Salvar la Educación es también con usted

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Por: Luisa Pernalete

   

¿Tendremos escuela el próximo año escolar? ¿Tendremos suficientes maestros para atender alumnos, presencialmente o a distancia? ¿Volverán los muchachos en septiembre? ¿Podremos reducir la brecha entre atendidos y excluidos o se incrementará?

Hay que pensar en septiembre, si es que seguimos pensando que la Educación de un país es imprescindible para sembrar presente y futuro. Y la educación, como la salud, es base para tener país, para tener “patria”.

La Educación no puede ser preocupación –y ocupación– sólo para los educadores, nos debería preocupar y ocupar a todos, aunque con diferente peso y diferentes roles.

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A todos nos interesa que tengamos una educación de calidad para todos nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, y la verdad es que ya, antes de la cuarentena, la educación venezolana estaba dejando por fuera a muchos muchachos. No hablo sólo de los que hace rato se fueron del sistema, me corrijo, los sacaron del sistema, porque no tuvieron para los útiles, o para los uniformes, porque se cansaron de esperar un transporte que no pasaba, o porque no tenían para ese pasaje, o porque no comían en sus casas y sabían que en la escuela tampoco tendrían ni desayuno, ni merienda, ni almuerzo, y “la letra con hambre no entra”, o porque la maestra había renunciado y no había quien la sustituyera, o porque sin agua no podía funcionar la escuela… en fin, diversas razones dejaron a muchachos por fuera. Además, la asistencia se volvió irregular para el 40% de los inscritos, según los últimos datos de la Encovi. ¿Cuántos se han quedado en el camino? La verdad es que no sabemos, datos oficiales no hay.

Ya sabemos que con la pandemia, a escala mundial, la educación ha sufrido. El secretario General de la ONU  ha estado alertando acerca del impacto que sobre esta generación de población escolar puede tener la educación actual, o mejor dicho, la “no educación”. Eso a escala mundial, aquí todo será más grave porque ya antes de la cuarentena, disculpen que lo repita, estábamos mal, muy mal.

Hemos tenido nuestros aprendizajes en esta coyuntura, y uno de los más importantes, es que aun en condiciones muy difíciles, si tienes maestros creativos y con vocación de héroes, es posible llegar a más muchachos, es posible que con limitaciones los chicos puedan mejorar sus competencias, si se mantienen lazos afectivos, el  estudiante –sabiéndose y sintiéndose importante– permanecerá, no abandonará, pero necesitamos esos maestros, “sin maestros no hay escuela”.


A todos nos interesa que tengamos una educación de calidad para todos nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, y la verdad es que ya, antes de la cuarentena, la educación venezolana estaba dejando por fuera a muchos muchachos. No hablo sólo de los que hace rato se fueron del sistema, me corrijo, los sacaron del sistema, porque no tuvieron para los útiles, o para los uniformes, porque se cansaron de esperar un transporte que no pasaba, o porque no tenían para ese pasaje, o porque no comían en sus casas y sabían que en la escuela tampoco tendrían ni desayuno, ni merienda, ni almuerzo

Luisa Pernalete

Me acuerdo hace unos dos años, cuando aún la situación no estaba tan grave, pero ya teníamos renuncias de maestros por los bajos salarios, una pequeña, para entonces en primer grado, que estudiaba en una escuela de Fe y Alegría en Maracaibo, llegó a su casa muy preocupada porque su maestra María Auxiliadora les había dicho que se iría a Colombia. La pequeña comentó a su madre, como pensando en voz alta: “Si la maestra María se va, nos pondrán a la suplente. Ella no es mala persona, pero no sabe tanto de lectura como la maestra. Nos atrasaremos”. ¿Qué tal? Afortunadamente la maestra María decidió esperar a que terminara el año escolar, y no los dejó a mitad. Y los niños “no se atrasaron en la lectura”. Lo que la pequeña Victoria sabía en primer grado, la importancia de los buenos maestros, lo sabemos nosotros también.

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Volvamos al hoy. Las condiciones de vida de los educadores en Venezuela son insostenibles. Los sueldos, los más bajos de toda América Latina, menos que los de Haití y Cuba, que ya son bien bajos. Pues con salarios “miserables”, como bien los califica el Padre Jaime Aristorena, Director Nacional de Fe y Alegría, no se puede pedir más a los docentes. Y ahora cito al padre Aristorena de nuevo, en el comunicado recién publicado, cuando, después de enumerar todos los obstáculos solventados, todas las estrategias ensayadas, afirma: “Las miserables condiciones del personal, en cualquier momento, pueden derrumbar todo el sistema educativo; si no se toman medidas pertinentes, nos quedaremos sin maestros y por consiguiente sin escuelas, porque sin maestros no hay escuelas” (Fe y Alegría reconoce, agradece y exige)

Los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, merecen educación –es su derecho– y de calidad -también es su derecho- según el artículo 103 de la CRBV, y los maestros merecen un salario digno. Que no tengan que estar preocupados y ocupados en cómo dar de comer a su familia, es lo mínimo.

Son los salarios del personal, son los servicios, es la infraestructura de los planteles, es la inversión para que alumnos y maestros puedan tener internet y de calidad suficiente para que la educación a distancia llegue a más, en fin, no es algo simple y de una sola dimensión. Sin educación no hay ni presente ni futuro ni para los estudiantes ni para el país. Por eso el llamado es para todos: las familias, alumnos y exalumnos,  gremios, empresarios, iglesias, y el Estado, el último garante de los DD. HH., y el administrador de los dineros públicos. Necesitamos un acuerdo nacional para defender la educación.


LUISA PERNALETE | @luisaconpaz

Educadora en zonas populares por más de 40 años. Utiliza el sentido del humor como herramienta pedagógica