Por: Marcos Hernández López
Desde que Venezuela emprendió su lucha independentista por el siglo XVIII, lo hizo con un afán de cambio; desde ese primer momento histórico a la fecha, nuestro país nunca ha renunciado en su incansable búsqueda de cambios. Pero si somos honestos, los mayores problemas a cambiar son de modelos enfocados en un verdadero sistema democrático, económico, cultural y mental.
Maduro no quiere entender la etimología de la palabra crisis, actúa de manera irracional, incluso en contra de sus propios intereses del proyecto político y legado de Chávez. Sin temor a equivocarme vivimos tiempos muy complejos, violentos, dentro de una guerra no de ganar ganar sino de perder perder, de desgaste, donde el que tiene todo que perder es el propio Nicolás y su proyecto revolucionario.
Todos los gobiernos democráticos, instituciones y organismos que han mediado en Venezuela coinciden en que la solución a la crisis política debe ser democrática y electoral. Foucault dice que “todo poder es un modo de acción de unos sobre otros. Se ejerce el poder cuando unos individuos son capaces de gobernar y dirigir conductas. Conducir conductas implica gobernar, y gobernar constituye la forma más acabada del poder”. El poder como gobierno no resiste en el tiempo la idea de un sometimiento absoluto en la conducta de la gente; en contradicción el poder revolucionario se enfrenta a sus propios límites o decadencia, por ejemplo, la posibilidad que germine contundencia la rebeldía del todo social, convocando el rescate del voto como sustancia significativa de toda democracia.
Delegados de la Unión Europea visitan Venezuela para revisar la posibilidad de desplegar una misión de observación durante el proceso electoral regional, previsto para el 21 de noviembre. Sin embargo, Maduro está atrapado en su propia incompetencia. Bajo su conducción, el país perdió toda posibilidad real de convertirse en un territorio de progreso, justicia y calidad de vida. Esta situación convoca a la reflexión sobre nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro inmediato. No obstante, pocos son los aportes de la oposición, que solo se desliza en la confrontación diaria en la política con logros, pero sin resultados.
Venezuela vive dentro de un agotamiento de fórmulas gubernamentales centradas en el populismo estratégico, frente a un ciudadano que se identifica más con un escenario de cambio gobierno, a través de la vía democrática y constitucional como son las elecciones generales, como alternativa para resolver la problemática política inmediatas, frente a discurso ideológico trasnochado, sin visión de futuro, deslizándose en lo aburrido y repetitivos que encuentran rechazo casi unánime por parte de 81%. La situación del país está conectada a una crisis económica en ascenso por ahora indetenible, como consecuencia de un modelo económico reconfigurado sobre la base de un incomprensible neomarxismo, articulado en su dinámica con la aproximación a la ingobernabilidad y la corrupción, teniendo como consecuencia inevitable el fracaso en lo económico y social.
Caracterizando nuestra crisis de gobernabilidad democrática, se revela que tiene muchos entramados y potenciados por la ausencia de decisiones de las instituciones para solucionar democráticamente los conflictos localizados, y que ponen en evidencia las tensiones existentes entre los requisitos de la democracia y los de la gobernabilidad.
El futuro de Venezuela es abstracto. Maduro prefiere seguir siendo interpelado negativamente por el pueblo, no se inmuta, mantiene la antipostura democrática en vez de hacer una comprensión objetiva de la naturaleza de la magnitud de la crisis convoca la urgencia de elecciones generales… “El país tiene que salir de este abismo”… cada minuto, hora, día, mes cuenta en las reconfiguraciones y posturas que pueda tomar un pueblo abrumado por una situación política y económica, que perturba la paz y la tranquilidad que debe tener todo ser humano. Todo esto articulado a la situación compleja que transita el país, los gobiernos de la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá están dispuestos a revisar las sanciones políticas aplicadas contra Venezuela, afirmando que seguían muy preocupados por la actual crisis y su impacto regional y global. En el texto, los mandatarios aseguran que la solución a la crisis debe venir de parte de los mismos venezolanos, a través de negociaciones integrales lideradas por los propios venezolanos y con la participación de todas las partes interesadas. Aseguran que uno de los mecanismos para lograr un acuerdo es a través de las elecciones regionales, parlamentarias y presidenciales.
El primer mandatario norteamericano, Joe Biden, se ha mostrado siempre dispuesto a apoyar una salida de negociación frente a la crisis de Venezuela, pero ha manifestado que mantendrá la presión económica y diplomática sobre Nicolás Maduro, hasta que el país celebre comicios “transparentes”. Evidentemente la salida es política electoral, en democracia y sin violencia. El Estado venezolano se tiene que recomponer. No obstante, ese primer paso esta conectado a una elección general, para renovar las estructuras políticas y jurídicas en todos los poderes públicos.
MARCOS HERNÁNDEZ LÓPEZ | @Hercon44
Sociólogo, docente universitario | PhD Gestión de Procesos | CEO Consultora Estudios de Opinión.
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