Por: César Mogollón
La globalización es un término popularizado posterior a la caída del bloque soviético. El fin de la Guerra Fría y el mundo bipolar significó una expansión del capitalismo que se tradujo en la dinamización de mercados mundiales reduciendo las trabas comerciales entre naciones. La incorporación de países en otrora socialistas a la competencia capitalista, hizo disminuir el monopolio económico de ciertas potencias.
China, India y Rusia, poseen sistemas políticos distintos, pero su programa económico se desarrolla en una economía de mercado con vasto capitales de inversión que sobresalen de sus fronteras, hasta los territorios recónditos del mundo. Ahora, la diversificación del capitalismo más allá de Estados Unidos y el occidente europeo ha traído consigo beneficios en las economías emergentes, disminuyendo la pobreza y las desigualdades.
Este panorama no es universal, mientras países crecen su PIB y se acercan a modelos de bienestar dignos, en la contraparte existen numerosos conflictos políticos y bélicos que atosigan a miles de personas entre el hambre y la muerte. La cara de la globalización también reside allí, porque los conflictos de un país poseen intereses externos, pueden ser sus patrocinadores y directores, las guerras en el Medio Oriente y África es razón de ello.
Las consecuencias de los conflictos además de ser trágicas en la destrucción interna social, económica y cultural de una nación, la fuga de miles de sus ciudadanos en busca de paz y trabajo es un fenómeno que en los últimos años representa un desafío para la globalización. La crisis de refugiados en el mundo es alarmante, más de 80 millones de personas están sin hogar, expatriados, población vulnerable a todo tipo de violencia y vejámenes en sus travesías.
Este panorama no es universal, mientras países crecen su PIB y se acercan a modelos de bienestar dignos, en la contraparte existen numerosos conflictos políticos y bélicos que atosigan a miles de personas entre el hambre y la muerte. La cara de la globalización también reside allí
César Mogollón
Luchar contra la pobreza, la desigualdad, el cambio climático, son líneas de acción que las Naciones Unidas han puesto como claves para su agenda para los próximos años, pero habría que sumar la necesidad de diálogo y conciliación en numerosas sociedades y sus clases políticas para garantizar la paz. La extensión de la xenofobia y el racismo es producto del miedo, en ver al otro como un enemigo, ese recurso de segregación es un acto violento que discrimina la existencia de grupos sociales sea por su color de piel, credo o forma de pensar.
Agresividad de discursos con tono polarizador de algunos políticos estimulan a sus simpatizantes con expresiones de odio, con intenciones de incrementar apoyos electorales bajo esquemas populistas, con el costo y riesgo de dividir, confrontar la sociedad.
Venezuela actualmente vive en estos avatares. La ambición de poder, la polarización, la incapacidad y desdén de dialogar, tiene como víctimas a miles de migrantes y refugiados en el mundo, una economía devastada en un mar de pobreza requiriendo de ayuda humanitaria. Y la desesperanza que rodea la falta de alternativas.
El planeta asume la contingencia de la pandemia universalmente, y del mismo modo debe ser la protección de la paz y los DD. HH. que siguen en peligro aunado al letal virus; aprovechemos la urgencia de acuerdos al nivel sanitario para resguardar la vida y extrapolar a la situación política, porque el COVID-19 puede ser vencido al corto plazo, sin embargo la paz seguirá en deuda.
CÉSAR MOGOLLÓN | @CESARMOLLONG
Coordinador nacional del Movimiento Político Alianza Centro Venezuela