Por: Paulino Betancourt
A muchos millones de kilómetros de la Tierra, un asteroide y una nave espacial marcharon juntos. El asteroide del tamaño de las torres de Parque Central es antiguo, casi tan antiguo como nuestro sistema solar. La nave espacial circundó al asteroide como una pequeña luna mecánica. Hace dos noches aterrizó con éxito, esquivando rocas, con el fin de recolectar un puñado de escombros cósmicos para su análisis en la Tierra. El equipo de la agencia espacial detrás del proyecto Osiris-Rex dijo: los datos preliminares mostraron que la recolección de muestras se realizó según lo planeado. La nave espacial Osiris-Rex envió la confirmación de su breve contacto con el asteroide Bennu a más de 322.000.000 km de distancia, lo que provocó vítores del equipo de la misión. Pero podría pasar una semana antes de que los científicos confirmen que se tomaron las muestras y en qué cantidad, caso contrario se necesitará otro intento. Si tiene éxito, traerá las muestras de vuelta en 2023.
La agencia espacial japonesa JAXA ha desplegado anteriormente misiones similares en dos asteroides. La primera misión regresó a casa con muestras en el 2010 y la segunda se encuentra actualmente en camino. Se espera que la misión traiga el mayor botín de un asteroide hasta el momento.
Mientras se contaban las horas para posarse, me vino a la mente una pregunta simple: ¿Por qué los asteroides? Históricamente, los asteroides no han sido afables con la Tierra, como puede atestiguar la trágica historia de los dinosaurios. Ningún escenario de películas de Hollywood que involucre un asteroide termina bien para nosotros. Este asteroide en particular, conocido como Bennu, tiene una probabilidad de 1 en 2700 de chocar con la Tierra a finales del siglo XXII y muy probablemente causaría daños catastróficos en todo el planeta.
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la única forma en que los científicos tenían en sus manos un asteroide, era esperar a que pequeños trozos de uno cayeran a través de la atmósfera de la Tierra y se estrellaran contra el suelo. Las rocas entrantes pueden romperse e incluso vaporizarse durante su violento descenso, por lo que el inventario mundial de meteoritos, nombres dado a los asteroides una vez que han atravesado la atmósfera, consta solo de muestras resistentes. También en la Tierra, los meteoritos están expuestos a las mismas condiciones ambientales que “suavizan” las rocas terrestres con el tiempo y los detalles interesantes de sus orígenes cósmicos, se erosionan.
Impulsado por los propulsores, Osiris-Rex dejó su acogedora órbita alrededor de Bennu y navegó hasta su superficie, a un pequeño descampado de unos 7 metros, rodeado de rocas gigantescas. Tardó unas cuatro horas y media en descender desde su órbita a la superficie, siguiendo los comandos enviados con mucha anticipación por los controladores terrestres. Una vez que aterrizó, en cuestión de 10 segundos, un brazo robótico agitó el regolito con gas nitrógeno y luego aspiró los detritos flotantes a su alcance, para luego volver a su órbita.
La nave espacial que se posó sobre Bennu está diseñada para traer muestras del asteroide en perfectas condiciones, sin la tragedia y el deterioro, para que los científicos puedan explorar sus misterios. En este momento, Bennu no es una amenaza para nuestra existencia, sino un objetivo emocionante para el descubrimiento: las muestras de asteroides podrían contener pistas sobre las primeras fuerzas que dieron forma a la Tierra, inundaron su superficie con océanos y enriquecieron el agua con las moléculas que ayudaron a emerger la vida. Un viaje a un asteroide es la única forma de traerse intactos estos recuerdos cósmicos a casa. Al igual que los astronautas, las muestras regresan a la Tierra guardadas de forma segura dentro de una cápsula con protección térmica.
Osiris-Rex pasó casi dos años en órbita alrededor de Bennu, acumulando un tesoro de datos sobre su superficie. Las observaciones sugieren que el paisaje está cubierto de moléculas orgánicas y el terreno tiene las marcas de un pasado acuático. Se han detectado rayas brillantes en algunas de las rocas de Bennu que podrían estar hechas de calcita (carbonato de calcio), dejado por el agua que fluye. Hace varios miles de millones de años, cuando el sistema solar estaba tomando forma, Bennu era parte de un asteroide mucho más grande, con hielo regado por todos lados. En el calor de esos primeros años, parte del hielo del asteroide se derritió y fluyó por su interior, dejando atrás las huellas huecas que los científicos pueden ver en las rocas. Los investigadores creen que los asteroides más antiguos del sistema solar podrían haber sido responsables de llevar agua a la Tierra primitiva. Sorprendentemente, el origen de nuestros océanos, incomparable en el sistema solar, sigue siendo un misterio, uno que los fragmentos de Bennu podrían ayudar a resolver. Los investigadores también están interesados en ver si los compuestos orgánicos que se tomaron de Bennu se parecen a los antiguos precursores que dieron lugar a la vida en la Tierra.
Los asteroides probablemente dieron forma a las trayectorias de otros mundos en el sistema solar y más allá. Si realmente trajeron agua y materiales orgánicos a la Tierra, entonces presumiblemente los habrían llevado también a Marte y Venus. Y ese tipo de procesos estaría sucediendo ahora en otros sistemas solares.
Tomar muestras de un asteroide es una tarea peligrosa y, en cierto sentido, el Osiris-Rex no está equipado para los desafíos particulares de Bennu. Las observaciones del telescopio desde aquí habían sugerido que la superficie de Bennu se parecería a una costa arenosa y los ingenieros diseñaron la misión con esa imagen en mente. En cambio, la nave espacial reveló un paisaje accidentado y lleno de rocas, donde ocasionalmente se expulsan partículas del tamaño de un “fuerte”, moneda de 5 bolívares, al espacio. El equipo finalmente seleccionó un sitio de muestreo que atrajo no solo a los científicos del equipo, que desean recolectar las muestras más intrigantes, sino también a los ingenieros, a quienes deseaban evitar la destrucción de la nave espacial.
Esta hazaña tecnológica, ocurrida hace un par de noches, se puede abreviar en las palabras de la Profesora Heather Enos durante el aterrizaje de Osiris-Rex: “Solo besaremos la superficie [de Bennu] con un pequeño roce, medido en pocos segundos”.
PAULINO BETANCOURT | @p_betanco
Investigador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat
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