Explicar la situación aludida en el título requiere de método. Es que las determinaciones objetivas terminan por imponerse de una manera tan contundente que fuerza a reivindicar, una vez más, aquello de que lo económico resulta lo fundamental. La destrucción del aparato productivo por parte del chavismo supuso una significativa disminución de la clase obrera. También abarca el deterioro del sindicalismo venezolano. Por lo que no basta con analizar lo político, que, ciertamente, tiene bastante peso en el asunto.
Las grandes concentraciones obreras son diezmadas. La zona del hierro — Sidor, Alcasa y Venalun son sus principales empresas— es casi arrasada. Pero de igual manera es desmantelado buena parte del sector industrial. Así, el proceso de desertificación del aparato productivo, cuyo epicentro lo encontramos en las políticas que se inician en 1989, representa la principal determinación de la destrucción objetiva de buena parte de la clase obrera y de su subjetividad proletaria.
La quiebra de Sidor por parte del chavismo lleva a que, en vez de producir para satisfacer siquiera la demanda interna, se importa todo de China. Igual sucede con Alcasa, que fue desmantelada por órdenes directas de Chávez. Venalum por el mismo camino. Luego, el emporio industrial de Guayana, centro de concentración del proletariado venezolano, fue llevado a una reducida expresión. Aumenta la nómina, pero los obreros no trabajan. Se destruye la conciencia proletaria. Los chavistas toman los sindicatos y los convierten en instrumentos de control de los obreros. No de control obrero.
Igual sucedió con la industria textil y del calzado, en la que buena parte de los dueños de medios se convirtieron en importadores. Se calcula que la producción nacional de calzados atiende apenas el 20% de la demanda interna. La manufactura de capital extranjero, en general, que incluye buena parte de las ensambladoras de diversos productos, entre ellas las automotrices, se retiró del territorio venezolano. Otro duro golpe al proletariado industrial.
Luego, un hecho objetivo es que la política chavista, heredada del bipartidismo, condujo a la destrucción del aparato productivo. Todo lo cual se adelantó sin medidas coercitivas unilaterales por parte del imperialismo estadounidense. A partir de esta base debemos ubicar los efectos que tiene en el movimiento sindical y su debilitamiento. Es que se redujo al mínimo al proletariado industrial, base fundamental del sindicalismo de clase.
Las demandas de los trabajadores
La crisis ha conducido a condiciones de pauperización extremas a los trabajadores. De allí se desprende la primera gran demanda: la lucha por salario. Se suma que las prestaciones sociales han sido eliminadas o pulverizadas. La hiperinflación ha sido la principal determinación de estas dos circunstancias. La bonificación del salario sin incidencia termina de hacer la tarea.
Los servicios públicos, su deterioro, desmantelamiento parcial y privatización, también desmejoran las condiciones de vida de los trabajadores. La eliminación del contrato colectivo, su sustitución por el individual, cuando lo hay, es otro de los elementos que, heredados de los tiempos del bipartidismo, han deteriorado las condiciones para la venta de la fuerza de trabajo, y se apunta cada vez más a la llamada flexibilización. Desmejora de las condiciones de trabajo mediante, sin posibilidad de reclamo alguna, sellan la indefensión del trabajador.
Con todo, debemos ubicar que la moderna esclavitud debe brindar algunas condiciones para la reproducción de los trabajadores y su familia. Es lo que permite no solamente la explotación del productor de riquezas, sino también el funcionamiento del aparato de Estado y de todas las condiciones para la reproducción de las relaciones sociales imperantes, lo que incluye la vida espiritual, con todo y la basura chavista. De allí que, aun cuando los dueños de los medios y el aparato de Estado buscan mantener las condiciones de reproducción del trabajador muy por debajo del mínimo requerido, deben permitir que al menos vivan. Que se reproduzcan para que puedan cumplir sus funciones.
En resumen, son las peores circunstancias que han vivido los trabajadores en décadas, sin defensa alguna de la organización sindical, salvo honrosas excepciones. Por otra parte, pesa sobre los trabajadores que, en este largo período, su participación en la lucha política ha sido muy poca. Entendida como fuerza social, ha sido muy menguado su activismo político.
Pesan las condiciones objetivas, claro está. Pero la falta de atención política de quienes se asumen como su conciencia histórica, se convierte en una determinación de primer orden. De allí que el protagonismo político de estos tiempos haya estado copado por los representantes del capital y de las capas medias de la sociedad. Las personalidades que han saltado a la palestra en su sentido histórico, no representan los intereses de los trabajadores. Es más, son contrarios a ellos. Aliados en la tarea de salir del chavismo, nada más.
El movimiento sindical
Es relativamente joven la vida del movimiento sindical venezolano. Sus heroicos orígenes, que los sectores dominantes siempre han querido esconder, deben ser recreados a ver si brindan con su ejemplo algo de fuerza a la lamentable circunstancia del sindicalismo de estos tiempos.
Desde la década de los sesenta hasta la llegada del chavismo al poder, las posiciones clasistas han sufrido los rigores de la represión y la entronización de un sindicalismo desclasado que favorece a las clases dominantes y al Estado como patrón. Con la llegada del chavismo a la fecha, resulta aún más lamentable lo que expresa la organización natural de los trabajadores.
Nace el movimiento sindical venezolano en condiciones tales que reflejan una entrega a todo dar por la defensa de los intereses de los trabajadores. Desde el primer congreso obrero realizado a finales del siglo XIX, hasta la entrada en escena del bipartidismo, las posiciones clasistas y revolucionarias van a privar en el movimiento. Eso le da un sesgo que prevalece durante décadas.
Rodolfo Quintero y otros que impulsan la creación de la Sociedad Auxilio Mutuo de Obreros Petroleros (Samop), inician un camino que no cesa hasta la caída de Pérez Jiménez. Alrededor de 5.000 trabajadores de la Industria concurren a su asamblea constituyente. Por los objetivos que perseguía puede considerarse como el primer sindicato de trabajadores petroleros del país.
La Samop se propuso presentar pliegos reivindicativos a las petroleras. Como consecuencia de este logro, Rodolfo Quintero fue detenido y encarcelado durante dos años, y logró fugarse luego del tiempo transcurrido tras las rejas. Acompañan a este dirigente sindical y luego académico de alta factura de la Universidad Central de Venezuela, una pléyade de dirigentes que ya habrá tiempo de reivindicar por su noble y valiente labor por el sindicalismo venezolano. Luego, en el enfrentamiento a la dictadura de Gómez, durante el período medinista, el trienio adeco y la dictadura de Pérez Jiménez, los trabajadores y el movimiento sindical se van a nutrir de la catadura de sus dirigentes. El ejemplo nutre al movimiento.
La llegada del bipartidismo supone el inicio del desmantelamiento del pensamiento clasista, con todo y las gestas realizadas por los sidoristas, los petroleros, los obreros textiles y del calzado, trabajadores universitarios, del magisterio, entre muchos otros. Y se va a imponer el sindicalista privilegiado. El sindicalismo del acuerdo y la negociación para obtener el dirigente su tajada. Que asume el “compromiso” como una forma de vida que le permite un ascenso en la escala social, pero “al lado de los trabajadores”. El histórico Banco de los Trabajadores de Venezuela se convierte en un emblema de la nueva catadura. Una aristocracia obrera representa el numen del sindicalismo cetevista. Pero otras centrales, aunque comparten los criterios, no alcanzan los logros de la principal central de trabajadores.
Junto a esa tendencia, el sindicalista ignorante de lo fundamental del movimiento estará atento a una que otra ley del trabajo para contar con argumentos en la mesa de negociación. Es el sindicalista que evita a toda costa la pelea. Que termina siendo un agente del patrono. Más cuando es el Estado el interlocutor.
Pero la debacle del sindicalismo venezolano se produce frente al régimen chavista. Alcanza su máxima expresión en la fase dictatorial encabezada por Maduro, fiel heredero del legado de Chávez en todos los terrenos. Por un lado, el régimen, desde sus inicios, divide al movimiento sindical creando organizaciones a su servicio. Pero también va a asumir de manera plena su talante represivo. Rubén González y Rodney Álvarez se convierten en emblemas de esta circunstancia. Pero la represión ha afectado a más de 150 dirigentes sindicales y trabajadores de distintos sectores de la producción y los del presidente obrero.
Frente al régimen se presenta el sindicalismo sin propuesta alguna. En estos tiempos, desde el punto de vista programático y de las luchas y reivindicaciones concretas, el sindicalismo luce castrado de ideas. Es que el daño al movimiento sindical, desde los tiempos del bipartidismo, fue producido en su esencia. La posición clasista es sustituida por la idea del negocio. El sindicalismo, como instrumento para la venta de la fuerza de trabajo, fue llevado a la mayor vulgarización. La ignorancia se acompaña con la picardía. Nada más.
Una parte del movimiento sindical derivó en banda delictiva. En la construcción es donde se hace más representativo el hecho. A su vez, los pranes, desde una que otra cárcel, atienden este asunto. Destaca el del sindicato de Kimberly Clark, que fue tomado por el tren de Aragua. Luego, participan en la negociación con los empresarios de la planta de pañales y otros productos de higiene, para su venta al Gobierno. Una tripartita, pues. Pran, empresarios y el Gobierno, que logran simultáneamente la firma del contrato con los trabajadores.
Los sindicatos en manos de delincuentes venden los puestos de trabajo, a cambio de lo cual el trabajador y la empresa le brindan una cuota al “dirigente” por el servicio prestado. Eso sí, garantiza el vendedor del puesto, como sindicalista, eficacia y docilidad del trabajador contratado. A su vez, un grueso del movimiento sindical es ocupado por el chavismo. Convierten a ese sector del sindicalismo en apéndice del régimen. Para nada van a destinar esfuerzos en la defensa de los trabajadores. Uno que otro dirigente chavista se presenta contestatario. Pero en realidad se trata de una comparsa que facilita la incidencia en favor del Gobierno o del patrón.
En general, es la división, el sectarismo, la cortedad de miras y la incapacidad para ubicar las perspectivas lo que caracterizan al movimiento sindical venezolano. Haciendo a un lado el “sindicalismo” chavista, el sindicato deja de ser siquiera un instrumento reformista y reivindicativista.
Cuatro centrales sindicales (CTV, Codesa, ASI y CGT), así como varios sindicatos nacionales y movimientos de trabajadores, han sido incapaces de alcanzar la más elemental unidad, con todo y la urgencia que demanda la situación de los trabajadores y la sociedad. La ética que prevalece, que la hay, es que los intereses y figuración de una central o dirigente debe resaltar por encima de los demás.
Hay sectores que hacen grandes esfuerzos por presentarse como alternativa de los trabajadores, pero con base en el combate a la CTV. La CTV, por su parte, parece no encontrar ningún empuje que no sea la defensa de las siglas por parte de quienes la dirigen a parte alguna. Pero no atiende la dirección de la CTV a las demandas de los trabajadores. Parecen todos no contar con la conciencia que espera la clase obrera, todos los trabajadores y la sociedad para adelantar las urgentes iniciativas unitarias en contra de la dictadura, que hace gala cada vez más de una prepotencia propia de quienes se saben agentes de lo retrógrado.
Una de las cuestiones que deben caracterizar a la dirigencia sindical es contar con la más elevada cultura en torno a problemas medulares sobre los intereses de los trabajadores. Es el caso del salario. Sobre este asunto, fundamental para quienes viven de su trabajo, parece no existir idea. Años discutiendo si se debía dolarizar o no el salario refleja que se entiende poco de una categoría fundamental del oficio. Es que si la economía está dolarizada, el salario también lo está. Solo que son muy pocos los dólares que reciben los trabajadores.
Años discutiendo acerca del monto que se debe solicitar como aumento. No se percatan los dirigentes sindicales que existe un parámetro establecido en la Constitución a partir del cual se debe establecer el aumento. Años sin levantar una plataforma de luchas que unifique a todos los sindicatos parece indicar que ese es un asunto más que subalterno. No les compete.
La democracia sindical es otra de las cuestiones desconocidas por buena parte de las direcciones y dirigentes sindicales. Apenas se oye como una consigna entre quienes sí buscan esa perspectiva, pero, sin fuerzas, no terminan por convertirla en práctica. Arropa la postura de quienes entienden la democracia, si acaso, en la acción del voto. No se maneja la idea de la asamblea para la toma de decisiones. Mucho menos aquello de elevar la conciencia para que lo que se decida sea correspondiente con los intereses de la clase y con la comprensión y crítica de las relaciones sociales basadas en la explotación obrera.
En definitiva, la dirigencia sindical, desparramada en varias organizaciones, llena de sectarismo y sin rumbo, no luce como la destinada a asumir las tareas para encauzar a los trabajadores contra la dictadura, en la defensa de sus derechos más elementales y, mucho menos, en la lucha por un mundo mejor.
Pero los procesos naturales en cualquier momento pudiesen crear condiciones como para que algún sector pueda jugar el papel de vanguardia en un sentido positivo. Que pueda encauzar el movimiento a la unidad, la democracia y, sobre todo, a guiar a la clase obrera y a todos los trabajadores a jugar el papel que les corresponde en esta hora menguada. Claro, para eso los factores políticos que dicen ser expresión y representación de los trabajadores, tendrán que hacer los esfuerzos que les permitan aprovechar las circunstancias del momento en favor de la clase. No basta con que las condiciones sean favorables; es necesario, además y fundamentalmente, asumir de manera radical la defensa de los intereses mediatos e inmediatos de los trabajadores.
Este asunto es similar al que se vive en medio de una situación revolucionaria. Si no, veamos recientes resultados. La dictadura ha estado en condiciones de debilidad tales que eran muchos quienes apostaban a su derrumbe. Pero no hubo, una y otra vez, quien guiara el descontento hacia el derrocamiento del régimen. Luego, son tiempos que demandan de quienes buscan erigirse como dirigentes de la clase creadora de riquezas, la asunción del mayor espíritu unitario, de sacrificios y de lucha. Sobre todo en tiempos en que los trabajadores sufren los mayores rigores de la explotación y opresión del proceso de trabajo.
Carlos Hermoso es economista y doctor en ciencias sociales, profesor asociado de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político. @HermosoCarlosD
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