Por Nehomaris Sucre
A lo interno de la Fuerza Armada Venezolana históricamente ha operado la máxima de que la institución debe mantenerse en el tiempo, más allá de la transitoriedad de sus miembros. No obstante, hoy por hoy la Fanb se desvanece entre las manos de quienes gobiernan con inequidad, socavando de este modo su subsistencia, al menos de la forma en la que se le conocía desde sus inicios, como un cuerpo defensor de la soberanía nacional.
Los hombres que la comandan la han puesto al servicio de una élite política y por descuido o conveniencia le han disminuido el nivel de apresto operacional, permitiendo la reducción del número de efectivos, cuyas plazas en muchos casos han sido progresivamente ocupadas por milicianos carentes de formación profesional en el ámbito militar, a lo que se suma el dudoso estado de los equipos y armamentos.
Contrariamente, se ha reforzado en personal y armas a las Fuerzas de Acciones Especiales (Faes), asunto que trae a la memoria aquella época en la que el General Marcos Pérez Jiménez creó planes para dotar a la Seguridad Nacional de armamento moderno con el objetivo de convertirla en una fuerza capaz de neutralizar al ejército ante un posible alzamiento de este, fenómeno que da muestras de que los regímenes no democráticos actúan casi instintivamente (cual animal atrapado) en función de la desconfianza que puedan generarle sus fuerzas armadas o cualquier otro elemento que represente para ellos una amenaza.
Las evidencias sugieren que frente a la gran cantidad de bajas y deserciones lejos de incrementarse las políticas de bienestar social que incentiven al personal a permanecer en el seno de la institución castrense, estas medidas han quedado reducidas a la mera entrega de una caja de alimentos que pocas veces llegan a las unidades operativas del interior del país.
Pareciera que en los grados más altos de la Fuerza Armada no se ejerciera el comando para fortalecer a la institución, sino para debilitarla hasta que quede reducida a una simple figura simbólica, mientras que el régimen logra apoyarse en un cuerpo de seguridad más controlado y leal a él, en el que posiblemente líderes de la Fanb tengan alguna cuota de poder, aunque estos ya poseen suficiente con las tareas que se les han asignado en el «resguardo» de recursos y lugares estratégicos (minas, aduanas, centros de acopio de alimentos y medicinas, entre otros).
Mientras esto sucede, Nicolás Maduro mantiene su discurso de que Venezuela nunca antes ha tenido una fuerza militar más patriota y tan «capacitada» para defender la soberanía nacional, argumento que constituye una burla al Ejército Libertador que selló nuestra independencia en el solemne Campo de Carabobo y para aquella Fuerza Armada Venezolana que en el Siglo XX, entre otras cosas, enfrentó con hidalguía al invasor cubano, haciéndole huir siempre, acción que sí define el patriotismo y el poder de combate al servicio de la República.
Por tanto, vergüenza debería darle a los generales y almirantes que con soles inmerecidos, ganados no en la protección de la patria, sino en el más aborrecible apego a una ideología política, han colaborado en la destrucción moral y material de la institución que heredó las glorias del Ejército Libertador y que durante mucho tiempo contó con prestigio dentro de la región gracias a la excelente formación de sus efectivos.
Nehomaris Sucre es politóloga y militar retirada de la Fuerza Armada Venezolana. @NehoSucre
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