Por: Karina Monsalve
Al hablar de maltrato infantil pareciera que hay un desconocimiento de la verdadera proporción de esta problemática, en cuanto ha habido un incremento significativo y alarmante durante este tiempo de pandemia, aun cuando no contamos con las cifras oficiales.
En estos tiempos la vida de los niños está a cargo exclusivamente de los padres o familiares, al no haber colegio presenciales ni espacios de recreación y deporte el niño está mayormente expuesto a la tensión que viven los padres a diario y suelen ser ellos los que generalmente reciben las consecuencias de estas tensiones. El castigo físico ha sido usado por los cuidadores desde tiempos remotos como método educativo y disciplinario.
Hoy en día vemos como muchos niños viven sometidos a trabajos en la calle, a pasar hambre y frío, carentes de educación y atención médica, sometiéndosele cada vez más a violentas formas de castigo físico y por consecuencia castigo psicológico, negligencia y negación de sus derechos básicos.
Kempe en 1962 definió originalmente al maltrato infantil como el uso de la fuerza física, no accidental, dirigida a herir o lesionar a un niño por parte de sus padres o parientes. Sin embargo, posteriormente a esa definición se le han adjuntado otros tipos de maltrato además del físico, que incluye la negligencia y el maltrato emocional.
Por su parte la Comisión Nacional de los Derechos Humanos propone como definición “Todo acto u omisión encaminado a hacer daño aun sin esta intención pero que perjudique el desarrollo normal del menor”.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, una de cada 5 mujeres y uno de cada 13 hombres declaran haber sufrido de abusos sexuales en la infancia.
Es importante resaltar que todo tipo de maltrato físico o sexual conlleva un maltrato psicológico en sí. Este se manifiesta a través de los insultos, mentiras, decepciones, negligencia, explotación o todas aquellas conductas que acarreen un daño en el potencial creativo del niño como en el desarrollo de sus facultades y procesos mentales tales como memoria, percepción, atención y moral. Todo aquello que lo imposibilite a entender su medio ambiente, lo confunda o lo atemorice.
Podemos reconocer o sospechar de un maltrato infantil cuando hay características de lesiones, explicaciones excesivas, incoherentes o contradictorias de los padres, actitud defensiva del niño, retraimiento, ensimismamiento, lesiones inexplicables anteriores.
Karina Monsalve
El niño puede sentirse triste durante muchos días, huraño, con retardo en su desarrollo general, puede estar silencioso, apático, con quemaduras o hematomas que no correspondan con la explicación familiar. También se puede reflejar en el ámbito escolar como problemas cognitivos, problemas de conducta o de interacción social.
Los estudios realizados en varios países señalan que el maltrato infantil es un problema multicausal, en el que intervienen varios factores como el agresor, el agredido, el medio ambiente que les rodea y un disparador de la agresión, que puede ser diferente dependiendo del caso, por ejemplo, una mala relación de pareja, problemas económicos, de drogadicción, desempleo o condiciones de vivienda inadecuada.
En muchos casos, el maltrato infantil es llevado a cabo por una persona conocida en el ámbito familiar y cercano al entorno del niño. Por ello la necesidad de estar atento a los responsables de su cuido.
Es necesario el trabajo de un equipo multidisciplinario que se encargue del abordaje y tratamiento de la víctima, su familia y su agresor. El tratamiento debe abordar los aspectos biológicos, psicológicos y legales pertinentes por lo que necesita la coordinación de todos estos entes y del personal capacitado.
Hoy más que nunca debemos difundir el conocimiento sobre esta problemática para poder prevenirlo, identificarlo e iniciar un abordaje inmediato que pueda mitigar las consecuencias y efectos traumáticos de los afectados.
KARINA MONSALVE | TW @karinakarinammq IG @psic.ka.monsalve
Psicóloga clínica del Centro Médico Docente La Trinidad.
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