Por: Angeyeimar Gil
Para el viento, un ringlete
Pa’l olvido, un papel
Para amarte, una cama
Para el alma, un café
Para abrigarte, una ruana
Y una vela pa’ esperar
Un trompo para la infancia
Y una cuerda pa’ saltar
Para la guerra, nada
Marta Gómez
La humanidad es y debe ser vida, desarrollo y progreso. Todo lo contrario, es inhumano. La guerra, por ejemplo, es inhumana. Pero la historia está repleta de ella y es un espectro que nos persigue y nos amenaza hasta que nos mata y acaba con la humanidad. Quizás no con toda la humanidad, pero si con buena parte de ella.
La segunda guerra mundial que pareciera -en la historia- un punto de inflexión entre la guerra y la paz, realmente no ha sido tal. Después de finalizada la segunda gran guerra y firmado los acuerdos de paz, la guerra ha seguido devastando comunidades enteras, creando zozobra en muchos más países y con más frecuencia de la que quisiéramos enumerar.
Los dos grandes vencedores de la segunda guerra mundial EEUU y la Unión Soviética, que mediáticamente tenían ideas sobre el mundo diferentes, pero que en la práctica no era tal porque la URSS ya no era la de Lenin o Stalin, sino una potencia imperialista en ciernes, se disputaban en la mal llamada guerra fría la repartición del mundo, tal como sigue pasando hoy.
La bomba atómica y su poder de destrucción masiva, ha sido el coco más poderoso. La capacidad de destrucción mutua de ambos países, bastante divulgado en series y películas del último siglo (incluso infantiles), ha sido el freno inestable de una tercera guerra mundial. Sin embargo, la guerra se ha colado a otras tierras, más pequeñas, disminuyendo su magnitud de daño, pero haciendo daño igualmente. Y teniendo como anfitriones a los dos países poderosos hoy convertidos en bloques de potencias, que se disputan el control del mundo, el manejo de los otros y el poder económico hegemónico. África, Medio Oriente, Centroamérica y Asia han sido los escenarios de disputa de los grandes bloques imperialistas, y esas guerras han producido miles de muertos, desplazados e importantes consecuencias socio-económicas hoy llamadas crisis humanitarias.
El poder de la guerra
Cuando se firmó la paz en 1945, el principal logro de esa firma fue la configuración de un organismo supra Estados que pudiera ser mediador y vigilante de evitar daños humanos como los producidos por la primera y segunda guerra mundial, es así como nace la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Los que deciden esta estructura de poder planetario son los países vencedores de la II guerra mundial y como no son tontos y siempre hay una intención en las acciones, definieron una estructura en la que, si bien participarían todos los países, habría un grupo reducido que tendrían más peso y poder en la toma de decisiones. Se configuró así el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con cinco miembros permanentes que tienen poder de veto y que les permite evitar la aprobación de cualquier resolución sustantiva.
Los cinco países permanentes en el Consejo de Seguridad son China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos, que casualmente aparecen como los principales países productores de armas de guerra. Para el último informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (Sipri, por sus siglas en inglés) de 2014-2018 los principales países productores de armas y que acaparan el 75% de la venta de estas son Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania y China. Rusia ha disminuido su posición en el mercado armamentístico en los últimos años, entre otros aspectos porque Venezuela que fue entre 2009-2013 su principal comprador de armas junto a India, ha cancelado sus compras. En nuestro caso, por la crisis económica. Rusia fue el principal aliado de Venezuela en este sentido y hoy Venezuela le paga con reverencia ante su decisión de invadir a Ucrania.
Lo cierto es que los países que deben mantener la paz mundial, son los que producen las armas y si las producen les interesa venderlas y su compra es solo necesaria si se avecina una guerra y se armoniza el ciclo del mercado y se develan los intereses reales de los países y del capitalismo mundial.
La guerra, es también, la principal causa de las crisis humanitarias en el mundo, principal causa de desembolso de los recursos que la ONU administra, desplazados, refugiados, heridos y muertos que la acción humanitaria debe atender con prioridad, otra forma de cobrarse y darse el vuelto, como se diría coloquialmente.
Pero el elemento principal del poder de la guerra, es el beneficio para el bloque imperialista; el dominio sobre los países dependientes y periféricos, que son anexionados o que entran a la órbita de los países imperialistas para tomar de ellos las materias primas que permiten el desarrollo científico tecnológico y la producción en masa a los países hegemónicos, aumentando sus riquezas, su desarrollo y las condiciones de vida de su pueblo. Es en definitiva un robo.
Los patios traseros, los aliados son simplemente eso, países dependientes y dadores de sus riquezas a las grandes potencias. Esto es lo que realmente se disputa en el juego de la guerra. Y las guerras siempre se hacen en nombre de religiones, en nombre de la paz (paradójicamente), pero nunca se dice que se hacen para robar. Porque en las guerras, como en todo lo que el sistema capitalista ha configurado, la verdad está vedada.
El daño de la guerra
En esa lógica de tomar todo lo que necesito, sin importar que pasa o que se genera, no se valora ni se prioriza por la gente, por la vida o por el desarrollo de los países dependientes, eso no es relevante para los poderosos del mundo. A cuatro días de iniciada la agresión a Ucrania por parte de Rusia ya se habla de 352 muertes que incluye 4 niños y 1.684 personas heridas entre ellas 116 niños, niñas y adolescentes.
Como no importa la gente, sino la economía y con ella y de ella el poder, no se mide el daño de las acciones. No importa cuántos muertos o heridos habrá. No importan los soldados que morirán o si el misil cae en una escuela o edificio residencial. No importan los niños sin madres y padres. No importan los desplazados y los que huyen. Al final, la guerra en la vida real es tan parecida a los video juegos en la que te haces más poderoso cuanta más gente matas y más balas lanzas. Pero en la realidad la gente siente, la sangre rueda, el dolor humano se magnifica y nosotros, los de otras tierras, que vemos el desenlace como espectadores, también nos afectamos y sufrimos al mundo banal, la vida sin importancia, al mundo de los números y los centavos. Los medios van narrando el juego afirmando que hay bandos ganadores y como es natural otros perdedores. Sin darse cuenta, que en el juego de la guerra siempre hay perdedores.
El fin de la guerra
Al final del cuento, la guerra terminará, los poderosos se sentarán sin que de su cuerpo salga una sola gota de sangre, para negociar cómo seguir sus vidas, sus negocios y su poder. No importará realmente la sangre derramada, más que para medir su éxito armamentístico, lo bueno o malo que son sus creaciones de destrucción. Llegarán a acuerdos de paz y de estabilidad económica para los territorios que someten y los muertos serán un dato, la destrucción causada recaudará una nueva economía para su reconstrucción, las organizaciones humanitarias recibirán dinero para ayudar a los desplazados y refugiados, para colocar a los niños huérfanos en familias alternas o en instituciones del Estado y el mundo seguirá girando en su lógica de poder, economía y guerra.
No habrá países dependientes que dejen de serlo, no se desarrollará ningún país de la periferia. Los ricos serán más ricos y los pobres más pobres, a menos que logremos descifrar que el fin de guerra también pasa por el fin del sistema que la promueve, el capitalismo. Que la guerra solo acabará cuando no sea un negocio hacerla, cuando no suponga economías para los países y cuando la humanidad decida definitivamente avanzar a humanizar el mundo, el desarrollo científico tecnológico no se haga con base en la acumulación de dinero y de sojuzgar a los otros pueblos, sino para avanzar como especie humana, en un mundo de libertad y progreso.
ANGEYEIMAR GIL | @angeyeimar_gil
Docente de la Escuela de Trabajo Social de la UCV. Trabaja como investigadora en la Red por los Derechos Humanos de los Niños, Niñas y Adolescentes (Redhnna)
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