Por: Paulino Betancourt
En el mes de febrero de 2020, antes de la cuarentena y los 7+7, tuve oportunidad de celebrar en la misma semana dos eventos diferentes, “unos miaos” y el cumpleaños número 80 de un admirado profesor de la universidad. Primero, visité al bebé de mi amigo, que había nacido un mes antes. Al día siguiente, fui a la reunión de cumpleaños de mi colega ucevista en un restaurante chino, atestado de gente, en el este de Caracas. La experiencia me hizo pensar en el futuro, cuando el bebé de mi amigo tenga la edad de mi colega, será el año 2100. ¡Y 2100 es un año importante para la ciencia del clima!
Todos sabemos que nuestro estilo de vida actual, basado en combustibles fósiles, está dejando como legado una crisis climática a miles de millones de personas en el futuro. Pero cuando decimos “futuro”, ¿hasta dónde deberíamos pensar? ¿Hasta el 2050? ¿2100? ¿O un poco más lejos?
Es posible que ya hayan notado que las proyecciones climáticas futuras utilizadas por las comunidades científicas y organismos internacionales, generalmente llegan hasta el año 2100. La razón de esto es que es imposible predecir con algún grado de precisión la cantidad de gases de efecto invernadero que se lanzará en los próximos siglos, y cuánto afectará esto al clima. Esto no significa que el cambio climático dejará de ser un problema en los años que se sitúan más allá del alcance de nuestros pronósticos climáticos. La impactante verdad es que el cambio climático apenas ha comenzado. Independientemente de las tendencias de emisiones futuras, la huella de CO2 de nuestro breve paso por la Tierra permanecerá en el sistema climático e impactará el bienestar de todas las formas de vida terrestres, incluyendo ese niño que nació el año pasado.
Hace un poco más de una semana se publicaron dos artículos sobre el aumento del nivel del mar. Ambos intentaron responder las preguntas más importantes sobre el tema: ¿Cuánto subirán los océanos y con qué rapidez? Sus conclusiones pueden ser tranquilizantes o aterradoras, dependiendo de nuestro optimismo.
El primer documento, escrito por 84 científicos, comparte los resultados de los modelos climáticos más nuevos y está dirigido a dar forma al sexto informe de evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, donde se establece que la temperatura media mundial aumentará unos 3 grados centígrados para el 2100, provocando alrededor de 25 centímetros en el aumento del nivel del mar. Esto se encuentra alejado de lo establecido en el Acuerdo de París (1,5 grados).
Es posible que ya hayan notado que las proyecciones climáticas futuras utilizadas por las comunidades científicas y organismos internacionales, generalmente llegan hasta el año 2100. La razón de esto es que es imposible predecir con algún grado de precisión la cantidad de gases de efecto invernadero que se lanzará en los próximos siglos, y cuánto afectará esto al clima
Paulino Betancourt
El segundo artículo tiene un mensaje más preocupante. Dirigido por los “glaciólogos” Rob DeConto y David Pollard, analiza específicamente cómo se derretirá la Antártida. Durante los últimos años, los autores han investigado un fenómeno llamado inestabilidad de acantilados de hielo marino, que podría acelerar enormemente la desaparición de la Antártida. Varios de los glaciares más grandes de la Antártida forman enormes acantilados de hielo que se elevan cientos de metros sobre la superficie del océano. A los investigadores les preocupa que, a medida que el océano se calienta, estos acantilados de hielo podrían desestabilizarse y entrar en un estado descontrolado que desintegre todo el glaciar en cuestión de décadas. ¡Sería muy malo! Afortunadamente, es poco probable que ocurra un colapso rápido de los acantilados de hielo si mantenemos el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5 o incluso 2 grados centígrados. Pero si los países continúan en su camino actual de 3 grados, entonces los acantilados de hielo podrían derrumbarse y acelerar abruptamente el ritmo del aumento del nivel del mar luego del 2060.
Más de uno pensará ¿A quién le afecta esto? Y dirán que seguramente tendremos la tecnología para modificar el clima cuando nos toque. Sin embargo, cuando los científicos que estudian el aumento del nivel del mar comparten sus proyecciones en eventos académicos, muchos de los resultados son más que aterradores. Mi pregunta sería: ¿qué pasará si nos mantenemos en la ruta actual de contaminación hasta el año 2040, 2050 o 2060? La respuesta es que no hay vuelta atrás. Necesitamos poner en marcha el reloj de la eliminación de carbono (CO2) ahora para que esté listo cuando lo necesitemos.
El objetivo mundial de disminuir el efecto del calentamiento global ha avanzado por muchas razones. Una de ellas es que las personas ahora comprenden mejor los peligros de sobrepasar los 1,5 grados centígrados. Además, para el 2060 los países en desarrollo deberían estar solucionando sus problemas de contaminación que aceleran el cambio climático, y digo debería, nada es seguro: puede ocurrir un salto tecnológico, una mayor agitación política o, Dios no lo quiera, una guerra mundial que podría hacer fracasar los esfuerzos. No obstante, estoy seguro de que existen ideas eficaces y disruptivas como los parques eólicos flotantes y los avances en tecnologías basadas en bacterias que comen desechos. Para llevar estas soluciones a escala, debemos poner más financiamiento en las manos adecuadas. También debemos alentar a las industrias a ser más creativas e invertir en tecnologías innovadoras.
El planeta es el máximo “patrimonio común mundial”. No pertenece ni a un individuo ni a una nación en particular, y seguramente nuestros descendientes, cientos de años en el futuro, querrán tener el derecho a disfrutar de los mismos niveles climáticos y oceánicos estables de nuestra actual civilización.
PAULINO BETANCOURT | @p_betanco
Investigador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat.