de su primer hijo en Viña del Mar, Chile

Durante su embarazo, su preocupación era que en el hospital se tomaran las medidas necesarias para que su bebé y ella estuvieran lo menos expuestas a contagio. “Tuve una cuarentena autoimpuesta porque acá no se ha decretado cuarentena obligatoria. En el consultorio me dijeron que no debía salir ni ahora ni después de tener a la bebé, y no se pueden recibir visitas en el hospital ni en la casa por el mismo motivo”.

Señala que vivió días difíciles en la etapa final de su embarazo, le postergaron varias consultas médicas y no pudo hacer la visita guiada por la maternidad, algo común en Chile. Su manera de cuidarse fue tomar las precauciones de lavar constantemente las manos, desinfectar todo lo que entraba a su casa, así como dejar en la entrada de su hogar ropa o zapatos, además cuando salían usaban tapabocas y guantes.

A la niña la llamaron Sofía, y esta pequeña decidió nacer el 13 de abril, tres días antes de lo previsto. La noche del 12 de abril Angélica comenzó a sentir las primeras contracciones y con la asesoría de un médico vía WhatsApp desde Venezuela, decidió salir de su casa antes de las 10 de la noche, hora en la que inicia el toque de queda en Chile.

A diferencia de Muriel, Angélica tenía más dudas y no conocía tan bien las manifestaciones de su cuerpo para el parto. Ella llegó al hospital y luego de una revisión regresó a casa, pero a la media noche Angélica y su pareja debieron salir nuevamente al hospital, había roto fuente.

Después de intentar toda la noche un nacimiento por vía natural, en la mañana siguiente el médico decidió que lo más seguro era la cesárea. Carla solo tuvo la compañía de los médicos y las enfermeras, su pareja debió esperar afuera del hospital por las restricciones de la emergencia sanitaria.

“Mi consejo para otras madres es que se cuiden mucho y que salgan de sus casas cuando sea estrictamente necesario, siempre con mascarillas y guantes, tratando de no tocar nada en el camino. Hasta que no aparezca una cura, la única manera de cuidarse es cumplir la cuarentena”.

Autoprotección antes del confinamiento

Carla Fernández tiene 28 años de edad y es otra venezolana que migró a España para establecerse en Sevilla. A esta ciudad llegó en octubre de 2019, cuando tenía 18 semanas de gestación; allí la recibieron su mamá, su hermana, su cuñado y su sobrino de 3 años.

Su decisión de migrar fue para ofrecerle un mejor futuro a su hija, lo que nunca imaginó fue que meses después estaría en el segundo país europeo con más casos de COVID-19. Hasta el 16 de abril en España se habían registrado 188.068 casos de contagios y 19.478 fallecidos, según datos de www.elpais.com.

En Venezuela se dedicaba al comercio independiente, pero los altos costos de los productos, las fallas de electricidad y la incertidumbre por el nacimiento de su hija, la obligaron a reunirse con su familia en España.

Solo logró trabajar los primeros meses desde su llegada a Sevilla, al lado de su hermana, en la limpieza de apartamentos. En 2020 adelantó sus trámites legales y está a la espera de su tarjeta de identidad permanente y el permiso de trabajo.

Carla cuenta que tenía siete meses de embarazo cuando aparecieron los primeros casos en Madrid. “Lo primero que pensé fue en mi estado y tuve miedo que afectara mi embarazo o a la bebé”.

Agrega que por parte del gobierno español no ha recibido ninguna ayuda en medio de esta emergencia sanitaria. “Estoy en proceso de acogida con la organización Accem, en la cual me dieron referencia para un grupo que ayuda a madres migrantes, allí me están colaborando con cursos de formación y para cuando tenga mi permiso de trabajo me ayudan a conseguir empleo, además de auxilio de alimentación y pañales para la bebé hasta que tenga 3 años”.


Mi mayor miedo es el tiempo que duraré el hospital, el miedo de contagiarme o que mi bebé se contagie

Carla Fernández, venezolana en España

Carla tomó sus propias previsiones, comenzó con el aislamiento social y evitaba salir por miedo y prevención. “Luego que decretaron el Estado de alarma y que ordenaron el confinamiento, fue diferente, tomamos medidas extremas de limpieza en el hogar, cero salidas y visitas”.

Su estado de ánimo se vio afectado y tuvo crisis de ansiedad, pero se fue calmando cuando dejó de ver tantas noticias y se enfocó en lo necesario: “Confiar en el personal sanitario que ha hecho buen trabajo”.

Carla continuó con sus controles normales a pesar del confinamiento, cuando salía debía llevar la orden de su cita médica. La sugerencia de su matrona y de los médicos era ir al hospital cuando ya estuviera en labor de parto para evitar tanta exposición de contagio.

Ella sabía que cuando ingresara al Hospital le tocaría estar sola, sin ningún acompañante, debido a la emergencia sanitaria. “Mi mayor miedo es el tiempo que duraré en el hospital, el miedo de contagiarme o que mi bebé se contagie. Otro de mis temores es el parto inducido o alguna complicación, ya que no quiero que separen a la bebé de mi lado”.

Esto último sucedió la noche del 16 de abril. Carla ya había pasado la semana 40 y no presentaba ningún indicio de parto natural, por eso debieron practicarle una cesárea y separar a su bebé de ella por unas horas. Le tocó mantener la calma, confiar en el personal médico y como ella misma dijo: “confiar en Dios”.

Apropiarse del nacimiento, cumplir con las medidas de protección, mantener la calma y tener fe, fue la mejor medicina que encontraron estas madres para dar vida en medio de una pandemia.

Redacción El Pitazo
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