Maturín.- Las carencias del sistema educativo están a simple vista en la escuela Ángel de la Guarda de Fe y Alegría en Maturín. La institución está ubicada en Sabana Grande, un sector de la parroquia Las Cocuizas que nació como una invasión y donde los niños ven clases en salones sin techos y sin electricidad, porque durante las vacaciones escolares se robaron 100 metros de cable.
«Se siente horrible estudiar así», expresa Luis, un estudiante de primer año de bachillerato cuya identidad está protegida. Ha crecido yendo a los pasillos de ese colegio; le ha tocado sentarse en el piso para ver clases y salir corriendo del aula cuando llueve, como ocurrió la tarde del pasado martes, 26 de noviembre. Su salón es uno de los cuatro que no tiene techo.
Es que la delincuencia se ha encargado de desmantelar poco a poco la institución que tiene 34 años de fundada. “Que nos escuchen y nos ayuden a mejorar nuestra escuela, porque no es justo que los alumnos tengamos que comprar los marcadores para la pizarra y traer las hojas para anotarnos en lista de asistencia”, reclamó Diana, una compañera de Luis que también tiene su identidad protegida.
En Ángel de la Guarda, los alumnos se multan con mil, dos mil o tres mil bolívares para comprar esos marcadores, también traen algunos artículos para limpiar la institución y otras veces colaboran con el material de oficina que necesita el docente, algo que en un sector como Sabana Grande suele ser difícil de cumplir porque la mayoría de las familias sobrevive con salario mínimo o con los bonos que otorga el gobierno de Nicolás Maduro.
“Aquí hay compañeros que vienen sin comer”, agrega Diana, quien es vocera de su sección. En el colegio reciben la ayuda de lo que antes se llamaba Programa de Alimentación Escolar y también con el programa propio de Fe y Alegría; sin embargo, los estudiantes aseguran que muchas veces comen arroz con caraotas o pasta con ese mismo grano.
Sobre las carencias de la institución, la subdirectora Rosa Molinos dijo que es algo que ya ha sido denunciado. Insistió en hacerle un llamado a los entes gubernamentales para que volteen la vista hacia el colegio que tiene una matrícula de 1.033 alumnos y tiene un déficit de 600 pupitres. “Toda el área de primer año está cerrada porque no hay techo, entonces lo que hacemos es sacar a los estudiantes a las áreas verdes, a la biblioteca, la coordinación o la sala de maestros”, explicó.
El agua llega, pero los pozos sépticos de los baños colapsan con frecuencia, por eso es que los estudiantes pueden usarlos. La cancha tiene seis años construyéndose y algunas láminas que habían sido instaladas también fueron removidas por la delincuencia, que este año los ha visitado en tres oportunidades.
Esta web usa cookies.