El segundo vicepresidente de la Asamblea Nacional e integrante del diálogo promovido por el Reino de Noruega, Stalin González, dijo muy honestamente: “Dudo que Maduro tenga la capacidad para incidir en las protestas que se han registrado en países como Ecuador y Chile”.
Por supuesto, nuevamente González fue crucificado en las redes sociales. Pero es una verdadera lástima que la oposición venezolana no mantenga un criterio único o, por lo menos, coherente en temas tan delicados que inciden directamente en la lucha contra el régimen de Maduro.
Digo esto porque el propio Juan Guaidó desmintió a Stalin y aseveró que Maduro financia las protestas y el vandalismo en los países latinoamericanos para desestabilizar la región.
LEE TAMBIÉN
FOTOGALERÍA | PROTESTAS EN CHILE NO CESAN A PESAR DE PROMESAS DE PIÑERA
Inmediatamente, Julio Borges realizó una rueda de prensa para presentar las pruebas que involucran a Maduro en la denuncia de Guaidó y fue tan pobre en aportar elementos convincentes, que fue ignorada como noticia de relevancia.
Los mismos presidentes de estos dos países quisieron surfear las protestas legítimas de sus ciudadanos, insinuando que Maduro y el Foro de Sao Paulo fueron los causantes, salieron con las tablas en la cabeza al ser desmentidos no sólo por los que protestan, sino por autoridades e instituciones que ellos comandan.
Con estas acusaciones, que incluso tristemente apoyó Luis Almagro en el comunicado de la Secretaría de la OEA, no sólo desprestigia un órgano regional tan importante en la lucha contra Maduro, sino que elevan a éste como un líder capaz de movilizar miles y miles de personas en el continente a favor de su causa pérdida.
¿Cómo justificar que un líder negativo como Maduro, que tiene el 90 % de rechazo en su país, ponga en jaque el gobierno de Lenín Moreno o el de Sebastián Piñera, catalogados como los paladines de la gobernabilidad y estabilidad democrática en la región?
Tanto Moreno como Piñera no sólo demostraron cobardía para asumir las protestas de sus ciudadanos, sino que actuaron al mejor estilo de quien acusan de dictador, es decir, responsabilizando a otros de sus propios errores. En Venezuela estamos cansados de que Maduro esconda su ineficiencia y corrupción responsabilizando a Estados Unidos de todas las desgracias que él ha creado.
Maduro y su régimen se encuentran como pez en el agua cuando logran llevar a sus adversarios a su terreno. Por eso ataca y disfruta las situaciones que ocurren en los países que consideran enemigos, sin importarle las muertes que las protestas están generando.
Llama burro a Moreno y el presidente de Ecuador le dice asno, aquí es donde Maduro se goza. Llama Pinochet a Piñera y cuantas descalificaciones se le ocurre, lo mismo ocurre con Duque, con las protestas que se llevan a cabo en Bogotá. Mientras, en Venezuela no hay manera de conectar al pueblo en la lucha contra Maduro.
En la primera de unas serie de manifestaciones convocadas por Guaidó, en solidaridad con el pueblo zuliano, según reportes de las agencias de noticias, sólo asistieron 500 personas, tanto así que Guaidó ni se hizo presente en el acto.
La convocatoria de los maestros, si bien el paro de 48 horas fue acatado, en la calle no se hizo sentir ninguna clase de apoyo de la ciudadanía. Los venezolanos, contrariamente a lo que ocurre en el continente, se encuentran paralizados, más ocupados en realizar largas colas de días para llenar un tanque de gasolina, en conseguir alimentos o medicinas. Viven con la nostalgia que ya se acerca diciembre y más de tres millones se encuentran fuera de sus hogares. No hay nadie capaz de motorizar ni siquiera una lucha desde el exilio.
