Por: Gloria Cuenca
…Como el guarapo, así nos encontramos en nuestro bello, amado y maltratado país. Cada día que pasa es un ejercicio de paciencia y tolerancia, aún cuando muchos no se den cuenta ni acepten esta verdad. Sobrevivir a la pandemia 1, es fuerte. No sabemos a ciencia cierta cuantos son los contagiados ni cuantos los fallecidos. El gobierno sigue la línea de Stalin, que odiaba las estadísticas. (Por cierto, hay una pandemia 2, exclusiva de nuestro país). A cada momento sabemos de alguien que fue contagiado y se fue para no volver. Las vacunas siguen siendo un proceso: encontrarlas y lograr que se las pongan. Además, con el cuento de que te ponen la primera dosis, no se sabe si te pondrán la segunda, tampoco cuando. Vives en una eterna angustia.
Como si fuera poco, escuchamos y leemos las peticiones de ayuda de los familiares, amigos y conocidos que no tienen suficiente dinero para sufragar los gastos que les ocasionan las enfermedades; los compadecemos, a alguno ayudamos, a otros no hay manera, lo que nos hace estar muy tristes y apesadumbrados por tanta gente que necesita de la compasión de los demás y no la consigue. En fin, que de un momento a otro resultamos apabullados por las desgracias de este socialismo del siglo XXI, que no resistimos más.
El otro karma -depende de la pandemia 2- es el de la hiperinflación. No se nada de economía, líbreme Dios, solo lo que entra y lo que sale, es decir, lo que pago. Cada vez hacer mercado, reparar cualquier instrumento o herramienta, poner el aceite o la gasolina al carro resulta de un costo mucho más alto e inalcanzable, ya que a diario aumentan los precios. Y, ¡oh sorpresa! también subieron los precios en dólares. Esto parece imposible, pero es la realidad. Los bombillos, por ejemplo, se volvieron algo inalcanzable y con el cuento de que son chinos, no sirven para nada y con frecuencia casi mensual, se echan a perder, es decir, se “queman”. Podemos decir sin temor a equivocarnos que no sirven. Por allí circula, parece que es cierto, que los productos chinos son de variada calidad. Habría unos buenos, unos regulares y unos terceros que son un desastre. Supuestamente, por los precios se reconocen. Hace tiempo atrás, compré unos juguetes baratos chinos, no duraron ni un día. Mis nietos me lo contaron y yo pregunté en la juguetería, donde me informaron eso que ahora les cuento a ustedes, contradictorios lectores.
Pasamos -esa es otra cuestión- y lo he dicho en varias oportunidades de una extraordinaria TV por DirecTV a un desastre por la Simple TV, cara y mala. No tenemos prácticamente Internet, sino de vez en cuando, una conexión que no es suficiente y por si fuera poco el agua no llega, y la luz parpadea como en película de terror. ¿Quieren que siga? El desastre para conseguir gasolina, de la más barata a la más cara, con todas las implicaciones. Para rematar, la ciudad en manos del hampa organizada, como ya quisiéramos que estuviera la policía o la Guardia Nacional. ¿Viajar al interior del país? Imposible, entre las vacunas que hay que pagar, el precio del pasaje y demás menudencias estamos frente a un anhelo imposible de alcanzar. Ahora estamos desmembrados como país, gracias por supuesto, al socialismo del siglo XXI y a la revolución bonita. Por eso, no queda otra sino decir, entre fuerte y dulce como el guarapo, y por supuesto, más fuerte que dulce.
GLORIA CUENCA | @editorialgloria
Escritora, periodista y profesora titular jubilada de la Universidad Central de Venezuela.
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