Opinión

Los que tienen dólares y los que tienen hambre…

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Así se dividen los venezolanos, a decir de alguna gente. En buena medida eso es así. Con todo y que el dólar ha llegado a los más humildes, aunque de manera muy graneada. Muy escasa.

Pero crece el número de ciudadanos con dólares a granel. Suficientes como para vivir de manera privilegiada frente a la inmensa mayoría de quienes viven en la pobreza. De los que no tienen acceso a los dólares.

La dolarización es un proceso que se desarrolló de manera espontánea. Natural. La interrogante que se plantea mucha gente sigue siendo acerca del origen de los dólares. Pero ya es un hecho la dolarización. Parece haber tanto dólar en billetes de baja denominación que se producen afirmaciones que suenan exageradas, como esa según la cual la masa de dólares circulando en Venezuela resume el doble del poder adquisitivo que el representado por la masa total de bolívares.

Y es que las leyes de la economía se ejecutan de manera tan rigurosa como las que imperan en la naturaleza. Son inexorables. Una de las más elementales es la que se refiere al valor de las mercancías. De allí el precio como expresión justa de su valor. En el sentido de reflejo de la magnitud de su valor. No tiene que ver con un sentido moral, de justicia. Si eso no se cumple, si se viola esa tendencia, si el precio no expresa su valor, si el signo monetario ya no es equivalente, de manera natural, se impone algún sustituto. En última instancia se recurre al trueque. Se trata de un asunto simple, pero que solamente se puede apreciar yendo a la esencia de la cosa, hasta poder desentrañar sus determinaciones reales. Esto es, se debe dejar a un lado ese sentido común que parece nublar aún más la realidad que siempre se nos presenta de manera distorsionada. Vale la expresión de Marx para mostrar el sentido paradójico de las leyes, ya que, así como el valor de la mercancía tiene que ver con el trabajo cristalizado en ella, igual sucede con que: “…el agua esté formada por dos gases muy inflamables. Las verdades científicas son siempre paradójicas, si se las mide por el rasero de la experiencia cotidiana, que sólo percibe la apariencia engañosa de las cosas”. Es por eso que en torno de la dolarización se hayan dicho tantas cosas que terminan por confundir a muchos. Solamente a partir de la teoría científica del dinero, fácilmente verificable en la práctica, podremos ubicar el problema de la dolarización y sus consecuencias.

Cabe recordar la mentira del chavismo propagada una y otra vez, según la cual el incremento en el precio de la divisa y de la inflación, eran el resultado de la manipulación de Dólar Today. Claro, pesa su aceptación dentro de las filas chavistas, ese irracionalismo que no solamente hace creer las cosas más absurdas, sino ignorar toda evidencia de lo contrario, en todos los terrenos.

El ingreso de dólares a la circulación, por diversas vías, difícil de ser ponderadas en sus justos términos, lleva a que se incorpore a la economía una gran cantidad de riqueza. Las divisas, el dinero en general, es una mercancía, alguna proporción de ella queda en la esfera de la producción y se crean más riquezas.

El salario, la expresión en dinero de otra mercancía más…

El salario, por su parte, también es expresión del valor de una mercancía. De tal manera que es absoluta la tendencia que coloca el salario, o sea, el precio en que se expresa ese valor, en torno de un poder adquisitivo que permite que el trabajador y su familia puedan reproducirse en condiciones mínimas en términos generales. 

Cuando esta tendencia no se cumple producto de la inflación, y: “…si los salarios no suben, o no suben en la proporción suficiente para compensar la subida en el valor de los artículos de primera necesidad, el precio del trabajo descenderá por debajo del valor del trabajo, y el nivel de vida del obrero empeorará”. Esto es en buena medida lo que ha ocurrido en Venezuela. Además, claro está, la catástrofe creada por la política económica del régimen, extremando lo heredado del bipartidismo, conduce a que la creación de tan poca riqueza lleva a que sea muy poco lo que ha de distribuirse.

Así, el valor de cambio de la fuerza de trabajo de los obreros venezolanos ha alcanzado una escala insuperable. Menos de lo que perciben los obreros venezolanos no hay otros.    

De allí que el conjunto de mercancías que demanda el trabajador venezolano y su familia es mucho menor que el requerido en buena parte del resto del mundo. Y es que el salario es concreto. Una cosa es el salario en Venezuela y otra en Colombia, Perú, el resto de Latinoamérica. Distinto es el salario del obrero en los países más desarrollados. Están sujetos a condiciones de reproducción diferentes. Pesan muchas determinaciones. Tecnología, productividad, escala de la riqueza a distribuir, patrones de consumo, entre muchas, sustentan este asunto. Lo fundamental, claro está, es la composición de los capitales. La relación entre el capital constante, los medios de producción y el uso de capital variable, del trabajador, pues. Lo principal, las luchas obreras por arrancarle al capitalista más salarios. Puja que lleva a que si aumenta el salario disminuye la plusvalía. A la inversa, si baja el salario, sube la plusvalía. Pero la tendencia a que el salario se ubique en el valor de cambio de la fuerza de trabajo es una tendencia que incide en la puja.

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Una economía como la venezolana, arrasada por la política chavista, destruida de manera bien calculada, para darle el mercado interior a los capitales chinos, estadounidenses, brasileños, argentinos, rusos, entre otros, condujo a una caída de la riqueza que llevó a que sea poco lo que hay que distribuir. Además, el rezago de Venezuela frente al resto de las economías del continente, es de antología. Así, todo lo que se produce en Venezuela resulta más caro. Una historia que se inicia de manera abrupta en 1989. Los chavistas la llevan a su máxima expresión. 

Al ser poco lo que hay para distribuir, el valor de los trabajadores cae de manera drástica. El conjunto de bienes y servicios es cada vez menor. 

En medio de la tragedia, resulta paradójico que la comida que reparte el gobierno beneficia a buen número de empresarios. En general, favorece al capital. Este asunto también resulta de cierta dificultad su comprensión. No solamente queda claro en Marx cuando plasma cómo se configura el valor de los bienes y la manera como se distribuyen la riqueza creada. Si el Estado subsidia al trabajador, el capitalista reduce su salario para que se ubique en las condiciones mínimas de reproducción, o por debajo de ellas. También el nada marxista Karl Polanyi trata el asunto en su obra, “La gran transformación”, llegando a la misma conclusión de Marx. Es el resultado de que la parte de plusvalía varía en correspondencia con lo que paga el capitalista al trabajador. Más plusvalía para el dueño de los medios significa menos salario para el obrero.  La tendencia histórica es que lo que corresponde al trabajador en forma de salario, le permita reproducirse en condiciones mínimas. Luego, si el Estado asume parte de esas condiciones cae el salario. Eso en nuestra realidad es un freno al incremento del salario real de los trabajadores. 

Ahora bien, en medio de la dolarización, el sector que más se viene nivelando en relación con el valor de su fuerza de trabajo, es el trabajador por cuenta propia. Quienes osan pasar la mirada por estas letras, traerán a la mente la experiencia que habrán tenido al cancelar algún servicio o reparación a un técnico cualquiera, a un médico, entre otros ciudadanos que viven con base en su disponibilidad en algún oficio o profesión. Cobran en dólares. Cobran para reproducirse de manera lo más decente posible. Eso lo facilita la disponibilidad de dólares en la circulación. 

Alguna proporción de esa liquidez de dólares y euros se queda en la esfera de la producción. Se produce la tan ansiada concentración de capitales. Esto es, una parte de las divisas se capitaliza. No solamente en el comercio se queda. Se produce una tendencia a la reanimación de la economía, aunque todavía muy leve, lo que conduce a la creación de empleos. Y es que la dolarización frena un tanto la fuga de dólares al exterior. La dolarización junto a la baratura de la fuerza de trabajo, a la postre, es un atractivo para la inversión productiva, siempre y cuando se garantice algo de mercado interno y externo.

Así, los trabajadores de la empresa privada, muy a pesar de que sus salarios siguen siendo de hambre, perciben un monto que tiende a permitirles aproximarse a las condiciones mínimas de reproducción.

Sin embargo, sigue siendo dramática la circunstancia que viven los trabajadores del Estado. Los empleados en la administración pública siguen percibiendo salarios de los más bajos del mundo. El régimen busca llevar esta situación al límite para seguir ahorrando y honrar la deuda externa. Principalmente con China. Sacrifican a la gente para cumplir con los más grandes ricos del planeta.

Son momentos que obligan a levantar las luchas por aumento de salarios. Tanto del sector productivo como del Estado, la pelea de los trabajadores por mejores condiciones de vida, por empleo y respeto a los derechos laborales, están a la orden del día. A su vez, estas luchas deben articularse al combate contra la dictadura, por su derrocamiento y por un mundo mejor.

Carlos Hermoso es economista y doctor en ciencias sociales, profesor asociado de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político. @HermosoCarlosD

Carlos Hermoso
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