“Me quedó matemática —comentó Wilmary— y tengo que reparar. Pero la verdad es que yo no sé nada de lo que va para el examen. Solo tuvimos una semana de clases porque no había profesor, y yo no le entendí nada de lo que explicó. Seguro que me van a raspar otra vez”. La chica estudia segundo año de bachillerato en un liceo de Yaracuy. No es mala estudiante, es muy inteligente. Faltaron varios profesores durante casi todo el año. Ni sabe cómo pasó algunas de esas materias, pero con matemática la cosa fue mucho peor: apenas una semana de clases. ¿Quién reprueba, ella o el liceo?
El caso de Wilmary no es aislado. No tenemos estadísticas —ni confiables ni no confiables: no hay datos—, pero no hay centro educativo, ni público ni privado, que no haya tenido renuncias, o simplemente “abandono de cargo”. Manejo los datos internos de Fe y Alegría, y sabemos, por ejemplo, que en la Zona Caracas, en 28 colegios tenemos 233 cargos vacantes, la mayoría de docentes y algunos administrativos, y faltan los datos de julio.
Si evaluamos el año escolar, hay que decir que “está reprobado”, no los estudiantes, sino el sistema escolar venezolano. Y aunque suene a disco rayado, recordemos los problemas más serios:
• Aulas sin alumnos. Las inasistencias tienen causas variadas: falta de alimentos. Recordemos que la “letra con hambre no entra”, ni en la casa ni en la escuela; falta de transporte para los que viven más lejos o falta de efectivo para pagarlo en muchos casos (en el Municipio San Francisco el efectivo se “compra” con el 100% de comisión); falta de agua en la escuela o en la comunidad que impide que las familias puedan lavar los uniformes de sus hijos. Según dirigentes gremiales del Zulia, el 75% de los estudiantes han faltado al menos una vez a la semana por diversas razones.
• Niños y adolescentes que se fueron y no volvieron. Esos que faltan una semana, vuelven, pero los que dejaron de asistir un mes y no han llegado a retirar sus papeles, se fueron del sistema escolar. Si se van con la familia a otro país, y no se llevan sus papeles, no podrán estudiar tampoco en países vecinos. Los perdimos.
• Aulas sin docentes, como lo mencionamos en la historia inicial. Este no es un problema solo de planteles públicos; también en colegios privados de clase popular, media y alta. El éxodo de profesores especialistas en las escuelas técnicas es dramático. La razón de las renuncias ya se sabe: el salario no alcanza a veces ni para el transporte. Los que perseveran lo hacen porque hay más gente en la familia que trabaja, porque viven muy cerca del sitio de trabajo y no hay que despreciar a los que perseveran por vocación, haciendo muchos sacrificios.
• Niños sin padres, esos “dejados atrás”, cuyos padres —a veces uno y a veces los dos— se han ido a las minas o a los países vecinos a trabajar para poder mantener a los hijos. Esos estudiantes necesitan atención especial. Solo en Fe y Alegría Guayana tenemos 1.022 “niños dejados atrás”. ¿Llevarán las escuelas públicas registros? ¿Cuántos tendrán? Hay centros de Fe y Alegría en Zulia que tienen más de 100, es complicado.
• Suspensiones por órdenes de las autoridades. Después del apagón se suspendieron, se redujeron las jornadas. Cada vez que me acuerdo de la suspensión de la jornada vespertina me entra una rabia sana, ¿y el derecho a la educación de los que estaban en ese turno? ¿Ellos no importan?
• Robos, actos vandálicos de delincuentes. Hoy es casi imposible reponer equipos.
• Malos o inexistentes servicios públicos. De esto, todos sabemos.
Los derechos humanos son interdependientes; no vale decir “tenemos cupos en las escuelas para educar, pero no tenemos alimentación». Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a un nivel de vida adecuado; ello supone servicios públicos, alimentación y salud. Recordemos a Simón Rodríguez, que decía que a los niños había que hacerlos preguntones para que aprendieran toda la vida, y había que garantizar que los padres tuvieran trabajo para que los niños pudieran comer.
Dígame usted, ¿es Wilmary la reprobada o es el sistema escolar? ¿No cree usted que tenemos que hablar de Emergencia Educativa Compleja? ¿Hay algo que podamos hacer? La sociedad puede hacer mucho, no todo, pero eso será tema de otra oportunidad.
Por lo pronto, me quedo con otorgar el premio al Heroísmo Escolar: los maestros que saltan miles obstáculos para atender a su alumnos. Mención especial a los directivos que se mantienen y también a las madres, padres, abuelas, abuelos, tías, tíos, hermanas y hermanos mayores que apoyan a sus hijos, nietos, ahijados para que puedan estudiar en medio de esta emergencia. Los aplaudo y abrazo.
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