Por: Nehomaris Sucre
Las minas antipersona están hechas para matar o incapacitar a seres humanos y ocasionar daños a vehículos no blindados. Colombia, después de Afganistán, es el país con mayor número de víctimas de minas antipersona en el mundo, pues este tipo de artefacto explosivo ha sido utilizado con frecuencia por la Farc y el ELN. Esta práctica ahora también se extiende a nuestro territorio afectando a la población de Apure.
Hace casi un año, en marzo de 2021, cuando se agravaron los enfrentamientos entre la Fanb y la guerrilla, Nicolás Maduro aseguró que buscarían ayuda de la ONU para desactivar campos minados en Venezuela, sin embargo, el tema quedó relegado.
A principios de este mes, la realidad le ganó nuevamente la partida al Gobierno: dos campesinos murieron al tener contacto con una mina antipersona, y el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, informó que existe un total de ocho fallecidos por esta causa.
El peligro de este tipo de explosivos es que pueden seguir ocasionando daños por mucho tiempo, incluso, una vez han cesado los conflictos, ya que permanecen en los lugares en los que fueron instalados.
Para deshacerse de estos artefactos es necesario un proceso minucioso de detección y desactivación, pero esto puede implicar mucho tiempo y, mientras tanto, la población civil que transita por las zonas minadas se encuentra en peligro.
Indudablemente, en medio de un paisaje invadido por la violencia, como es el caso de Apure, los males del desgobierno se transforman en muertes, zozobra y poblaciones desplazadas. Esta triste realidad parece lejana para muchos, pero se extiende, pues en otros estados del país crecen las bandas criminales y grupos irregulares.
Durante mucho tiempo, voceros de la sociedad civil han alertado sobre la presencia de guerrilla y paramilitares en el país, pero no fue hasta el año pasado que el gobierno reconoció abiertamente la existencia de estos grupos en nuestro territorio.
En un intento de disfrazar la realidad a través del lenguaje, denominaron a estos grupos “Tancol” (terroristas, armados, narcotraficantes de Colombia), un término que adicionalmente proyecta la responsabilidad del problema sobre el Estado colombiano e incentiva la xenofobia, situación que nos recuerda los discursos hitlerianos en los que la culpa de todos los males recaía sobre los judíos.
Lo cierto es que, si existiera voluntad real para solucionar esta situación, el ejecutivo venezolano optaría por una posición más diplomática que le permitiera conciliar intereses con Colombia y hacer frente de forma conjunta a los grupos irregulares que operan entre ambas fronteras.
Cabe destacar que el gobierno del vecino país ha señalado continuamente a Nicolás Maduro como aliado de la Farc y en el pasado el gobernante venezolano se refirió a los guerrilleros Iván Márquez y Jesús Santrich como líderes de paz, afirmando también que eran bienvenidos a Venezuela.
NEHOMARIS SUCRE | @Neho_Escribe
Politóloga y militar retirada.
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