Los aplausos atiborraron el hemiciclo del parlamento norteamericano. Todos por unos segundos eran adeptos de las mismas consignas. Republicanos y demócratas parecían estar de acuerdo en un solo punto. Sentían una irresistible necesidad de normalidad hemisférica. Un fervor por lograr hacer realidad las esperanzas de los tenaces. Sí, se sintió apoteósico y real. No hubo brumas de dudas sobre ese momento.
Guaidó recibió la ovación de pie, levantó la mano ante el anunció de Trump sobre su presencia y apenas logró esbozar una mueca que trató de convertir en sonrisa. No era su momento, sino el de su país.
Los rumores corrían desde la semana anterior, entre excusas inciertas y un nada definitivo. Tal vez habría una corazonada o la misma necesidad le daba lógica a la posibilidad. Se haría realidad el encuentro esperado. Pero nunca se presumió con certeza que el preludio fuera tan impactante.
Arribó a Washington y se trasladó al Capitolio. Fue invitado especial en el discurso del Estado de la Unión que pronunciaría el mandatario norteamericano. El estar presente ya era un gran paso. Era convidado de buena gana en donde se cuecen las definiciones y se debaten los caminos.
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Cuando fue nombrado por Trump desencadenó una sacudida nacional. Una furia rara por alcanzar este valioso triunfo. Las posibilidades, las promesas… un momento histórico, una visión infalible por cumplirse, que nos han mantenido con los nervios templados. “Aquí, esta noche, se encuentra un hombre muy valiente que lleva consigo las esperanzas, los sueños y las aspiraciones de todos los venezolanos”, articuló el gobernante estadounidense con sobriedad, a sabiendas de la mirada vidriosa de un pueblo entero.
“Uniéndose a nosotros entre los presentes está el verdadero y legítimo presidente de Venezuela, Juan Guaidó”. Las palabras de Trump fueron acompañadas por una aprobación sonora, estimulante y verdadera de los asistentes. La misma Nancy Pelosi, líder del Partido Demócrata y presidente de la Cámara de Representantes, cambió su desestimulante mirada de enfado hacia su enemigo político, para unirse por unos segundos a la aclamación.
“Señor presidente, por favor lleve este mensaje a su gente”, dijo Trump con firmeza, fortaleciendo su alter ego y sabedor de lo atinadas de sus palabras. Poco antes había afirmado que EE. UU. estaba dirigiendo una coalición de 59 naciones contra Maduro, a quien calificó como ilegítimo y tirano, que brutaliza a su pueblo.
Pero la lectura más audaz puede hacérsele a una frase estremecedora: “Pero la tiranía de Maduro será destruida y quebrantada”. Tal exclamación sonó a un vaticinio demoledor. Una ráfaga hábil sobre el futuro. O una posibilidad a punto de hacerse realidad.
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Al día siguiente Guaidó fue invitado a la Casa Blanca. Las dos fotos que se tomaron dieron la vuelta al planeta. Sin declaraciones ni conjeturas. Simplemente charlaron en privado, quizá enfrascados en esa dualidad de más sanciones o emprender el sendero de las definiciones inmediatas. Una de las posibilidades ha estado en calificar a Maduro y a Cabello como terroristas extremos y convertirlos en objeto de búsqueda. Ese sería colofón para las exasperaciones finales de un régimen cruel y feroz. Los motivos para sacar al dictador y a sus secuaces por la fuerza. Pero el plan se trama en privado y nunca se le alerta al enemigo sobre las incidencias venideras.
El presidente interino no desaprovechó esta oportunidad ejemplar para reunirse a puerta cerrada con Almagro y las autoridades de la OEA; con Mark Green, administrador de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid); con Mike Pompeo, secretario de Estado y hasta con la misma Pelosi, quien, con un tono conmovedor y un razonamiento incomparable, precisó que el problema de Venezuela es un reto para todo el mundo.
La gira internacional de Juan Guaidó ha sobrepasado mis más notables expectativas. Se erige como una afrenta a la dictadura y sus postigos cerrados al humanismo. Como una respuesta certera a una tiranía ya atarantada, que se retuerce en su propia confusión. No dudo que la administración de Trump está decidida a resolver el entuerto venezolano. Pronto se desvelarán los secretos de estas pláticas y encuentros decisivos.
José Luis Zambrano Padauy fue director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”. @Joseluis5571
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