Por: Paulino Betancourt
Una nueva variante del coronavirus se está extendiendo por todo el mundo. Se identificó por primera vez en el Reino Unido, donde está proliferando rápidamente y se ha encontrado en varios países. Inicialmente descarté la noticia porque los virus mutan todo el tiempo y ha habido demasiados titulares infundados sobre “virus mutantes” este año. El alarmismo exagerado y el “reenviar sin pensar” hacen que sea más difícil distinguir las noticias verdaderas del sensacionalismo. Los virus mutan con facilidad, cuando muchas mutaciones se acumulan se habla de una variante, pero no todas perduran convirtiéndose en una amenaza real. Las variantes deben considerarse inocentes hasta que se demuestre su culpabilidad. En el caso de la “variante inglesa” ésta parece ser más transmisible, lo que significa que se propaga más fácilmente.
Esta variante, llamada B.1.1.7, tiene una cantidad inusualmente grande de cambios genéticos, particularmente en la proteína de pico, que es la forma como el virus ingresa a nuestras células. Por ello, puede ser mejor para eludir nuestra respuesta inmune y replicarse o ser capaz de unirse mejor a lugares de nuestro cuerpo más propicios para infectar a otros, pero por los momentos todo es especulativo. Todavía hay algunas incógnitas, pero mucha de la preocupación se ha centrado en si esta nueva variante afectaría la eficacia de la vacuna o si causaría una enfermedad más grave. Un estudio inicial indicó que no era así, dándonos cierto grado de alivio. Aunque necesitamos más datos para sentirnos realmente tranquilos, muchos científicos creen que esta variante no disminuirá la eficacia de la vacuna. Los funcionarios de salud han comenzado a enfatizar la falta de evidencia que indique que estamos frente a una enfermedad más grave.
Entones, ¿tenemos motivos para preocuparnos? Aún es pronto para saberlo. Porque una variante más transmisible del COVID-19 puede convertirse en una potencial catástrofe. Una variante más transmisible es de alguna manera mucho más peligrosa que una variante más agresiva. Esto se debe a que una mayor transmisibilidad nos somete a un virus más contagioso que se propaga con un crecimiento exponencial, mientras que el riesgo de una mayor gravedad habría aumentado de manera lineal. El aumento de la transmisibilidad puede causar estragos en muy, muy poco tiempo, especialmente cuando ya tenemos una propagación creciente en buena parte de Latinoamérica.
Paulino Betancourt
Para comprender la diferencia entre los riesgos exponenciales y lineales, consideremos el ejemplo presentado por el Profesor Adam Kucharski, que hace análisis matemáticos de enfermedades infecciosas. Partiendo de datos de contagio actuales, para un caso hipotético de 10.000 personas infectadas, se esperarían 129 muertes en un mes. Si la tasa de mortalidad aumentara en un 50%, eso provocaría 193 muertes, correspondiendo a un crecimiento lineal. Pero si aumentamos un 50% en la transmisibilidad, eso conduciría a un incremento exponencial de 978 muertes en solo un mes. Esto último ocurre porque al propagarse rápidamente, muy rápidamente, cada nueva persona contagia a otras más. Además, se puede añadir que la fatiga en la población por la extensión de la cuarentena, ha producido un cambio en su comportamiento, llevándolos a tomar menos precauciones (poco uso de mascarilla, mayor acercamiento social), conduciendo a una propagación más rápida del virus.
La pregunta sería, ¿cuánto más transmisible es la nueva variante? Aún no estamos completamente seguros, pero las estimaciones iniciales de los datos sugieren que esta variante podría ser entre un 50% y 70% más transmisible que el COVID-19 que conocemos. Para hacer las cosas más peliagudas, todavía no estamos exactamente seguros de por qué es más transmisible, aunque ya se están probando teorías razonables.
Dado que esta nueva variante ya está cerca, siendo reportada en los países vecinos, y Venezuela no tiene una vigilancia genómica extensa, por lo que, de alguna manera estamos navegando sin mapa, ¿cómo podemos enfrentarla? Este momento es algo similar al aumento inicial del COVID-19 en Venezuela, cuando pasamos a la cuarentena estricta. Necesitamos hablar una vez más sobre la importancia de aplanar la curva. Necesitamos fortalecer la capacidad hospitalaria, para que nuestra tasa de mortalidad no aumente. Pero esta vez, podemos tener nuevas herramientas en la lucha contra el virus: se están implementando las vacunas. Las personas vacunadas tienen menor probabilidad de enfermarse. Cien mil personas vacunadas significarán 100 mil personas con menor (o casi ningún) riesgo de padecer COVID-19 sintomático. ¡Eso es una ganancia enorme!
Todo esto significa que la velocidad del lanzamiento de la vacuna es de gran importancia. La vacunación de una amplia población puede salvar vidas y las epidemias se combaten con logística e infraestructura. Debemos poner toda nuestra energía, financiación e implacabilidad en vacunar a la mayor cantidad de personas lo más rápido posible. Pongamos nuestra esperanza en el éxito de las vacunas en nuestro país.
Tal vez, solo tal vez, esta variante resulte ser una falsa alarma, no tan transmisible como temíamos. Lo sabremos pronto.
PAULINO BETANCOURT | @p_betanco
Investigador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat.
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