La Guaira.- Juan Guaidó regreso a Venezuela y lo hizo nuevamente entrando por el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía. A pesar de las amenazas del oficialismo, el presidente de la Asamblea Nacional (AN) y presidente encargado de Venezuela, no fue detenido. Entró por la puerta grande, a la vista de todos, desafiando nuevamente al oficialismo.
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Pero en esta ocasión, su llegada fue diferente a aquella registrada el 4 de marzo del 2019. En esta oportunidad, la ira del chavismo fue expresada a través de los llamados grupos de choque del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), quienes intentaron comportarse como muro de contención que opacara la gira internacional de la que regresaba el líder opositor venezolano.
Ciertamente, el gobierno de Nicolás Maduro no se atrevió a detener a Juan Guaidó, pero sus seguidores si se atrevieron a enfrentarlo a golpes. No solo a Guaidó, también a los diputados que allí estaban esperándolo, a su esposa Fabiana Rosales, a diplomáticos y a los medios de comunicación que daban cobertura.
Los ánimos estaban claramente caldeados, mucho antes del aterrizaje del vuelo 173 de la línea aérea TAP Portugal, proveniente de Lisboa. Por un lado el chavismo gritaba “Guaidó eres un traidor y por ello te sale Tocorón”, mientras que los opositores, que también le aguardaban, entonaban el grito que patentaron desde que el diputado electo por el estado Vargas asumiera la presidencia encargada: “Es un guerrero, vale por dos, es de La Guaira y se llama Juan Guaidó”.
Varias escaramuzas previas se registraron mientras se esperaba por Guaidó. Una periodista fue mordida por una integrante del grupo de choque de Catia La Mar, que dirige la jefe civil de esa parroquia, Náyades Pérez. Hubo insultos, empujones y protestas. Empleados de Conviasa, la línea sancionada por el Gobierno de Estados Unidos, también expresaban su rechazo por la llegada del presidente legítimo de la Asamblea Nacional.
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Los oficialistas expresaban su rabia por la reunión con Donald Trump, por su visita a Colombia, por haber llegado a Suiza y porque, según su criterio, todo eso solo sirvió para desprestigiar a Venezuela, para profundizar la llamada “guerra económica” y exponer al único presidente que ellos reconocen: Nicolás Maduro.
Mientras esto sucedía en el área pública, adentro en migración, la situación no era menos tensa. Juan Guaidó arribó a Venezuela en un avión de la línea aérea TAP proveniente de Lisboa. Al descender del vuelo 173, el líder opositor se presentó en migración y allí su cédula de identidad fue retenida. Asimismo, fue grabado por el coronel Franco Quintero de Seguridad Aeroportuaria de Maiquetía, quien dio paso a Dubraska Padrón, coordinadora política de la línea aérea Conviasa, para que atacase a Guaidó, lo bañara con agua mezclado con otras sustancias con mal olor y le persiguiese y gritase sin el menor respeto.
En medio de aquel aquelarre, Guaidó salió, alzo su brazo saludando y a pesar del atropello de Padrón, seguía sonriendo, como si la rabia y el odio le resbalaran. Abrazó a Fabiana Rosales y agradeció a los diputados presentes. El chavismo no podía perdonarle ese desparpajo al causante, según ellos, de sus males. Los oficialistas liderados por el presidente del Consejo Legislativo de Vargas, Roybert Sojo y el constituyente Juan Iriarte, dieron la orden de ataque.
La ira se transformó en violencia. La caballerosidad del diplomático de Francia, Romain Nadal y sus guardaespaldas, impidieron una arremetida mayor contra Fabiana Rosales, la esposa de Guaidó, quien fue bruscamente zarandeada y lanzada hacia la vidriera de una floristería, que se ubica de inmediato, a la salida de los vuelos internacionales.
Y mientras un conglomerado opositor rodeaba a Guaidó hasta las áreas del estacionamiento de Maiquetía y este mostraba mayor templanza, la rabia de no saberlo detenido se manifestaba en la fuerza bruta de la base chavista, que había sido llamada para ayudar en la captura del líder, cosa que no sucedió. El gobierno de Maduro, por la razón que fuese, no podía detener a Guaidó y para no quedar como blandengues trajeron a lo peor de su militancia: los que creen solo en puños y rencor.
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Guaidó recibió golpes en la espalda, cabeza y rostro. La camioneta que fue a recogerle recibió piedras y palos. Los grupos de choques tomaron los conos que no permiten estacionarse en el corredor vial de la terminal internacional y los lanzaron al aire. Querían una pelea, pero el contrincante primario se montó en la camioneta y salió rumbo a Caracas, dejándolos burlados y más dolidos.
Entonces la furia se volcó contra los medios de comunicación. Por lo menos 14 reporteros, entre periodistas, fotógrafos y camarógrafos fueron salvajemente golpeados, robados y amenazados de muerte, por mujeres, que en algunos casos, portaban armas blancas.
Guaidó regresó a Venezuela y no fue detenido. Tanta ira desatada por los grupos de choque del chavismo solo les dejó un zapato como trofeo, que por cierto nunca perteneció a Guaidó, sino que le fue robado al periodista Mayker Iriarte.
Quienes se concentraron en las inmediaciones del Distribuidor El Trébol y en el estacionamiento de los Bloques de La Aviación, no tuvieron mayor suerte. Las bombas lacrimógenas y los perdigones llegaron para evitar cualquier concentración. El cierre de la autopista hizo que la comitiva presidencial usase los caminos verdes, que todo guaireño conoce, para llegar a Caracas.
Desde Chacao, incólume, Guaidó se dirigió al país. Mientras en Maiquetía quedaba la barbarie.
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