La crisis, que de brutal ha llevado al hambre a millones de venezolanos, también ha lanzado a muchos a desarrollar estrategias de sobrevivencia. De lo contrario la inopia pende como amenaza. Sumemos los que debieron tomar rumbos fuera del suelo venezolano, muchos de los cuales se llevan a cuestas una que otra estrategia de este signo.
Y es que el desempleo alcanza una escala que hace época. Indicadores brindados por el Fondo Monetario Internacional señalan que el desempleo alcanza a más de 50% de la población económicamente activa. Por no ser muy creíble esta entidad, dada su naturaleza, debemos recurrir a otras fuentes. En cualquier caso, se aproximan a este indicador. No es para menos. La caída del PIB en un lustro supera el 60%, si promediamos lo reconocido por el gobierno en mayo del presente y lo establecido por la comisión de economía de la Asamblea Nacional. Estamos frente a una economía que sigue en declive. Siquiera alcanza a un rebote, con todo y alguno que otro signo que se presenta de manera un tanto débil, sobre todo por el incremento del consumo a partir de la dolarización y las remesas que recibe buena parte de la familia venezolana.
De resto, habida cuenta de que el gobierno parece apostarlo todo a la dolarización y la minería y con algo de resultados, las cosas siguen siendo alarmantes. Se afianza esta tendencia.
Estrategia de sobrevivencia en la esfera de la producción
La estrategia de sobrevivencia, históricamente, alude a un sector de la población. Se hace crónica, al punto de que se convierte en una forma de vida. Los más menesterosos, en buena medida, expulsados del proceso de producción, o de quienes siquiera lograron ingresar en él, no les queda más opción que desarrollar alguna actividad productiva o en la esfera de la circulación, por cuenta propia. De manera individual entra en la selva para sobrevivir. Cualquier actividad vale, siempre que sirva para sobrevivir. De allí que, desde la prostitución hasta el robo, el hurto o cualquier actividad ilícita es forzada por la circunstancia objetiva. Es el resultado de la dinámica económica de las relaciones para la producción y realización de plusvalía. Por aquello de las limitaciones del proceso de concentración de capitales en Venezuela, la cosa se hace más aguda. Recordemos que la crisis venezolana no es de sobreproducción. Es más bien de subproducción. La agudiza un tanto las sanciones de Estados Unidos y Europa. Pero la atempera la “ayuda” rusa y China, principalmente.
Así, en Venezuela, dada la tremenda crisis, mucha gente que proviene de capas sociales antes sumadas a sectores que vivían de un sueldo o salario suficiente como para sobrevivir y más, fue a engrosar las filas de quienes históricamente deben asumir estrategias de sobrevivencia diversas. Siempre haciendo abstracción de quienes salen del país. Ubiquemos que no son muchos quienes lograr ejercer la profesión en la que se formaron, o el oficio en el cual encuentran muchas veces la mayor destreza.
No es de extrañar que sean muchos docentes, para referirnos a uno de los sectores emblemáticos de lo que venimos atendiendo, que han decidido incursionar en esferas nada propias de su profesión u oficio. Empujados por el hambre, han debido guerrear en la venta de chucherías, repuestos, entre otras. O bien, se han dirigido a labores eminentemente físicas como las de ser cargadores de mercancías, transportistas, en panaderías, talleres en condición de ayudantes, cajeros, entre otras actividades productivas. El pago en dólares, o, en cualquier caso, la posibilidad de hacerse de una cantidad de ellos, puede permitir la subsistencia. Sueldos que rondan los 10 dólares, y menos, al mes, en la docencia, así lo obligan. En la actividad en la que se incursiona se puede obtener hasta 100 dólares a mes.
Hay emprendimientos, como llaman ahora, que han motivado cierto crecimiento en alguno que otro sector de la economía, aunque ya en declive dado el nuevo incremento de la importación de rubros del ramo. Tal es el caso de la producción de bienes de aseo personal y del hogar. Jabones, desodorantes, cloro, desinfectantes, jabón de lavar ropa, entre otros, se han convertido en nichos que para muchas familias ha impedido, mientras dure, no caer al precipicio de la pobreza.
Estrategias de sobrevivencia en la esfera de la circulación
Pero es en la esfera de la circulación donde más se recibe gente que proviene de la economía formal.
La circunstancia venezolana, síntesis de las condiciones objetivas que privan, aderezadas por una subjetividad descompuesta, son el abono para que se centre el privilegio de las estrategias de sobrevivencia en la esfera de la circulación. La buhonería es de las más tradicionales. Desde aquella que supone el abigarrado mercado en las aceras de las calles de las grandes ciudades, hasta la que practican otrora integrantes de los sectores medios, empobrecidos por la crisis creada, en zonas menos abigarradas. Varían los estilos y la estética. Pero es la misma práctica.
Quien vende, compra barato para vender caro. Esa circunstancia objetiva en la esfera de la circulación y del cambio, conduce a una ética que en nuestro país adquiere una dimensión cada vez más deshumanizante. Se da el caso, ya cotidiano, en la venta de productos Clap, que se drenan al mercado informal. De las medicinas compradas preferencialmente por el gobierno, que también van a dar a la buhonería. Todo bajo la mira complaciente o propia del socio, de las autoridades gubernamentales y los dirigentes del partido de la tiranía.
En las condiciones de Venezuela, en las cuales el liberalismo ha encontrado un desarrollo inimaginable. Unido a la corrupción generalizada, esta ética se ha naturalizado, aunque las reservas morales de la mayoría de los venezolanos, además de calificarla de deleznable y rechazarla de manera abierta, busca practicar la solidaridad.
Estrategias de sobrevivencia y corrupción generalizada
La mordida, la matraca, el martillo, entre otras expresiones, aluden a esa práctica corrupta que convierte buena parte de los servicios y trámites públicos en mercancías. El agravante es que se han dolarizado como el resto de la economía.
Aquello de que en el capitalismo cualquier cosa es mercancía, viene adquiriendo un desarrollo inusitado. Así, tanto como una acera cercana a un mercado es posesionada por “cuidadores” a los cuales debes cancelar lo que determinen a riesgo de sufrir un acto de violencia contra la persona o el vehículo, también para sacar un documento debes cancelar un monto en dólares. Una licencia de conducir cuesta unos 30 dólares. El pasaporte a partir de 200 dólares. Entre otros muchos documentos que deberían adquirirse con base en procedimientos normados por el gobierno. Pero no, se han convertido en mercancías. Qué decir de los procedimientos judiciales. Cualquier persona relacionada con un hecho delictivo, como víctima o victimario, cae en una esfera muy mercantilizada. Eso no es estrategia de sobrevivencia. Eso es corrupción. Parte de la degeneración del orden imperante y cómo se trasvasa a la sociedad y sus instituciones. No es nuevo ciertamente. Como muchas cosas, las hereda el chavismo del régimen anterior, sólo que, también como en otras cosas, lo ha superado y elevado a una expresión inusitada.
En Venezuela debe realizarse un programa de desarrollo con sentido nacional y popular. Pero el elemento fundante de la propuesta debe descansar en la ética. La nueva razón ética debe contar, a su vez, con el ejemplo de quienes buscan dirigir la sociedad. Romper con los nexos de la dependencia y afianzar la soberanía, supone el desarrollo diversificado. Pero sin una nueva ética seguiremos trillando el camino andado, lleno de corrupción y de traición al interés nacional.
*Economista y Doctor en ciencias sociales. Profesor asociado de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político
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